Papistas a granel
La muerte del Papa Francisco nos ha pillado a la mayoría despertando en un lunes de Pascua que se guarda como feriado según el código postal de donde residas. Queda claro: el código postal se está convirtiendo en el ADN social más certero e importante. El Papa había estado el domingo de resurrección en actos oficiales y oficiosos y de repente, tras estar con el vicepresidente de USA JD Vance recién converso al catolicismo, entró en problemas graves de salud que parecían controlados y falleció de una manera sorpresiva.
Hasta aquí lo noticioso. Ahora empieza la literatura vaticana, los testimonios cargados de papanatismo y la presencia de una legión de papistas, algunos con vitola de ejercer de ello desde siempre y los conversos de última hora para poder encontrar un lugar en las mesas de tertulia. Los papistas a granel son los que opinan de la manera más rotunda, como si de verdad supieran algo sobre lo que va a pasar a partir de este momento. Claro, los que se las dan de saber sobre los procesos de los cónclaves del colegio cardenalicio cuentan lo del humo negro y el humo blanco como si fuera una canción de salsa canaria pero a ritmo de saeta. Este fallecimiento ha colapsado la vida periodística y política, se ha convertido en el tema del día, señal televisiva constante desde Roma, pero nunca vamos a saber nada de esa actividad secreta de ciento treinta y siete varones célibes, que saben rezar en latín y jurar en etrusco, que van a deliberar sobre el futuro de un Estado minúsculo con mucha influencia global. El gobierno progresista de un estado laico ha declarado tres días de luto.

«Sartutako zuhaitzek milaka urte iraun dezakeen basoa sortu dezakete»

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