Nerea GOTI
Periodista
1993

Altos Hornos: aquella lucha contra la desindustrialización

Ruinas que hablan del pasado de una potente industria que fue motor del país, y de una lucha muy presente en la memoria colectiva.
Ruinas que hablan del pasado de una potente industria que fue motor del país, y de una lucha muy presente en la memoria colectiva. (Jon HERNAEZ | FOKU)

Han pasado más de 30 años desde aquella manifestación contra el cierre de Altos Hornos de Vizcaya (AHV) en Barakaldo celebrada el 2 de febrero de 1993 y que recogió “Egin” en su edición del día siguiente. En aquella década fueron numerosos los acontecimientos y noticias relacionadas con el devenir de la emblemática planta siderometalúrgica. Con un plan de cierre presentado en Europa por el propio Gobierno español, Ezkerraldea se movilizaba y Euskal Herria, particularmente Bizkaia, estaba atenta a lo que ocurría con los trabajadores de Altos Hornos. Eran tiempos de elevadas tasas de paro y escasas expectativas de futuro para una gran cantidad de jóvenes, y la fábrica era un emblema en la comarca y fuera de esta. Aquella lucha permanece aún hoy en la memoria.

Entonces, como ahora, las protestas interpelaban a empresas y a instituciones en la defensa del tejido industrial. No fue Altos Hornos la única gran empresa que cerró en Ezkerraldea, pero marcó, seguramente, el proceso de desindustrialización que ha llevado a la comarca a un contexto sociolaboral radicalmente diferente. Del pasado industrial a esa realidad laboral propia de las superficies comerciales, un mismo hilo conductor en la lucha por la mejora de las condiciones de trabajo pero en un escenario radicalmente distinto; el «paraíso de la precariedad», lo han llamado colectivos de la zona.

La crónica de “Egin” señalaba la «indignación, difícilmente contenida» como detonante de los incidentes que se produjeron ante las sedes de PSE y PNV, socios de gobierno también entonces en el Ejecutivo de Lakua. El motivo no era otro que los tiempos que se avecinaban al calor de la negociación que se estaba llevando en la Comisión Europea. Aquella Europa de «los doce» discutía un plan de reconversión del sector siderúrgico presentado por el Gobierno español, con Felipe González a la cabeza, con efectos sobre la Corporación Siderúrgica Integral (CSI), que establecía el cierre de AHV y la desaparición de 10.000 empleos a cambio de inversiones por valor de 558.200 millones de pesetas.

Aquella década de los 90 sería el fin para AHV, pero no sin resistencia en las calles. Eran tiempos de reconversión, el término que se vendió como una inevitable transformación obligada por los nuevos tiempos para una comarca que había puesto todo su capital humano y natural al servicio de una acería que no encajaba en los planes de Europa, y por ende, del Estado.

UNA HISTORIA CENTENARIA

La de Altos Hornos era por aquel entonces una planta casi centenaria -había sido creada en 1902- y aunque con una plantilla mucho más reducida que antaño, todavía era una actividad potente, en torno a la que se había articulado parte de la sociedad de la zona. AHV había llegado a emplear directamente a 13.000 personas. Toda la comarca había ido transformándose al ritmo de su crecimiento. Aquella planta hizo historia en los capítulos económico e industrial, también las luchas de sus trabajadores a lo largo del tiempo.

La noticia de “Egin” que abría la sección de Ekonomia contaba la primera de las protestas programadas por la asamblea de trabajadores de la empresa. Se trataba de una nueva etapa de movilizaciones, tan solo unos meses después de la histórica Marcha del Hierro, protagonizada por trabajadores de la planta que acudieron a pie a Madrid junto a obreros asturianos. Al calor de la lucha emprendida en la fábrica, se había creado también la Asamblea de Mujeres de AHV, muy activa en muchas de las protestas de la época.

Las movilizaciones tenían en el centro el futuro de Altos Hornos, pero ya estaba emergiendo el fantasma de la desindustrialización. “Por el empleo en Ezkerraldea. AHV ez itxi” rezaba el lema de la pancarta que abría la marcha. La crónica precisaba que la respuesta en la calle desoía a la dirección de UGT. De hecho, relataba que la movilización se detuvo en las sedes de PSOE y esa central, donde lanzaron petardos en protesta por la participación de partido y sindicato en las políticas de reconversión. La pitada, los gritos y los petardos se repetirían más tarde ante la sede del PNV, la otra pata del Gobierno de Lakua que presidía José Antonio Ardanza. Allí las críticas arreciaron contra el Ejecutivo y contra Jon Imanol Azua, consejero de Industria y Comercio y vicelehendakari primero.

Justo un año después de esa manifestación en Barakaldo, el consejero del ramo del Ejecutivo autonómico daba las cifras del desempleo, que provocaron una impactante primera página de “Egin” al día siguiente: «Vascongadas, 25,2% de paro». En Bizkaia, la tasa de desempleo ascendía al 27,4% y el sector industrial seguía siendo el escenario con mayor destrucción de puestos de trabajo. El propio Gobierno autonómico reconocía, con los datos en la mano, que entre los años 1985 y 1993 se habían perdido 53.400 empleos, de los que casi la mitad, 24.500, desaparecieron entre 1992 y 1993. Tomando como referencia ese periodo, los datos son elecuentes: en 1992, 65.500 personas buscaban su primer empleo en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, un colectivo que ascendía a 77.500 solo un año más tarde.



[2021] Una mirada a la comarca y al país desde el Horno Alto número 1

Muestra de que el periodismo es también un ejercicio de memoria, con motivo del 25º aniversario del cierre de AHV Fernando Alonso escribió “Horno Alto número 1, el óxido de la memoria”, un reportaje mirando desde ese horno no solo a un olvidado patrimonio industrial sino al legado de ese pasado. Desde ese icónico punto, en otro tiempo centro neurálgico de la planta siderometalúrgica, el periodista vizcaino recuerda la gran industria que creció a golpe de turno laboral y sueños que «forjaron carácter y conciencia», la que transfromó toda una comarca y fue motor económico del país.

No ha decaído el recuerdo de aquella lucha, todavía muy presente, pero tal y como destaca, «no queda nada prácticamente del pasado industrial y lo que aún permanece podría tener los días contados». El reportaje se hace eco de la opinión de varios trabajadores de la planta, que recuerdan que «no fue fácil lograr que el horno no corriera la misma suerte que sus dos hermanos», y afirman que no ha habido «demasiado interés en que quedaran restos varados de la brutal desindustrialización de Ezkerraldea».