Después de “The Assistant”, Green vuelve a abordar temas como la imposibilidad de escapar de la mirada masculina, la sexualización de las mujeres, el acoso, el consentimiento, el abuso de poder, la violencia y el miedo, pero esta vez lo lleva un paso más allá y desde un espacio diferente.

La directora saca estos problemas de los contextos a los que estamos más acostumbrados y los sitúa en un espacio más perturbador, más juguetón, aislado y aparentemente sin ley, el bar que da nombre a la película. La directora construye un thriller que gradualmente se convierte en un filme de género y venganza sobre la amistad de dos mujeres solas frente al peligro y al miedo. Este es uno de los aspectos más estimulantes de la película, en cómo, a través del trabajo con el espacio, nos lleva a un territorio sobre temas realmente aterradores y logra perturbarnos y plantear preguntas interesantes.

Esta construcción de la atmósfera amenazante es también uno de los aspectos más poderosos de la película. La cineasta plantea con inteligencia e imaginación la dicotomía y la similitud entre los dos espacios donde se desarrolla la acción. Por un lado, el bar decadente y hostil, lleno de terrores latentes y más explícitos, donde las dos protagonistas se encuentran atrapadas. Y por otro, el exterior, con aparentes posibilidades de libertad, pero cuya inmensidad también las encierra en medio de la nada y tampoco pueden estar seguras. También es interesante cómo se aborda el tema del peligro constante al que las mujeres están expuestas (ya sea interno o externo) y a partir de ahí la narración de la relación entre las protagonistas. Dos mujeres que desde el principio desearían estar en otro lugar, la amistad de dos jovenes cuyo miedo las conecta aún más (a pesar de sus enfrentamientos) y se unen ante esta hostilidad.