Elkarrizketa
Agus Barandiaran
Trikitilari de Korrontzi

«Mis melodías siempre suenan a casa, pero buscan la sorpresa, la emoción...»

Barandiaran es uno de los trikitilaris más destacados del país. Posee técnica, conocimiento del acordeón, curiosidad por las infinitas posibilidades del instrumento y sus posibilidades de interactuar con otras culturas desde su propio sonido tradicional, tal y como muestra en el actual disco-libro «Tradition 2.1». Su álbum más internacional.

Agus Barandiaran nace hace 38 años en Maruri-Jatabe. Un pequeño pueblo en el que crece al margen «del bullicio de las capitales», rodeado de viejas costumbres y tradiciones. «Todo esto influyó en que mi vida fuera poco rutinaria. Estaba todo el día entusiasmado escuchando fandangos o biribilketas en lugar del grupo anglosajón de moda que sonaba por cualquier emisora».

La afición por la trikitixa le llega por la «suerte» que tuvo al ver tocar a algunos de los referentes de la triki. «Yo quería tocar aquello que ellos tocaban. Me encantaba. Además, mi aita no paraba de poner en el coche aquel casete de los Bizkaiko Trikitilariak. Era vuelta y vuelta. Al final creo que el entorno es el que propició mi afición por el acordeón».

Los domingos Agustin Barandiaran, su aita, cogía el coche y a su hijo, Agus, y se iba al alto de Andrakas, a la humilde taberna que allí tenía Rufino Arriola. Agus se tomaba un Kas de naranja y si había suerte, tenía la ocasión de ver a Rufino tocar la triki, ya que era, en cierto modo, habitual que tras servir las rondas saliera de la barra para tocar. Era el año 88, «yo entonces tenía 13 años y le miraba impresionado. Posteriormente fue mi padre quien consiguió que aquel veterano jubilado, por los 77 años, me diera unas clases, en el mismo bar, en una pequeña habitación que siempre recordaré. Si algo aprendí de él fue a vivir la trikitixa y a conservar con ella nuestras costumbres».

Cuando Rufino Arriola, de Lemoa, falleció en el 96, Kepa Zabaleta (teclista en la actualidad de Ken Zazpi y profesor en la escuela de música de Galdakao) y Agus Barandiaran (profesor en Basauri en la actualidad) fueron al entierro a su pueblo. «Los dos tocamos en la iglesia, durante la liturgia. Luego hicimos una kalejira hasta el cementerio, pero el cura ya no nos dejó pasar». Barandiaran conocía a Zabaleta porque este era su profesor. Zabaleta es uno de los tres nombres del primer disco de Kepa Junkera: «Junkera, Zabaleta eta Imanol».

De toda esta historia lo que surge finalmente es un músico con una enorme facilidad tanto para tocar la triki como para componer piezas tanto de corte popular como sorprendentes variaciones.

Desde la tradición, Agus Barandiaran y Korrontzi, el nombre de su proyecto y que cumple este año su décimo aniversario, presenta «Tradition 2.1» (Baga-Biga), un ambicioso disco-libro de impecable presentación y empaquetamiento, bien justificado, con cedé y deuvedé que perfilan el talento que ha acumulado el trikitilari a lo largo de años de intensa preparación.

Agus es técnico, es ágil; es dinámico y melódico. Lo demuestra con cada uno de los dieciséis títulos, pero quizá «Aupa Maurizia», donde homenaje a la legendaria Maurizia Aldeiturriaga o «Sardos-k» puedan ser los temas que resuman la capacidad de pasado y presente de Barandiaran, quien presentará, por cierto, «Tradition 2.1» hoy a partir de las 19.00 horas en Fnac de Bilbo y el 5 en Fnac de Donostia.

En «Tradition 2.1» Korrontzi se arropa con músicos de diferentes nacionalidades, convirtiendo su diatónica y espectaculares composiciones en un cruce de sentimientos y olores que lo magnifican desde Maruri-Jatabe hasta más allá de los mares.

