EDITORIALA

Tortura; aceptar la verdad y asumir la responsabilidad

La dimensión de la práctica de la tortura en Euskal Herria, los números, ya oficiales, que cifran en miles las personas que han sufrido ese atroz maltrato en cuarteles y comisarías, secundan la afirmación realizada en Zizurkil de que estamos ante un «crimen sistemático». La muerte de Joxe Arregi hace 43 años es, en este sentido, reflejo trágico de una realidad que ha acongojado a la sociedad vasca durante décadas, con cobertura política y obscena impunidad. Mediada la tercera década del siglo XXI, pocos se atreven a refutar ya que en este país se ha torturado, y no por uniformados descarriados sino como parte de una estrategia general.

Esta constatación no ha logrado, sin embargo, permear en las estructuras del Estado, que sigue sin responder con sentido democrático, y acaso con un mínimo de humanidad, al reto de ponerse ante el espejo y aceptar con propósito de enmienda la imagen que le devuelve. Haciendo caso omiso al camino que está recorriendo este pueblo, desde Madrid no se ha adoptado ninguna medida tendente a aplacar el sufrimiento causado. Al contrario, se ha seguido premiando a personas señaladas por su implicación directa en la tortura y muerte de ciudadanos vascos; la promoción del alto mando de la Guardia Civil Arturo Espejo a cargo del ministro Fernando Grande-Marlaska volvió a poner de relieve hace unos meses el carácter sistémico y transversal de esta estrategia cruel.

Aunque la exigencia de justicia no puede prescribir, pues flaco favor le haría al objetivo de construir un futuro digno, hay que hacer un gran ejercicio de imaginación para pensar que hoy por hoy las autoridades españolas van a castigar en los términos que merecen a quien ha actuado en su nombre. Hay que insistir en ello, pero se daría al menos un paso de gigante hacia la reparación si aquellos que han llevado las riendas del Estado aceptaran públicamente que, efectivamente, se ha torturado y se ha hecho de forma masiva, y que asumieran su cuota de responsabilidad en esa práctica. El grupo promotor de Personas Torturadas de Euskal Herria dijo en su presentación que «es hora de dar más pasos en el reconocimiento»; en algunos casos, ya va siendo hora de empezar a andar.