Koldo LANDALUZE
DONOSTIA

La mirada de una niña hacia su familia

Desde el comienzo de “Tótem” queda muy clara la complicidad que se establece entre una niña y su madre. En la secuencia inicial, nos las encontramos compartiendo una secuencia en el interior de un coche. Cruzan un puente y comparten un deseo. La niña revela el suyo, “que mi papá no se muera”. Aunque esta escena podría ser asociada de manera inevitable a los territorios del melodrama, Lila Avilés evita hábilmente cualquier tentación de caer en el peligro de los subrayados emocionales. En su lugar, nos ofrece una mirada honesta y compasiva sobre el tema en cuestión. El padre de la niña, un reconocido artista plástico que vive separado de su compañera sentimental, lucha contra un cáncer avanzado. Es su cumpleaños y sus seres queridos preparan una fiesta que, aunque parece una celebración, lleva consigo el peso de la despedida. La cineasta nos sumerge en este universo familiar, donde cada persona tiene su papel en la previa y posterior a la fiesta.

TODO FLUYE CON NATURALIDAD

Cada plano está impregnado de observaciones valiosas, momentos de humor, emociones sinceras y una sensación palpable de tristeza contenida. A pesar de su corta edad, la joven protagonista transmite de manera conmovedora la angustia que siente, aunque quizás no comprenda completamente la gravedad de la situación. “Tótem” es una película inteligente, fluida, elegante y sutil, y su desarrollo cobra forma en una pantalla cuyo formato, casi cuadrado, atrapa a sus personajes, reforzando su dolor interior mediante una cámara que los sigue de cerca pero sin interferir en sus acciones.

La sensación de cercanía se transmite con un gran acierto y, en general, todo en el filme se revela con pasmosa naturalidad. Todo fluye con facilidad y emotividad.