Raimundo FITERO
DE REOJO

Creer o no creer

Quienes me siguen sabe de mi fanática afición a los atestados-ficción policiales. Una vez apartado de la correa de transmisión de considerandos amañados del juez prevaricador, todo lo que se puede leer salido de las entrañas de los ministerios de la porra y la toga y todos sus desguaces se debe atender siempre con mascarilla distanciadora. Lo más habitual es que los atestados los relaten los diez mil narradores fijos discontinuos con galones que atiborran de material inventado o transformado para ser el adecuado para que el perverso juguete policial y judicial funcione.

Advertidos estamos, pero se debe también tener una prudente predisposición a saber descifrar los mensajes y cuando nos situamos en asuntos como los referidos al procés, donde hemos leído informes policiales tóxicos e increíbles, ahora este goteo premeditado para ir sabiendo detalles del sumario del caso Koldo y de los informes de la UCO, podemos estar ante un pésimo guion de serie barata o ante la fotofija de un individuo que debería ser considerado un ente, no una persona ni un personaje. Dicen los de la Benemérita que en una inspección de su domicilio encontraron ocho armas de fuego, con fusiles incluidos, veintitrés teléfonos móviles y veinticinco mil euros en efectivo más criptomonedas.

Cada día aparecen detalles que van conformando un horror descomunal. Por lo tanto, se puede creer o no creer, como si Hamlet se hubiera convertido en un agente de bolsa del Ibex35, pero este retorno a la picaresca habitual es un síntoma de la decadencia general. ¿O se trata de otra cosa?