Su aitite, Jose Barandiaran, fue pastor y trikitilari de alma.

Mi abuelo básicamente era pastor, pero tenía algo especial con la música. Le encantaba el sonido de la trikitixa y eso hizo que primero se comprara un gramófono, con el cual amenizaba el portal de su caserío los domingos por la tarde. Posteriormente intercambió unas ovejas por una pequeña trikitixa marca Larrinaga-Guerrini. Él no sabía música, y nadie le enseñó nunca, ni siquiera los conceptos básicos de la triki, pero tenía afición y esto hacía que se sentara por las tardes a contemplar a su rebaño e intentara «sacar de oído» aquellas melodías que había escuchado en su gramófono. Nunca aprendió a tocar, pero siempre siguió organizando aquellas romerías de domingo por la tarde con sus discos de la compañía Columbia, situada en Donostia. Aquellos singles fueron las primeras grabaciones que se editaron alrededor de la trikitixa, me acuerdo haber visto por casa algún disco de la Trikitixa de Zumarraga.

Desafortunadamente no conserva ese acordeón.

Es una de las mayores penas que tengo, no poder conservarla. Eran tiempos de pobreza, no habían pasado muchos años desde la guerra e imagino que se tuvo que sacrificar [venderla] para poder seguir comiendo.

¿Y usted cuándo consigue su primera triki?

La primera se la compra mi padre a Rufino Arriola. Nos costó 30.000 pesetas y estaba llena de polilla. Era una triki muy vieja, pero me sirvió para comenzar a aprender algo, por lo menos a hacer un poco de ruido (risas).

Comenta en el disco-libro -generoso en explicaciones- que el pandero siempre ha acompañado a la triki, pero en realidad quizá fue al revés. La triki era el dúo pandereta (con su triki triki) y cantante, después llegó la diatónica y le birló el nombre al dúo festivo de pandero y voz...

Sí claro, al final la triki es un instrumento relativamente nuevo dentro de los tradicionales y desde luego fue el último en llegar. La triki llega a Euskadi sobre 1880, pero ya para entonces existían el pandero o la alboka, por no hablar de la txalaparta. Aunque lo consideremos muy nuestro, se dice que la triki llega desde Italia y rápidamente se propaga por el ambiente rural vasco, restando a otros instrumentos tradicionales su protagonismo y asociándose con la pandereta, que deja otros compañeros de viaje y se une a la triki para interpretar un repertorio que la triki en un principio recibe del txistu o la alboka.

Y la triki pasa de ser un instrumento rural a ser de todos.

Durante muchos años la triki fue un instrumento de ambiente rural, de hecho nos llega desde las clases más humildes. Esto supuso que fuera un instrumento denostado; una constante en el mundo del caserío, pero que fuera de él se miraba con rechazo. Tampoco ayudó el que la iglesia tildara al instrumento de «fuelle del infierno», propiciador del pecado por los ritmos y bailes que propagaba. Pero ese tiempo de cerrazón mental y casi inquisitorial dejaría paso hacia los años 80-90 a una revalorización del instrumento, por supuesto que esto no se produjo por un cambio espontáneo de mentalidad sociocultural, sino que hubo de ser peleado por grandes figuras a los que quienes amamos la triki siempre les estaremos agradecidos.

Pasó el triki-pop, que tanto éxito tuvo hace años y que propició que mucha gente se inclinara por tocar la triki, pero ¿en qué momento se encuentra ahora el instrumento?

