Samuel Vuelta-Simon era procurador (fiscal) en el Tribunal de Baiona en el periodo en que se produjo el desarme de la organización armada ETA con el concurso de la sociedad civil.

Destinado actualmente en Toulouse, recibió días atrás en la capital occitana a “Mediabask”, que recoge en su página web una extensa entrevista en la que el magistrado defiende lo actuado en relación al desarme, al considerar que «cuando se presenta la oportunidad de poner fin a la violencia, hay que actuar».

Vuelta-Simon remarca el carácter «histórico» del proceso hacia el desarme, que tuvo un hito mayor el 16 de diciembre de 2016 en Luhuso. «Solo hace falta ver los resultados para caer en la cuenta», dice.

El exprocurador en Baiona acota dos momentos diferentes. Sobre el primero, que sesaldó con la detención de los artesanos de la paz en Luhuso, hace hincapié en que tuvo un conocimiento indirecto de una operación policial guiada desde la Fiscalía Antiterrorista de París. Su papel fue más revante en la jornada del desarme del 8 de abril de 2017. De hecho, expresa su satisfacción «por haber aportado mi grano de arena» a un proceso que, insiste, «valió la pena porque un año después ETA anunció su disolución». «No tuve relación con las personas que actuaron en Luhuso (...) pero sí creemos en lo que ellas dicen, dicho sea esto con toda la prudencia necesaria, ya entonces se trató de un intento de hacer algo para pacificar un conflicto y, sobre todo, para contar con pruebas sobre una renuncia definitiva a la violencia que duraba demasiado», explica quien ejerciera en el pasado de juez de enlace con Madrid.

EMISARIO DE ETA.

Considera que en abril de 2017 el punto de partida fue otro. Concretamente «la voluntad de ETA de entregar su arsenal no a la Justicia española, sino a la francesa», señala. «Recibimos esa oferta, la analizamos y ello permitió organizar las cosas», resume.

De acuerdo al relato de Vuelta-Simon, sólo en un segundo tiempo «interviene ese colectivo», para facilitar la entrega al Tribunal de Baiona de «indicaciones de los puntos en los que estaban las armas». Luego, los voluntarios se colocan en esos «zulos» abiertos, «para asegurarse de que nadie toque las armas hasta la llegada de la Policía», corrobora.

«Todo se desarrolla en unas pocas horas», apostilla Vuelta-Simon, para insistir en que «no cree» que antes hubiera relación con ningún colectivo, «más bien con un representante de la organización terrorista, un intermediario que era creíble y actuaba de buena fe».