Joseba VIVANCO
Fallece a los 79 años el exrojiblanco José Mari Maguregi

Se le acabó la magia, se le acabó la gasolina

El «Mago» de Miravalles militó nueve temporadas en un Athetic que consiguió dos Ligas y tres Copas, para después como entrenador especializarse en ascensos y encumbrar el fútbol físico y el «autobús».

«Quien no corra tiene menos porvenir que un espía sordo», era uno de los adagios preferidos de José Mari Maguregi. Él, que había compuesto junto a Mauricio Ugartemendia Lauzirika `Mauri' una de las medulares más recordadas del Athletic -los del «toque mágico» que decía el periodista Alfredo Relaño-, la de los dorados años 50, dignas sucesoras de la formada por Manolín y Nando, dejó como entrenador el legado de su famoso `autobús', el catenaccio patrio por el que se le recuerda en los banquillos pero que es solo una parte del legado que el Mago dejó para el fútbol. «Quienes me acusan de ser conservador no saben quien ha sido Maguregui en el fútbol», les respondió.

Enfermo desde hace tiempo, su última aparición pública tuvo lugar en la despedida del viejo San Mamés, codo con codo de otros ilustres ya igualmente veteranos como Rafa Iriondo, Etura, Carmelo o Koldo Agirre. Casado y con dos hijos, arrastraba problemas de salud en los últimos años que le obligaban a caminar con muletas. Su definitivo adiós fue este lunes, día en que a Magu se le acabó la magia, en que a su `autobús' se le acabó la gasolina. Contaba 79 años, de los que dedicó 43 al balompié, desde aquellos primigenios inicios en el Villosa laudiorra.

Nació en la localidad vizcaina de Miravalles el 16 de junio de 1934, jugó en el Llodio y el Villosa, ambos de categoría regional, y en el Getxo, hasta su salto a la fama cuando militó en el Athletic entre 1952-1961, época en la que conquistó una Liga (1955-56) y tres Copas (1955, 1956 y 1958), una de ellas, en Chamartín, culminando la remontada al cabecear con acierto una falta botada por Gainza. 234 partidos y 41 goles son sus registros.

Alineaciones para el recuerdo, formadas junto a Carmelo en la puerta, Orue, Garay y Canito por detrás, y Artetxe, Markaida, Merodio, Uribe y Gainza por delante. «Fueron momentos muy especiales, porque empecé a jugar al fútbol con 16 años y a los 18 ya debuté con el Athletic, equipo en el que estuve durante 9 años, fue una etapa maravillosa e incluso llegamos a ganar Liga y Copa en un mismo año», recordaba el propio protagonista hace un par de años. Tras su marcha jugó dos temporadas en el Sevilla, una en el Espanyol y otra en el Recreativo, donde colgó las botas en 1965.

«Maguregi era un futbolista de la parte de atrás y yo era más atacante. Hemos sido una pareja muy compenetrada, siempre jugamos juntos, jugábamos con mucha ilusión. Él era más técnico y yo más físico. Nosotros, a los 22 años éramos maravillosos como en la actualidad Xavi e Iniesta también lo son... Hemos sido buenos amigos y toda la vida hemos ido juntos a comer para mantener la relación viva», contaba Mauri en una entrevista en la web de la Federación Española de Fútbol, y es que fue siete veces internacional, siendo uno de los integrantes de aquella selección espeñola que se quedó fuera del Mundial de Suecia 58 por una moneda al aire echada por el niño Bambino.

Acuñó el «tiki-taka»

Tras su retirada como jugador, Maguregi inició una larga carrera en los banquillos españoles. Como técnico se convirtió en un experto en dirigir a equipos modestos con problemas y a comienzos de los 80 se le recordaba por no haber sido cesado en ninguno de los clubes a los que había entrenado (Sestao, Rácing de Santander, Celta, Almería y Español). Fue famoso también por la capacidad para lograr el ascenso de los equipos que dirigía. Lo consiguió dos veces con el Racing (1972-73 y 1974-75), con el Celta de Vigo (1977-78) y el Almería (1978-79), al que ascendió por primera vez en su historia y colocó en noveno lugar en su debut en Primera.

