Iñaki URDANIBIA
FILOSOFÍA

La herencia griega

No cabe dudar de que por estos lares geográfico-culturales somos hijos de Atenas, y sin exagerar también de Jerusalem. La herencia recibida de la Grecia clásica está presente, desde el mismo nivel etimológico, en todo el pensamiento y la práctica occidentales: la política, el arte, la arquitectura, la pedagogía, etc., una honda impronta en los modos de pensar, de actuar, de organizarse socialmente. En aquella área geográfica y en los siglos anteriores a nuestra era común se fundaron los cimientos que luego han perdurado a lo largo de los siglos; ya la mitificación de tal época y sus invenciones comenzó en tiempos del helenismo con el magno Alejandro. Las anteriores afirmaciones han solido venir adornadas con una visión un tanto, por no decir total, escorada hacia lo positivo de la herencia y la consiguiente crítica de las desviaciones a que se la ha sometido en el tiempo. Ejemplo claro de lo que digo se ha podido ver en la concepción de la democracia ateniense como el colmo de la igualdad y hasta del libertarismo; paradigma de esto, simbolizado en el ágora, son: los elogios de los François Châtelet , los Cornelius Castoriadis, o los Jean-François Lyotard destacando las maravillas del «poder vacío o sin centro», en el que se daba una posible rotación, y la posibilidad de revocación constante, en la ocupación de dicho centro, visiones realmente arcangélicas y que obvian el carácter elitista del denominado «poder del pueblo» ( demos = pueblo / cracia = poder), discriminador (mujeres, jóvenes, esclavos y metecos, entre otros, quedaban fuera de la participación), al tiempo que se olvida la creación de un cuerpo especializado (sofistas mediando) en la deliberación de los asuntos de la polis. De aquellas lluvias... estos lodos.

El filólogo, sabio me atrevería a decir, italiano Luciano Canfora (Bari, 1942) dedica este imprescindible libro a desmitificar los aspectos que vengo señalando. No es oro todo lo que reluce, y así la igualitaria y ejemplar democracia queda reducida a la libertad y el poder para una minoría de poderosos, mientras que el resto queda excluido de la toma de decisiones y de los bienes que la economía del país pueda producir (¿os suena?). Dirige, igualmente, el profesor sus dardos contra las visiones maniqueas que habitualmente se mantienen y que presentan como únicos enemigos de la democracia a los espartanos, ignorando que dentro del propio entramado ateniense residían fuertes y fundadas críticas al modo organizativo en marcha.

Imposible en estas breves líneas dar cumplida cuenta de la tarea que lleva a cabo Canfora en esta obra, que es un ejemplo apabullante de documentación y de rigor, en la que además se presta abundante espacio a las opiniones de los protagonistas y otros contemporáneos de aquellos tiempos «ilustrados» de Pericles; caminamos así por una visión, diría que, interna de los propios tiempos y pensamientos visitados. Pericles, Alcibíades, Demóstenes, Isócrates, Calícles, Protágoras, Sócrates, Platón, Aristóteles, Tucídedes, y... una multitud de personalidades que nos hacen tomar el pulso de aquellos años agitados, en los que se edificaban los fundamentos, y en los que Atenas brillaba por sus innovaciones tanto políticas como guerreras (pues tampoco se ha de olvidar el carácter expansionista del ejemplar país).

Verdadera labor de deconstrucción y de poner las cosas en su sitio haciendo que las supuestas desviaciones de la verdadera democracia, hoy, no sean tales sino que ya venían de fábrica, tales carencias ya estaban presentes en los orígenes, el problema reside en que el paso del tiempo en vez de ampliar el poder del pueblo o mejorar la participación del pueblo, lo que ha hecho es consolidar los privilegios de unos pocos en detrimento de los muchos, y la concentración del poder monopolizado por instancias ajenas a la estricta política y a las decisiones populares, la economía dominando en última y... en primera instancia. ¡Un estudio que no ha pasar inadvertido!