Manex ALTUNA
SEVILLA
ATHLETIC, CAMPEÓN DE COPA

Una vida entera soñando con una Copa que marcará a una generación

El Athletic de Valverde, con los hermanos Williams y Oihan Sancet, se ha ganado un merecido hueco en el Olimpo rojiblanco. Iker Muniain y Óscar De Marcos culminan un ciclo con la inestimable ayuda de jugadores curtidos, como Raúl García y Álex Berenguer, y jóvenes como Unai Gómez, Aitor Paredes y Julen Agirrezabala, uno de los héroes en la tanda de penaltis.

El capitán Iker Muniain no pudo contener las lágrimas.
El capitán Iker Muniain no pudo contener las lágrimas. (Aritz LOIOLA | FOKU)

El Athletic es un sentimiento que se traspasa de una generación a otra. Un vínculo emocional y familiar, motivo de orgullo por su particular filosofía. Jugar con futbolistas nacidos o formados en Euskal Herria une al equipo con una afición que se identifica con sus representantes en el campo. Para nosotros, es algo más que un equipo o un deporte, una forma de afrontar la vida, cuidando lo propio para competir ante cualquiera.

Aitxitxe Karraspio fue el que nos empezó a llevar a San Mamés a mí, a mi hermano y a mi primo. Ahora hace lo mismo nuestra madre con sus nietos. No pudimos vivir los títulos de los ochenta en primera línea, pero conocíamos la historia como si hubiéramos estado en la Ría viendo pasar la Gabarra o saltando con el gol de Endika ante el Barcelona de Maradona.

Cuando comenzamos a ser conscientes, el Athletic se contentaba con ir a Europa. Así se celebró una clasificación europea en los noventa con invasión de campo. Aunque cada vez era más difícil pelear por títulos, había algo especial y diferente. Hubo que esperar casi 25 años para volver a una final de Copa.

Por suerte, las nuevas generaciones, y también nosotros, hemos tenido la oportunidad de disfrutar de grandes noches y soñar con títulos, pero no se conseguía dar el último paso. Las supercopas fueron el aperitivo hasta que se ha logrado levantar de nuevo una Copa. Ahora toca celebrarlo, porque nunca se sabe.

40 años después, el Athletic de Valverde toma el relevo al equipo campeón de Clemente. Los hermanos Williams y compañía se han ganado su sitio en la historia rojiblanca. Jugadores y cuerpo técnico se lo merecían. También una afición que desembarcó en Sevilla con alegría y sufrió en La Cartuja para alcanzar la gloria en la tanda de penaltis.

ARTÍFICES

Son muchos los nombres a destacar en una generación que ya ha dejado su huella en el club. Sin embargo, hay que empezar desde el banquillo. Valverde es el gran artífice del éxito de este equipo. En su tercera etapa en el club ha vuelto a sacar provecho de un grupo de jugadores con mucho talento. Cayó a los penaltis en su primer intento en unas semifinales en 2005, diez años después no hubo forma de parar a Messi en 2015 y cerró el círculo en La Cartuja.

El técnico criado en Gasteiz, que ha ganado títulos con el Barcelona y el Olympiakos griego, admitía que ganar la Copa con el Athletic es especial y no tiene comparación. Es su equipo y el de su familia. Al igual que el de sus amigos, como Jonan Ordorika, fallecido el verano pasado, y al que el técnico quiso honrar con una camiseta con su silueta. El tifo de Iñigo Cabacas Herri Harmaila también se acordaba en la grada de aficionados rojiblancos que ya no están entre nosotros.

Y es que esa unión familiar y hermandad se escenifica con los Williams. Hijos de una pareja de migrantes que llegaron a Euskal Herria desde Ghana y se han convertido en el emblema del club. Iñaki y Nico lloraban al acabar el partido, como muchos aficionados. Han cumplido un sueño, jugar juntos y ganar un título. El pequeño fue decisivo en la final al asistir a Sancet y participar en las mejores jugadas ofensivas, incluido un gol anulado.

