EDITORIALA

Ocultar el descontrol policial, difamar y tratar de estúpida a la gente no es una buena idea

Xuhar, de 16 años, fue gravemente herido en el ojo por un proyectil de foam lanzado por la Ertzaintza en la madrugada del 12 de febrero en plenos carnavales de Tolosa, en una carga que dejó varios heridos. Otra persona tuvo que ser ingresada en Gasteiz con la mandíbula rota por dos sitios, debido con toda probabilidad al impacto de otra bala de foam durante la manifestación del 3 de Marzo, en la que oficialmente se ha confirmado la presencia de policías infiltrados. Por último, una mujer tuvo que ser hospitalizada en la UCI tras recibir, según la familia, el impacto de otro proyectil de idénticas características «disparado de forma directa a la sien». Ocurrió el martes, en la previa del partido entre la Real y el PSG, en unas cargas que dejaron al menos dos personas heridas más.

El saldo es estremecedor. Más teniendo en cuenta lo variado de las casuísticas. Lo único que comparten unos carnavales, una manifestación y la previa de un partido de fútbol son las actuaciones policiales, que han mandado al hospital al menos a tres personas de perfil muy diferente en menos de un mes. Ni las más burdas acusaciones del consejero Josu Erkoreka, cuya incapacidad para asumir la responsabilidad del cargo que ostenta ha quedado de manifiesto durante esta legislatura, pueden ocultar la realidad: en un país en el que una bala de foam te puede mandar al hospital acudiendo a un estadio, estando de fiesta o en una movilización, hay un problema con la Policía.

¿QUIÉN SE BENEFICIA?

Es imposible no ligar lo que está ocurriendo con el escenario electoral. Si no fuese por la cruda realidad que le acompaña y la gravedad que implica que cargos públicos responsabilicen abiertamente y sin pruebas a un partido de la oposición de hechos con los que saben perfectamente que no tienen nada que ver, sería casi divertido escuchar a dirigentes jeltzales responsabilizando a EH Bildu de querer llevar la campaña al lodo. En casos como estos, basta con recordar a quién beneficia el fango. Las encuestas no son favorables al PNV, mientras que sonríen a su rival. Solo son sondeos pero, en este contexto, regresar a esquemas y discursos del pasado no favorece precisamente a la izquierda soberanista y sí a Sabin Etxea. Acusar a EH Bildu de los incidentes no solo es injusto, también es estúpido. Tratar de idiota a la gente no suele ser un buen negocio.

El desarrollo de los acontecimientos invita a seguir la pendiente deslizante de la demagogia y ceder a la tentación de pensar que las últimas actuaciones violentas de la Ertzaintza se enmarcan en una estrategia jeltzale para cortar las alas a una pujante EH Bildu y evitar en campaña temas que le desgastan, como el acceso a la vivienda o el estado de la sanidad pública. Esta hipótesis, sin embargo, implica que al PNV le da igual mandar a gente al hospital con tal de lograr el clima social que le interesa. Cabe entender que ni Sabin Etxea ni Lakua desean herir a nadie.

HAN PERDIDO EL CONTROL

Pero, entonces, la única conclusión posible es que han perdido el control de la Ertzaintza, un hecho extremadamente grave. Y que, de perdidos al río, tratan de sacar tajada electoral acusando a EH Bildu, en una insensata huida hacia adelante. El despropósito es descomunal y peligroso, porque da alas al chantaje policial al que está sometido el propio Erkoreka. También es, quizás, otro síntoma de la descomposición del sistema diseñado y gestionado por PNV y PSE.

Si el orden público va a ser tema de campaña, que tengan la decencia de empezar por reconocer el problema que tienen en la Ertzaintza. De lo contrario, que controlen a la Brigada Móvil y aborden el tema como es debido, con el resto de formaciones políticas y una vez pasada la campaña electoral.