EEUU promueve su acuerdo de tregua tras colaborar en la masacre de Nuseirat
Con su aprobación en el Consejo de Seguridad de la ONU y con la enésima gira de su secretario de Estado, EEUU promueve su acuerdo de tregua para Gaza, después de que colaborara con los comandos israelíes en el baño de sangre de Nuseirat del sábado. Pide presión sobre Hamas, pero Israel no acepta hablar de un cese el fuego definitivo.
El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, comenzó su octava gira por Oriente Medio desde el 7 de octubre para impulsar el acuerdo de cese el fuego que anunció Joe Biden el 31 de mayo como la «única forma» para que no haya más muertos civiles en la Franja de Gaza, después de que se conociera que EEUU colaboró en la brutal operación israelí para rescatar a cuatro cautivos, que provocó al menos 274 muertos y 700 heridos en bombardeos indiscriminados.
Blinken puso, además, la responsabilidad sobre Hamas, al afirmar que «aún no ha respondido» y, desde El Cairo, pidió a Gobiernos de la región que presionen al movimiento palestino para que acepte la propuesta de tregua. «Si queréis un alto el fuego, presionad a Hamas para que diga ‘sí’. Si queréis aliviar el terrible sufrimiento de los palestinos en Gaza, presionad a Hamas para que diga ‘sí’», señaló Blinken que ve en Hamas «el único obstáculo».
Sin embargo, Israel ha evitado respaldar la propuesta -publicitada por Biden como un texto «israelí»- y su primer ministro, Benjamin Netanyahu, rechaza que pueda conducir a un cese el fuego permanente.
Este es precisamente el punto clave, ya que Hamas quiere garantías claras de fin definitivo de la agresión contra Gaza. Según la propuesta, una primera etapa de alto el fuego de seis semanas, acompañado de un intercambio de prisioneros y una retirada israelí de las zonas densamente pobladas de Gaza, serviría para negociar un cese el fuego permanente en una segunda etapa. La tercera etapa habla del proceso de reconstrucción.
Pero Washington ha eludido hacer públicos los detalles, dejando una indefinición que no satisface a los palestinos, y la última versión tampoco habla de alto el fuego inequívoco y permanente.
El primer ministro israelí insiste en que su objetivo es acabar con «las capacidades militares y políticas de Hamas», lo que se traduce en la devastación del territorio y la aniquilación de sus habitantes. Netanyahu ha saboteado las conversaciones para un alto el fuego, según los propios mediadores, con propuestas imposibles y dilaciones para continuar las masacres.
A pesar de este interés confeso de Netanyahu en continuar la guerra, Biden describió el plan como proveniente de Israel, y EEUU lo llevó ayer al Consejo de Seguridad de la ONU asegurando que Israel lo había aceptado, pero fue Hamas el primero en aplaudir su aprobación (14 votos a favor y la abstención de Rusia).
Además del interés personal de Netanyahu, las divisiones políticas internas en Israel complican la operación estadounidense. En su gira, Blinken llegó ayer a Israel al día siguiente de la dimisión del ministro Benny Gantz, con quien también se reunió. Gantz abandonó el domingo el gabinete de guerra y el Gobierno de emergencia ante la falta de estrategia clara para poner fin a la ofensiva militar en Gaza. Gadi Eisenkot anunció también su dimisión como observador en el gabinete de guerra, que ha terminado por ser disuelto.
El líder de Hamas Ismail Haniye consideró estas renuncias como «un intento de saltar del barco antes de que se hunda». Para Haniye, no hay diferencias entre Gantz y Netanyahu, y el Gobierno israelí ha entrado en una etapa de colapso: «Ambos son asesinos que buscan la destrucción».
Netanyahu queda ahora aún más ligado a los ministros más ultras, como el de Finanzas, Bezalel Smotrich, que ayer se enzarzó en el Parlamento con familiares de los cautivos, a los que reiteró que no apoyará ningún acuerdo de tregua al considerarlo un «suicidio colectivo», y les acusó de defender un discurso «cínico y demagógico». La tensión fue en aumento hasta que el ministro abandonó la comisión. El analista palestino Nour Odeh estimó en Al-Jazeera que el mayor protagonismo de estos extremistas centra la agenda israelí en tomar el control de la mayor cantidad de tierra posible en Cisjordania, donde el régimen sionista prosigue sus esfuerzos de limpieza étnica.
EEUU DIO APOYO A LA MASACRE DE NUSEIRAT
EEUU se enfrenta también a sus propias contradicciones: promover un acuerdo de alto el fuego, mientras desborda de armas a su aliado israelí con las que cometió la masacre de la escuela-refugio de la Unrwa la semana pasada o mientras colabora en la brutal operación del sábado en Nuseirat.
El Gobierno de EEUU reconoció que aportó «Inteligencia» a través de su «célula de los rehenes», un grupo de diferentes agencias de espionaje que trabaja desde su embajada en Jerusalén. También admite que los israelíes usaron la zona bajo su control junto al muelle artificial que el Pentágono instaló en la costa de Gaza supuestamente con fines humanitarios.
Pero testimonios de palestinos y la propia prensa israelí llevan esta colaboración más lejos y señalan que los comandos israelíes entraron y salieron de Nuseirat desde este muelle y que evacuaron a los cautivos israelíes en helicópteros desde este lugar.
Un niño palestino relató incluso que los soldados que atacaron su casa, mataron a su hermano de 12 años y le pisaron el cuello eran fuerzas especiales estadounidenses.
Washington negó que el muelle, sus equipos o sus soldados participaran en la brutal operación.
Los militares llegaron a Nuseirat en un vehículo con matrículas palestinas cargado con ropa y muebles para aparentar ser civiles desplazados, como los cientos de miles forzados a huir. Con ellos, una furgoneta que simulaba asistencia humanitaria.
Utilizar un señuelo humanitario en un ataque militar supone un crimen de guerra que puede ser penado por el Tribunal Penal Internacional.
Los soldados bajaron y comenzó una masacre de brutalidad extrema incluso para los ocho meses de destrucción continua, con al menos 274 muertos. Los testimonios de los supervivientes relatan el horror que provocaron helicópteros, drones, tanques y artillería para «despejar» la salida de los soldados y de los rescatados a través de calles y de un mercado abarrotados.
Bombas y disparos llegaban desde todas direcciones entre el pánico y los gritos de la multitud.
«La calle tenía solo 50 metros, pero estaba llena de cientos de personas, todas corriendo. Una mujer a mi lado se desmayó de terror y vi a los vendedores abandonar sus mercancías para huir», relató un testigo a Al -azeera.
Otros señalaron ejecuciones sumarias y un hombre denunció que mataron a su hijo de 12 años tras amenazarlo para que revelara nombres de la resistencia o lugares con armas.
Docenas de cuerpos quedaron esparcidos sobre las calles y el hospital de Al-Aqsa, el único en funcionamiento en el centro de la Franja y con recursos precarios, desbordado, en una situación que MSF calificó de «auténtica pesadilla».
En la brutal intervención, Hamas afirmó que murieron también tres de los prisioneros israelíes.