Mushtaq MOJADDIDI (AFP)
POBREZA Y TRAGEDIA EN AAB BAREEK

Desesperación entre las casas de adobe barridas por el desastre en Afganistán

Presos de una desolación total, los supervivientes de los corrimientos de tierra en el nordeste de Afganistán imploran ayuda. Los fotógrafos llegaron ayer a ese enclave casi lunar, donde casas de adobe han quedado sepultadas matando a unas 2.500 personas indefensas. Pobreza y desastres naturales van de la mano una vez más.

Un remoto pueblo convertido en cementerio. Eso es lo que han encontrado los primeros fotógrafos llegados al lugar en que se produjo el viernes una catástrofe que se calcula que ha acabado con unas 2.500 vidas, aunque oficialmente de momento no se reconozcan más que 300 por el escaso número de cadáveres rescatados. Ocurrió en el distrito de Argo de la provincia de Badajshan, una región pobre y montañosa fronteriza con Tayikistán, China y Pakistán, y relativamente preservada hasta ahora de la violencia del conflicto afgano.

Tras unas lluvias torrenciales, se formó un torrente de lodo y de piedras que llegó por un valle encajonado hasta la localidad de Aab Bareek, arrasándola casi por completo. El alud destruyó cientos de casas.

El presidente afgano, Hamid Karzai, decretó el domingo como jornada de duelo nacional en homenaje a las víctimas, y las banderas afganas ondeaban a media asta en los edificios oficiales. En Aab Bareek, la catástrofe dejó a 700 familias en la miseria absoluta, y muchas de ellas pasaron las dos últimas noches a escasos metros de las ruinas de sus casas, frágiles edificaciones de adobe barridas por una avalancha de tierra.

«Estaba comiendo cuando sucedió», explica Begum Nisa, una afgana de 40 años. «Escuché un enorme ruido, como un rugido, y me di cuenta de que era un corrimiento de tierra. Grité a mi familia `escapad', pero ya era demasiado tarde. He perdido a mi padre, a mi madre, a mi tío y a otros cinco miembros de mi familia», agrega.

«Perdí a mi hermana, mi casa quedó parcialmente destruida. Se volvió casi imposible sacar a las víctimas de los escombros. La gente decidió rezar y convertir este lugar en un cementerio», añade Noor Mohammad.

Pertrechados con palas, los equipos de rescate trabajaron durante horas para limpiar los escombros de unas 350 a 400 casas, con la esperanza de encontrar a gente atrapada.

Pero las operaciones de búsqueda concluyeron oficialmente el sábado y las autoridades tratan ahora de asistir a los damnificados.

«Reconstruir el pueblo»

De momento se han empezado a distribuir algunas tiendas de campaña y raciones de víveres. «Nos dieron tiendas, pero no bastan», declaró a AFP Imam Jaldar, un hombre de 60 años que ha perdido a su mujer y a dos de sus hijos en la tragedia. «Necesitamos comida y muchas otras cosas. Hay muchas víctimas que no han recibido todavía ninguna ayuda del Gobierno», añade.

Un fondo de urgencia creado por la administración para ayudar a los afectados ha reunido hasta ahora 350.000 dólares, dijo a AFP el portavoz del gobierno local, Ahmad Naweed Frotan.

Ayer, en la antesala de la segunda vuelta de las presidenciales, el candidato y ex economista del Banco Mundial Ashraf Ghani, visitó a los supervivientes. Frente a ellos pidió al Gobierno «medidas inmediatas».

Los cadáveres descansarán en una especie de fosa común, porque nadie se plantea mover los casi 30 metros de tierra desplomados sobre sus restos. La falta de medios obligó el sábado a las autoridades a renunciar a la búsqueda de las víctimas, cuyos cuerpos no serán recuperados y permanecerán sepultados sin identificar siquiera en el lugar donde les sorprendió el alud y perdieron la vida. La cara más dramática de la pobreza absoluta, en un paisaje que ni siquiera parece de este planeta.