El triunfo del Athletic no se cimentó en un jugador. Fue el grupo el que se levantó para hacer frente a las dificultades con una mezcla de veteranía y juventud. Raúl García y Muniain tiraron del carro en la prórroga y acertaron en la tanda de penaltis. Al igual que Vesga, que salió en el descanso, y Berenguer, que anotó el lanzamiento definitivo. Los tres navarros citados terminan contrato y su futuro está por definir, aunque ya se pueden despedir por la puerta grande.

CERRAR EL CÍRCULO

El capitán Muniain y De Marcos han cerrado el círculo. Son los dos futbolistas que han participado en el ciclo de las finales iniciado hace quince años. Representan a una generación que ha conseguido cambiar el rumbo y mirar al futuro con optimismo. Y es que, además de ganar la Copa, el Athletic ha cumplido el objetivo marcado para la temporada al clasificarse para Europa.

Por ello, mención especial también a jóvenes como Unai Gómez. El de Bermeo se quedó sin tirar el quinto penalti y demostró su casta en las pugnas con Muriqi. Asimismo, el portero Julen Agirrezabala fue decisivo al detener uno de los lanzamientos. La alegría de Unai Simón, que se quedó sin jugar, y el compañerismo existente en el vestuario es otra de las claves que explican el triunfo del Athletic. La cuadrilla gozó del triunfo al son de la trompeta de Villalibre y se abrazó con la grada entonando ‘Txoria txori’. Esta Copa marcará a toda una generación de jugadores y aficionados. Como les dijo Piru Gainza a los futbolistas que ganaron la primera Liga en los ochenta: «Chavales, no sabéis lo que habéis hecho».

LA DOBLE FAMILIA DE NICO

El extremo Nico Williams, elegido el mejor de la final, destacó tras la victoria que siempre había tenido en mente «hacer historia con este club», el de su «vida» y con el que renovó pese a tener muchas «novias» en el planeta fútbol.

Recordó que el año pasado este sueño se le escapó entre los dedos con «las dos ocasiones que fallé» en la vuelta de la semifinal ante Osasuna en San Mamés. Pero en esta edición ha podido resarcirse.

«Es increíble como está la afición con nosotros. Hemos peleado mucho por esto, yo, con mis hermanos, con mi familia. Hemos pasado una mala racha y, como siempre digo, hoy nos ha tocado y estoy muy contento», señaló a TVE.

Y EL «HASTA EL AÑO QUE VIENE» DE IRIBAR

De un futbolista que está destinado a ser el referente del Athletic a una figura como José Ángel Iribar. El exguardameta reconoció que el Athletic se ha quitado un lastre de encima al volver a ganar la Copa, un título que se le atragantaba desde hace cuatro décadas. «Las finales se juegan para ganarlas... Al final merecimos empatar y en los penaltis, que son como una lotería, estuvimos magníficos», analizó.

Se congratuló por el hecho de que los aficionados llenaran San Mamés para ver el encuentro y considera también «un orgullo» que se formaran colas para sacarse fotografías junto a su estatua.

Con un «hasta el año que viene», Iribar se despidió del rey español, que estaba presente en el palco, emulando a Piru Gainza: «Tengo mucha relación con Agustín, el hijo de Piru Gainza, recordamos muchas anécdotas y una de ellas es esta...».



La cerveza griega de Ernesto Valverde

Sin perder su flema habitual, Ernesto Valverde desparramó alegría sobre el cesped de la Cartuja. En la víspera dijo que «quien nada tiene, nada tiene que perder», aludiendo a las seis finales seguidas perdidas, pero, tras el triunfo, reconoció el gran alivio que supone romper una sequía de 40 años.

«Llevabámos muchos años buscándolo y lo hemos conseguido en algo en que ellos eran especialistas: los penaltis», resumió. Admitió que al principio «hemos sufrido porque jugaban a balones largos, con mucha disputa, y no conseguíamos el juego. En la primera media hora lo hemos pasado mal».

El míster fue manteado por sus pupilos y se fotografió con la copa. También destacó su sintonía con Javier Aguirre, técnico del Mallorca, antes y después del partido.

Preguntado por cómo pensaba celebrarlo, Valverde, que no se había puesto en esa tesitura antes de jugar la final, recordó que en Grecia festejó algunos trofeos «en algún bar perdido, cenando en una esquina, tomando una cerveza», para sorpresa de quienes se lo encontraron allí. Puede que esta vez haya hecho lo mismo. GARA