En la nueva propuesta del argentino Damián Szifron, nos adentramos en una intensa investigación policial liderada por un agente federal Lammark y una enigmática policía local. Lo que comienza como una serie de crímenes aleatorios durante una festividad, pronto se revela como los actos de un asesino en serie, sembrando el terror en toda Baltimore.

El firmante de obras tan contundentes como “Relatos salvajes” toma prestados elementos de películas icónicas como “El silencio de los corderos”, “Zodiac” y “Seven”, guiando a los protagonistas en la angustiante tarea de entender la mente de este misántropo despiadado. El filme se plantea como un juego psicológico a ratos fascinante, donde los personajes deben enfrentarse no solo al terror que el criminal inflige en la ciudad, sino también a sus propios demonios internos.

Con una trama interesante y con giros inesperados, esta película cautiva por su atmósfera, su galería de personajes y un impactante desenlace. Szifron también revela su virtuosismo en una extensa escena de acción que tiene lugar en un abarrotado centro comercial. A partir de la sospechosa aparición de un individuo, se desata un caos de disparos y muertes, y el director opta por narrar este violento episodio principalmente a través de cámaras de seguridad y televisores que capturan la escena, ofreciendo una reconstrucción fragmentada y vívida de lo que está ocurriendo. El director también recurre a cuestiones que ya habíamos visto en la serie “The Wire” -también escenificada en Baltimore-, la intrincada dinámica entre los agentes y las figuras políticas, quienes, lejos de facilitar la investigación, complican todo con trabas y limitaciones.