«Al fútbol hay que darle alegría y yo creo que contribuyo a que ese deporte no sea triste», dijo. Frente a quienes le consideraban un entrenador ultradefensivo, él se veía a sí mismo de otra manera, como confesó hace años: «Yo veo el fútbol fácil desde que nací. No tiene secretos para mí. El fútbol es movimiento. Hay que correr más que el contrario... a mí los jugadores técnicos me encantan. Me gustaría tener hombres que hicieran con los pies lo mismo que los jugadores de baloncesto hacen con las manos. Pero han de moverse porque para tocar el balón en un rincón ya estoy yo. A mí los trotones no me sirven. Esos, que se dediquen al ciclismo o al atletismo».

Si sobre el césped dejó muestras de su categoría, en el banquillo no pasó desapercibido. Los manguerazos sobre El Sardinero aunque no hubiera llovido en una semana, la marca personalizada sobre los rivales, «orden, lucha y preparación física. Con estas normas podemos llegar muy lejos», se dirigió a la plantilla del Atlético de Jesús Gil y Paolo Futre, con dos sesiones diarias en pretemporada y donde duró cinco partidos tras su espantada del Celta. Su fútbol físico, alejado del `tiki-taka' que él mismo acuñó, pero para referirse los partidillos a lo ancho del campo que se jugaba en los entrenamientos después de los ejercicios físicos, le pasó también factura en el Espanyol.

Como narraba Enrique Ballester en un artículo hace un par de años en ``Diarios de fútbol'' sobre su periplo de dos campañas en el club perico, «Canito, uno de los más queridos por la afición perica, declaró públicamente que el entrenador se limitaba a ordenarles que pegasen patadas. En el vestuario, Maguregui se enfrentó con la sección andaluza, a cuyos miembros llamaba aceituneros, Padilla le llamó jeta y a Lauridsen, que al llegar había mostrado su gusto por el fútbol de toque y espectáculo, se lo dejó bien claro: `Durante noventa minutos hará usted lo que yo le mande y, al final del partido, si quiere espectáculo, se va al centro del campo y se baja los pantalones'». Palabra de Magu. Su espinita, no haber podido entrenar a su Athletic. Veía el fútbol fácil desde nació. El lunes se le acabó la magia, la gasolina.

Josean Lekue aligera la enfermería rojiblanca

Ernesto Valverde recupera a Laporte para el derbi de Anoeta -«hay que dosificarle para prevenir posibles lesiones»- , también al largamente esperado Kike Sola que recibió el alta médica el día 21, y se confirma la presencia igualmente de Herrera a pesar de su esguince leve del domingo. Es lo que se vio ayer en Lezama y sobre lo que habló el jefe de los servicios médicos del club, Josean Lekue, quien confirmó que los jugadores han llegado de sus días de vacaciones «a buen nivel». El galeno rojiblanco adelantó que, de cara al exigente próximo calendario, con dos partidos por semana mientras el equipo siga en la Copa, en el trabajo físico a realizar «hay que poner el acento sobre todo en la recuperación» de esfuerzos tan continuados. Saborit, con una leve gripe, y Albizua, que estará en una semana, son sus únicos pacientes, tras abandonar la enfermería el navarro Kike Sola. Su lesión era «compleja» y «no muy frecuente en el fútbol», por ello, y por las recaídas, ha habido que «ser cuidadoso a la hora de darle el alta. El riesgo de una recaída es imposible de eliminar, pero hemos intentado minimizarlo», explicó. También aclaró que la pubalgia de Aduriz, que «evoluciona bien», no requerirá de quirófano.

J.V.