Quizá te sorprenda mi respuesta, pero en muchas ocasiones he pensado que resulta contradictorio el lugar en el que hoy me parece que está. Este instrumento, como bien apuntas, ha experimentado una escalada cultural asombrosa desde el pasado hasta la actualidad. Hoy en día, son muchos, niños y mayores, los que desean aprender a tocar la triki y la música de este instrumento es ya reconocida y admirada fuera de nuestras fronteras (a mí mismo me sobrecogen los aplausos que el público extranjero nos brinda siempre que tocamos fuera de casa). Pero aquí, en casa, parece que la triki se ha cubierto de una cotidianidad que conduce a escucharla y valorarla desde lo habitual y, cuidado, aquí está el riesgo, la verdadera contradicción. Hemos peleado tanto por su reconocimiento que la propulsamos hasta convertirla en una seña de identidad de nuestra cultura, pero parece que ahora es tan próxima que quizá nuestro propio pueblo, como público, no le da el reconocimiento adecuado. Creo que es el momento de conseguir que la triki vuelva a sobrecoger a nuestra gente, tenemos un nuevo reto, y en este disco queríamos afrontarlo.

¿La triki necesita crecer mezclándose con otras tradiciones?

En mi opinión sí, aunque siempre sin perder nuestras raíces. Y me dirás: «ya, ¿y dónde está el límite?». Para mí es muy sencillo, mis melodías siempre suenan a casa, pero buscan la sorpresa, buscan que brote la emoción entre lo nuestro y lo otro.

«Al trabajo de otras ocasiones le tienes que sumar la coordinación de más de 50 músicos»

Cada disco de Korrontzi es un nuevo reto, ¿para su cabeza o para sus dedos?

Ni mi cabeza para ni paran mis dedos, de hecho a veces no sé muy bien desde dónde surgen antes las melodías, jajaja. Cuando la unión a un instrumento es tan grande, tu propia vida está unida a él y al final creces junto a él, te redefines con él, y ese ensamblaje es indestructible. No paro, me marco nuevos retos con la triki porque los vivo como nuevos retos personales y porque en ellos va una gran parte de lo que soy. Así que, cuando veo una nueva meta para la triki, lucho por ella porque no deja de ser un nuevo reto personal. Con el último trabajo he querido intentar que las nuevas melodías con nuestra triki de siempre vuelva a impresionar.

Parece claro que este es un trabajo con ganas de trascender fronteras, sea por los países y estilos representados como por el cuidado de la edición, idiomas, explicaciones...

Te voy a reconocer que sí, pero con un matiz importante. Sí he querido trascender fronteras con este trabajo, pero mis fronteras personales. Si he tenido la suerte de tocar fuera, de emocionarme fuera con otros músicos, de sentir que nuestra música viajaba mucho más allá al encontrarse con otras realidades..., debía plasmarlo en un disco o al menos intentarlo, me lo debía a mí mismo y se lo debía al instrumento para el que vivo y que me permite vivir más feliz, la triki. Además estamos recibiendo muy buenas críticas de este disco, tanto en nuestra tierra como en otras zonas. Fruto de todo esto permitirá que el disco se edite este año en muchos países bajo un sello internacional.

¿«Tradition 2.1» es un cruce de caminos?

Korrontzi ha tocado en cientos de escenarios con muchísimos artistas, grandes músicos de aquí y de allí que el destino nos ha presentado. Nos sentimos en deuda con todos ellos, porque hemos aprendido y hemos sentido con ellos un montón de emociones que se han trasladado a nuestros ritmos. Este disco queríamos que reflejara esas emociones y regalárselas al público porque para nosotros mismos fueron un regalo cuando las vivimos. El único modo de lograrlo era creando un disco que fuera una pequeña parte de esas emociones hechas melodías, un resumen de lo vivido en directo por Korrontzi en los últimos años.

¿Y estos dos años de trasiego y disco han derivado en ansiedad, nervios, inquietud...?

Lo que soy es muy cabezota. Este trabajo es de unas dimensiones desproporcionadas. En muchos momentos me ha superado porque al trabajo creativo de otras ocasiones le tienes que sumar la coordinación de más de cincuenta músicos de todo el mundo con los que concretar aportaciones, matices, fechas, grabaciones... Pero jamás me planteé abandonar el proyecto, lo tenía clarísimo, tenía que salir, podríamos tardar más tiempo, algún añito más, pero lo teníamos que hacer, era un compromiso absolutamente superior a las dificultades. P.C.