Carlos GIL ZAMORA
Analista cultural

Regeneración

En los principios del siglo pasado, en el ámbito de las artes escénicas y la cultura denominada occidental se fueron estructurando escuelas de interpretación, metodologías para afrontar la interpretación, guías básicas para la escritura de obras de teatro, pequeñas, básicas y muy simples nociones de dirección. Y después de la segunda guerra mundial, además de crearse estructuras democráticas de potenciación de la Cultura como algo constitucional, de crearse teatros estables dotados con personal y presupuestos, se fueron construyendo ideas, ideologías, nociones de una ética de la profesión que ayudó de una manera positiva a un afianzamiento de un modelo de cultura para toda la ciudadanía.

Además se dejó constancia de que siempre había inspiración política. Los estructuralistas nos enseñaron a detectar en las obras de arte constantes que nos indicaban la intención política de su mensaje final, explícito o no. En las escuelas se debatía sobre asuntos que hoy, en pleno caos posmoderno y de instauración de la posverdad, parecen dilataciones egocéntricas. Recuerdo que una de las máximas en mi ambiente era que se prefería hacer de facha en una obra antifranquista que de revolucionario en una obra que no cuestionase el orden establecido. ¿Se aplica algo así en el orden personal o son un síntoma de envejecimiento estas nociones sobre el compromiso de cada uno en lo presentado? Nunca es tarde para la regeneración.