El mundo literario en shock: la hija de Alice Munro la acusa de proteger a su abusador
La carta abierta publicada en “The Toronto Star” por Andrea Robin Skinner, la hija menor de la escritora y Nobel de Literatura Alice Munro, revolvió ayer al mundo literario. Skinner denunció que su madre ignoró los abusos sexuales que sufrió cuando era una niña a manos de su padrastro, Gerald Fremlin.
El diario “Time” publicaba ayer un titular revelador: “El mundo literario se enfrenta al legado de Alice Munro tras la denuncia de abusos por su hija”. Porque, ¿realmente hay que separar a la obra de su creador? Es una de las cuestiones más polémicas de los últimos tiempos. El hecho es que, cuando la escritora canadiense y premio Nobel de Literatura murió el pasado mes de mayo a los 92 años, ninguno de los obituarios de los grandes medios en los que se loaba su obra incluía la condena por abusos hacia su hija de su segundo marido, Gerald Fremlin. Entre todos los que los conocían, incluida la propia Munro, se mantuvo el secreto durante décadas.
Ahora los muchos admiradores de Alice Munro, considerada la reina del relato corto, deben lidiar con un aspecto más oscuro de su legado que acaba de salir a la luz. La revelación de lo que hasta ahora había sido un secreto familiar ha conmocionado a los lectores y colegas de la famosa escritora, cuyas obras a menudo exploraban temas de la vida de las mujeres, dinámicas familiares complejas, sexo, trauma y secretismo.
En un desgarrador artículo publicado el domingo en el medio canadiense “Toronto Star“, firmado por Andrea Robin Skinner, la hija menor de Alice Munro, que ahora tiene 58 años, revelaba que su padrastro, el segundo marido de Munro, abusó sexualmente de ella desde que tenía 9 años. Concretamente los hechos comenzaron en el verano de 1976, cuando pasó el verano con su madre y su segundo marido, Gerald Fremlin. Fremlin se metió en la cama con ella en aquella primera ocasión y la tocó de manera inapropiada.
Cuando al final del verano regresó a casa, se lo contó a su madrastra, Carole, y esta, a su vez, al padre de la niña, Jim Munro, quien decidió no decir nada y, a pesar de lo sucedido, siguió enviando durante años a su hija a pasar los veranos con su madre. Los abusos se siguieron produciendo.
Cuando tenía 25 años, Andrea le confesó por fin a su madre los abusos de su padrastro. «Reaccionó exactamente como temía que haría, como si se hubiese enterado de una infidelidad», explicó en su carta y añadió que la escritora abandonó brevemente a Fremlin, no por los abusos sexuales que había cometido su marido sino por haberle sido infiel. «Me contó sobre los otros niños con los que Fremlin mantenía ‘amistades’, subrayando su propia sensación de que ella, personalmente, había sido traicionada», explicaba. «¿Se dio cuenta de que estaba hablando a una víctima y que yo era su hija? Si lo hizo, yo no lo sentí. Cuando intenté decirle cómo el abuso de su esposo me había causado daño, se mostró incrédula», añade.
Alice Munro siguió viviendo con Fremlin hasta que este murió en 2013 porque «le quería mucho». Previamente, en 2004, en una entrevista con “The New York Times”, expresó su inmenso amor por él y afirmó que mantenía una estrecha relación con todas sus hijas. Fue la gota que colmó el vaso. En 2005, su hija acusó de Fremlin y fue condenado sin juicio tras declararse culpable. Fue sentenciado a dos años de libertad condicional y a no mantener contacto con niños menores de 14 años, un resultado con el que Skinner dice sentirse satisfecha. «Lo que quería era que hubiera algún registro de la verdad, alguna prueba pública de que yo no merecía lo que me había sucedido», escribió.