AMAIA EREÑAGA
BILBO

Reparando al Néstor Basterretxea diseñador y arquitecto poliédrico

Detrás de un título sucinto, “Néstor Basterretxea. Diseño y arquitectura”, se esconde la que probablemente será una de las propuestas más interesantes de este año: sillas, escritorios, esculturas convertidas en proyectos arquitectónicos... ¿Es posible que, cien años después de su nacimiento, Basterretxea siga sorprendiendo? El Bellas Artes de Bilbo acoge la primera exposición monográfica sobre sus trabajos en diseño mobiliario y arquitectura.

Comisarios, Gorka Basterretxea, miembros del museo y, en primer plano, «Argizaiola».
Comisarios, Gorka Basterretxea, miembros del museo y, en primer plano, «Argizaiola». (Aritz LOIOLA | FOKU)

«Néstor creía con fervor que el diseño podía hacer cambiar y mejorar la vida de las personas (...). Creía con fervor que los espacios venían a ser liberadores y se empeñaba en encontrar soluciones prácticas sin renunciar a su estética personal», leyó ayer Gorka Basterretxea, uno de los hijos de Néstor Basterretxea (Bermeo, 1924 - Hondarribia, 2014) en la presentación de “Néstor Basterretxea. Diseño y arquitectura”, la exposición con la que arrancan las actividades dedicadas a uno de los vascos más modernos, influyentes, poliédricos y polifacéticos de nuestra historia, y también uno de los principales renovadores de nuestro arte en la segunda mitad del siglo XX.

Gorka Basterretxea coordina los actos del centenario, que se inauguran con esta exposición bilbaina en el Bellas Artes, que es, además, la primera monográfica dedicada a su importante y poco estudiada faceta como diseñador de mobiliario. Se desarrollará del 28 de este mes al 26 de mayo. Y a partir de ahí, a lo largo de todo el año, Basterretxea «revisitará» Irun, Gasteiz, Donostia, Iruñea, Altzuza, Elgoibar, Bermeo, Hondarribia, Asparrena, Argentina y EEUU. Y posiblemente nos dejemos algún lugar en el tintero.

De alguna manera, esta efeméride también servirá para intentar reparar su memoria y para que nos reencontremos con un hombre que el crítico Juan Daniel Fullaondo calificó de «caleidoscopio Basterretxea». Ante lo visto de lo desplegado en las salas 6 a 10 del museo bilbaino, más parece un hombre renacentista: escultor, diseñador de muebles, cineasta, arquitecto... todo le interesaba, todo estaba relacionado. Todo estaba integrado: no solo en el arte, también en la vida, en la sociedad, en la política. Nestor Basterretxea fue un hombre de su tiempo, adelantado a su tiempo.

MUEBLES H Y BIOK

Acompañado por un estupendo catálogo editado en euskara, castellano e inglés, este viaje al «universo Basterretxea» lo han estructurado Peio Aguirre, Pedro Feruchi y Pedro Reula de forma cronológica. A principios de los años 50, Néstor Basterretxea regresa desde Argentina a Euskal Herria, de donde salió con 12 años, cuando su familia tuvo que marchar al exilio. Es un joven recién casado, un artista amigo ya de Jorge Oteiza -esa relación les marcó a ambos toda su vida- y con un bagaje vanguardista que chocaba con el ambiente negro del franquismo. Su primer encargo fue en 1952, las pinturas de la basílica de Arantzazu, con censura, parones y desprecios.

Fue también la época en la que arrancó su faceta de diseñador industrial, gracias a su contacto con el empresario y mecenas Juan Huarte hijo. Antes de fundar, de 1958, la empresa de mobiliario H Muebles, para la que el bermeano hizo sus primeros diseños, Huarte encargó a Oteiza y Basterretxea la decoración de su piso en el edificio que había construido en el paseo de la Castellana para su familia y como sede de su firma. En las fotografías del piso de Huarte se ve una mesa de cristal de Oteiza y el Diván H, un sofá y una pieza que el bermeano iría revisando durante toda su larga carrera como diseñador.

En 1955, los dos amigos decidieron dejar Madrid, compraron un solar en Irun, junto al Bidasoa, muy cerca de la actual Ficoba y, con el arquitecto Luis Vallet, diseñaron y construyeron una casa-taller, terminada en 1958. Durante la década siguiente, el lugar se convirtió en una factoría de creación en donde Basterretxea desarrolló el núcleo de su actividad intelectual y sus proyectos empresariales: la tienda de diseño Espiral, que montó en Donostia, la productora cinematográfica Frontera Films y la empresa de muebles Biok, radicada en Irun y con Basterretxea como fecundo director artístico durante una década.

En 1970, ante la degradación de la zona, los Basterretxea se trasladaron al caserío de Idurmendieta, en Hondarribia; los Oteiza, a Zarautz y Altzuza. Talleres, un bar de carretera y un prostíbulo han ocupado este edificio abandonado, que debería ser recuperado. De hecho, el Bellas Artes ha documentado, incluso con una maqueta, esta casa para contribuir «a la restauración de una obra tan trascendente para el arte y la arquitectura».

Basterretxea también era un enamorado de la arquitectura. Y un fantaseador, en el buen sentido de la palabra, de primera. La lista de sus diseños no materializados por distintas razones es impresionante: una propuesta para el Kursaal de Donostia en 1965 -cuatro grandes torres-, el proyecto para la Fundación Sabino Arana en Jardines de Albia en 1979 -convertía una escultura de Oteiza en edificio-, el centro de arte contemporáneo que planteó en los 80 para la Alhóndiga bilbaina, una ikastola para Tolosa...