Raimundo FITERO
DE REOJO

Pareidolia facial

La neurociencia avanza a un ritmo imposible de seguir sin engancharse a sus conclusiones o estudios. Han logrado penetrar en algunos recovecos del cerebro humano y están encontrando tesoros para entender alguna de nuestras reacciones y hasta se acercan a los mecanismos que producen algunas de nuestras enfermedades mentales o degenerativas. Andan observando las neuronas, sus juegos, vicios, rutinas y alteraciones. A partir de ahí se puede hacer una nueva historia de la humanidad o comprender algunos de los resortes por los que las religiones se cruzan en la racionalidad de tantos millones de seres humanos.

Acaban de descubrir el proceso por el que reconocemos las caras, pero cuando hay alguna pequeña alteración en la percepción se llega a una reacción de nuestras neuronas que hace que veamos rostros humanos en objetos. Hay quienes ven en la tostada a Jesucristo o a Maradona. Y esa pareidolia facial acaba siendo una distorsión de la realidad que cuando es extrema puede provocar situaciones complejas. Es bien cierto que en nuestra vida cotidiana hemos tenido episodios diversos en los que mirando un monte, una patata, una grieta en la pared nos ha parecido reconocer una cara. Parece ser que, si esto sucede manera constante, se trata de una enfermedad.

¿Qué sucede cuando pasa justo lo contrario? Observar la cara de un político y ver un objeto inanimado. Desaparecen los rastros humanos y se convierten en piedras, tostadas o fachadas de pisos turísticos. En campaña electoral es algo más que una pandemia. Si hablan forman un zoológico.