GARA
TEHERÁN

Irán va a una segunda vuelta en las presidenciales entre Jalili y Pezeshkian

Irán se dirige a una segunda vuelta electoral dentro de una semana después de que el reformista Masoud Pezeshkian consiguiera una estrecha ventaja sobre el candidato de la línea dura Saeed Jalili, pero no lograra más del 50% de los votos. La participación del 40% es un mínimo histórico para una elección presidencial desde la revolución de 1979.

El exnegociador del dosier  nuclear  y candidato conservador, Saeed Jalili, y el candidato reformista Massoud Pezeshkian saludando a sus partidarios.
El exnegociador del dosier nuclear y candidato conservador, Saeed Jalili, y el candidato reformista Massoud Pezeshkian saludando a sus partidarios. (Raheb HOMAVANDI | AFP)

Irán celebrará una segunda vuelta de las elecciones presidenciales el próximo 5 de julio después de que en la votación del viernes ninguno de los cuatro candidatos consiguiera una victoria absoluta, informó ayer Mohsen Eslami, portavoz de la comisión electoral del país, al anunciar los resultados tras el recuento final de votos. La segunda vuelta es necesaria en Irán si ningún candidato obtiene el 50% de los votos más uno. Los dos candidatos que competirán en la segunda vuelta representan lados opuestos del espectro político de Irán, y ambos se han presentado sin éxito a elecciones presidenciales en el pasado.

De los 24,5 millones de votos emitidos, el exministro de Salud del presidente reformista Mohammad Khatami y ahora parlamentario, Masoud Pezeshkian, obtuvo 10,4 millones (42,45%), mientras que el principal exnegociador del dossier nuclear y jefe del máximo organismo de seguridad del país, Saeed Jalili, recibió 9,4 millones (38,61%). El otro candidato conservador, Mohammad Bagher Ghalibaf, obtuvo 3,38 millones de votos (13,78%). Y en cuarto lugar quedó, Mostafa Pourmohammadi, exministro de Justicia que llevó a cabo una campaña comodín, con solo 206.000 votos (0,84%).

TRASLADO DE VOTOS

A menos que Pezeshkian pueda galvanizar a más votantes para que acudan a las urnas, que visto lo ocurrido en la primera vuelta ha demostrado que tiene posibilidades viables de ganar, es probable que el reformista pierda una segunda vuelta. Se prevé que la mayor parte, aunque no todos, de los votos de Ghalibaf se trasladen a Jalili. Aunque es conocida la rivalidad entre Ghalibaf y Jalili -tanto a nivel personal como ideológico-, que fue suficiente para impedirles alcanzar un pacto previo a las elecciones.

El candidato reformista ha utilizado los mítines y las reuniones públicas por video para interactuar con los estudiantes y prometió no tomar medidas enérgicas contra quienes se nieguen a usar el hijab (velo que cubre la cabeza y el pecho, que suelen usarlo las mujeres desde la edad de la pubertad). Pero en el centro de su campaña ha estado el llamamiento a que los problemas económicos del país no terminarán a menos de que Irán interactúe con las economías occidentales, incluso mediante la renegociación del acuerdo nuclear. Con el apoyo activo del exministro de Asuntos Exteriores, Javad Zarif, ha acusado a los partidarios de la línea dura de llevar a Irán a un callejón sin salida ideológico, cultural y económico.

«UNA NECESIDAD DEFINITIVA»

Es evidente que una alta participación electoral es clave para el Pezeshkian porque le daría una mayor oportunidad. De hecho, la decisión de permitirle presentarse fue vista como una concesión por parte del establishment, que necesitaba unas elecciones más abiertas para intentar atraer votantes. Tras depositar su voto, el líder supremo iraní, Ali Jamenei, pidió una alta participación, «la durabilidad, la fuerza, la dignidad y la reputación de la República Islámica dependen de la presencia de la gente», dijo a la televisión pública, «la alta participación es una necesidad definitiva».

Más de 61 millones de iraníes tenían derecho a votar en las elecciones, muchos de ellos por primera vez. Y la participación ha caído casi diez puntos, en las presidenciales de 2001 se registró oficialmente en un 48,8% con 24,9 millones de votantes. Irán necesita líderes con legitimidad mientras apoya los movimientos de resistencia en todo Oriente Medio, confronta monarquías no electas del Golfo y desafía a Occidente.