La obra de Yuzuru Tachikawa nos lleva al vibrante mundo del jazz a través de las vidas entrelazadas de tres músicos con sueños dispares. Desde el joven prodigio del saxofón que ambiciona la cima del mundo musical, hasta el pianista que anhela hacer historia en el mítico “So Blue” después de años de lucha, y el baterista novato que simplemente busca disfrutar con sus amigos.

Los conciertos de “Blue Giant” se erigen como el epicentro de esta historia, donde sus virtudes y defectos se entrelazan en una danza musical que cautiva y deslumbra. La película nos envuelve en la atmósfera embriagadora de los conciertos, donde la música y el color se fusionan para dar vida a las páginas de Shinichi Ishizuka. La animación en 2D brilla con una meticulosa atención al detalle, incorporando técnicas como la rotoscopia para dotar de realismo a cada movimiento, desde los delicados dedos sobre los instrumentos hasta la brillante iluminación que juega con sombras y reflejos.

METÁFORAS VISUALES

Los números musicales son el corazón de la película, ofreciendo una visión original de la música que solo puede lograrse en el mundo animado. De esta forma, la pantalla se transforma en un lienzo de sinestesia, donde el estilo artístico cambia, transportándonos a paisajes abstractos que acompañan la pasión y el drama de la narrativa.

La música compuesta por Hiromi Uehara eleva cada momento, infundiendo vida a las escenas con una energía desbordante.

Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, la película flaquea en su ejecución. Las metáforas visuales se repiten hasta perder su impacto, y la falta de riesgo impide que la imagen se apodere por completo para reinterpretar la música y, sobre todo, explorar con mayor intensidad en las entrañas de los personajes.