Jaime IGLESIAS MADRID
Elkarrizketa
Juan Diego
Actor

«El derecho a elegir cómo morir es el único escenario de libertad que nos queda»

Juan Diego (Bormujos, Sevilla, 1942) es uno de los actores más reconocidos y premiados del Estado español. Tres Goyas y una Concha de Plata en Zinemaldia engrosan una larga lista de galardones que se vio ampliada el mes pasado con el Premio al Mejor Actor que recibió en el Festival de Málaga por «Anochece en la India», debut en la ficción del documentalista Chema Rodríguez, que hoy llega a las salas.

Con la modestia propia del veterano curtido en mil batallas y la perseverancia de quien mantiene, contra viento y marea, un discurso perfectamente coherente, Juan Diego cautiva a sus interlocutores del mismo modo que aprehende la atención de los espectadores con cada una de sus interpretaciones.

La última es la de «Anochece en la India», donde el actor sevillano pone voz y rostro a Ricardo, un ex hippy que tras vivir una juventud de viajes por carretera a la India, transportando a compañeros de aventura, se ve condenado a pasar sus últimos días en una silla de ruedas, afectado por una enfermedad degenerativa: «Mis opiniones como actor valen poco, cuando las doy lo hago imbuido por el personaje que interpreto, de ahí que antes de preparar el papel con el director tuviera necesidad de encontrar al personaje. Lo primero que pedí fue una silla de ruedas porque quería estudiar las dificultades motrices que se le planteaban a este hombre. Luego te vas dando cuenta de que esas dificultades son lo de menos, ya que más allá del estado físico, lo que resulta determinante es el plano emocional. Obviamente el carácter huraño y agrio de Ricardo tiene que ver con la frustración que le genera ver cómo acciones que antes hacía de manera automática, ahora, según avanza la enfermedad, no le salen». Desde esa empatía, Juan Diego fue asumiendo «el sentido de todas esas sensaciones que embargan al protagonista de esta historia, una personalidad donde caben la nostalgia, el sufrimiento y el dolor por las pérdidas».

El intérprete considera que, en cierto modo, su personaje en «Anochece en la India» puede ser asumido en clave alegórica: «No se trata de alguien con una militancia definida pero en su actitud se intuye una cierta desilusión al comprobar que todo aquel caudal de solidaridad que se vivía en torno al movimiento hippy y que durante décadas sustentó el discurso y la acción de los partidos de izquierdas (hoy ya solo el discurso), ha ido desapareciendo». En este sentido, según el actor, la historia narrada en esta película puede interpretarse como la del renacer de una conciencia: «Su filosofía de vida está ahí y emerge de nuevo cuando nace esa historia inesperada con Dana, su asistenta. Gracias a ella redescubre el valor de la solidaridad y recupera esa antigua personalidad que le lleva, al final y pese a sus evidentes limitaciones, a sacrificarse para la salvación de ella, aun cuando la situación que se les presenta es propicia a sus propios intereses, toda vez que él ha ido a la India con el propósito de buscar una muerte asistida. Pero es bonito experimentar ese amor, más allá del último atardecer».

«Anochece en Katmandú»

Ese empeño del personaje por consumar su propia muerte en el lugar donde fue feliz en su juventud es lo que distancia la trama de la película de la historia real que la inspira, recogida por el propio realizador del filme en su libro «Anochece en Katmandú». Para Juan Diego: «El derecho a elegir cómo morir es el único escenario de libertad que nos queda y, desde el poder, nos lo quieren arrebatar en base no sé a qué moral, a qué imperativo económico».

Para aquellos que se oponen a reconocerle al individuo la libertad de decidir sobre cómo gestionar su propia vida, el actor tiene una pregunta: «¿Cómo pretendéis que el hombre se muestre resignado ante la pérdida de esa plenitud que un día sintió al verse reflejado en el espejo y que se fue afianzando con el paso del tiempo?». Muy pesimista sobre el futuro, Juan Diego dice que «tanto recorte en sanidad, en educación, en investigación y en cultura, aboca al ser humano a convertirse en algo desagradable, carente de belleza, de conocimiento, de ilusiones. Los espacios de bienestar cada vez son menores y están dentro de uno, lo que nos rodea es el resultado de un golpe de Estado perpetrado por el capital financiero del que tardaremos en recuperarnos».

Sin ser muy partidario de nostalgias, el actor no puede por menos que evocar con cierta añoranza momentos de mayor bonanza no solo para la industria cinematográfica sino para la sociedad en general. Ahora que se cumplen treinta años del estreno de «Los santos inocentes», filme que, según confiesa, fue el que le hizo abrazar con pasión el cine, Juan Diego concede que aquella época «fue la del nacimiento del verdadero cine en el Estado». Y no solo eso sino que «me atrevería a afirmar que hoy en día la clase trabajadora está mucho peor que entonces. A mediados de los 80 no teníamos grandes expectativas, casi todo nos parecía bien y nos conformábamos con poco. Pero de repente nos llenaron la cabeza de ilusiones, de que si estábamos preparados para ser un país europeo, de que si tal y que si cuál. Visto con una cierta perspectiva, lo que entonces se estaba afianzando era el modelo que nos ha traído a una situación como la actual».

«Habría que preguntar a estos que nos gobiernan qué pretenden conseguir asfixiando a la clase trabajadora como lo están haciendo -prosigue el actor-. Obviamente no soy un ingenuo y sé lo que pretenden, convertirnos en una filial del modelo social estadounidense y quitarnos la personalidad, arrinconando todo lo que supuso Europa como elemento revolucionario. Ahora mismo, a lo que se ve, el modelo de referencia lo constituyen países como China, que son Estados competentes, que funcionan muy bien en términos productivos, pero que, en el fondo, son sociedades esclavistas. Pero claro, estos gobernantes no van a reconocer nada de esto, ni nos van a dar respuesta alguna, ya encargarán a alguna pantalla de plasma que hable por ellos», concluye Juan Diego, con una mezcla de sorna y melancolía.

Basado en hechos reales

El guión de «Anochece en la India» es una adaptación libre del material reunido por el propio director de la película, Chema Rodríguez, en su libro «Anochece en Katmandú». En él recogía las experiencias de Lorenzo del Amo, un antiguo hippy quien, tras vivir en la India, de vuelta a Europa se hizo con un camión y empezó a mover viajeros por las rutas de Oriente y del África subsahariana. Bañándose en el río Níger sufrió una accidente que le dejó parapléjico y desde entonces vive confinado en una silla de ruedas soñando con retornar a los territorios de su juventud.

Juan Diego tuvo la oportunidad de conocer a aquel que inspira su personaje en el filme: «Sigue manteniendo un sentido del humor maravilloso. Hablamos durante todo un día y al final representamos ante él una escena que nos habíamos preparado para ensayarla que nos diera su opinión y resultó muy emocionante».