Aritz INTXUSTA IRUÑEA

Morrás desvela su Amaiur inacabado y obras en las que ha trabajado durante 15 años

Doce años después de su última gran exposición, Xabier Morrás desvela en qué ha estado trabajando. La Sala de Armas de la Ciudadela de Iruñea recoge 85 obras, muchas de ellas de gran formato. Preside la sala su cuadro conmemorativo de Amaiur, que Morrás ha convertido en un enorme retrato colectivo donde se mezclan sus seres queridos, artistas e historiadores.

Pablo Antoñana, Jimeno Jurío, Jorge Oteiza, Gaizka Aranguren, el propio Xabier Morrás y otro centenar de rostros más o menos conocidos montan guardia frente al castillo de Amaiur. Ha caído la noche, las hogueras están encendidas y se intuye que falta poco para la batalla. El cuadro es enorme y preside la exposición del pintor navarro ha instalado en la Sala de Armas de la Ciudadela. Morrás llevaba 12 años sin presentar una colección tan ambiciosa como la que ayer se inauguró en Iruñea con varias obras de diferentes estilos, varias de ellas de gran formato, aunque ninguna tan grande como la de Amaiur.

El cuadro sobre los defensores de Nafarroa está inacabado. No se aprecia en un primer vistazo, pero en la última fila de rostros conocidos serpentea una línea que indica dónde irán los siguientes retratos. La obra es colosal con la primera fila de personajes a tamaño casi natural sobre un lienzo de cuatro metros de alto. «Es un cuadro de un tamaño tal que me exige físicamente, hay que estar de pie, subido a una escalera. Se pinta casi con el cuerpo», dice Morrás. El autor lleva trabajando en ella desde el año 2007 y su intención es proseguir hasta el año 2022, cuando la gesta de los últimos defensores de Nafarroa Garaia frente a las fuerzas españolas cumpla 500 años.

A Morrás lo descubrimos cerca del hocico de un caballo blanco. Su intención es retratar a tantas personas como defensores hubo en el castillo. Va por los 130 y le quedarían otros 70. La selección de personas reales para conformar la línea defensora es subjetiva. Destacan los rostros conocidos, de historiadores o artistas, pero el criterio es mucho más personal y, por ejemplo, su hermano tiene un papel protagonista. «Se trata de personas que han marcado mi vida de una u otra manera independientemente de que los haya conocido o no», explica el autor mientras señala el rostro de una amiga que falleció recientemente sin saber que aparecía. Más al fondo, el pintor repara en dos mujeres, una joven y la otra ya de pelo cano. «¿La reconoces?, es Maravillas Lamberto, a la que mataron en Larraga y la de al lado, la mujer mayor, es su hermana pequeña», dice Morrás. También entre las líneas defensivas de más atrás, separado del grupo por la izquierda, aparece Germán Rodríguez.

Las obras de 15 años de trabajo

Junto a la obra inacabada, Morrás ha dispuesto también cuadros de tres temáticas distintas. Todo óleos y algún boceto con lápices de colores y grafito. «Son técnicas tradicionales, con las que me siento cómodo», explica. La primera línea de trabajo tiene que ver con «la patria y lo auténtico» y en el destaca un curioso autorretrato familiar. La segunda es un homenaje a rascacielos, máquinas y fábricas del periodo de entreguerras de ciudades como Londres y Nueva York. La tercera línea de trabajo está vinculada al arte al servicio del poder descontrolado.