La única opción posible, siempre que Mas quiera convocar elecciones
Como simple mortal, a uno solo se le ocurren dos motivos para entender la reacción del president, Artur Mas, al anuncio vespertino de ERC: o se pasó de frenada en el esfuerzo por presentar a la otra parte como inflexible o sencillamente no quiere convocar elecciones y busca una coartada. No hará falta esperar demasiado, la semana que viene tendremos probablemente la respuesta.
El hecho de que dos de las tres propuestas presentadas por Mas hablen de listas separadas demuestra que el president tiene totalmente asumido que su lista unitaria original no será posible. Por lo tanto, no hay muchas más opciones que la aceptada ayer por los republicanos. Es cierto que, en contra de lo que pide Mas, ERC no renuncia a incorporar a independientes, pero es de cajón: si los independientes solo pueden sumarse a una sola lista, más valdría hablar de dependientes. La clave del paso dado ayer por Esquerra radica en que deja a Mas toda la iniciativa a la hora de captar apoyos externos, por los cuales no entrará a competir ERC. Solo incorporaría aquellos que rechacen antes ir con Mas. Se puede decir de otra manera: los republicanos aceptan iniciar la carrera diez minutos más tarde que Mas, pero el president exige que salgan una hora más tarde.
Dicho esto, cabe decir que la solución mixta de las listas-separadas-pero-con-una-Lista-de-País-para-Mas es una marcianada. Y sin embargo, a día de hoy es probablemente la única opción de desencallar un proceso que siempre ha conseguido avanzar a base de consensos mínimos, renuncias variadas y artefactos extraños como el proceso participativo. Recuerden: tampoco la pregunta del 9N era precisamente perfecta. No era la mejor ni para los independentistas, que querían un Sí o No a la independencia, ni para los federalistas, que preferían una sola pregunta con tres opciones. Y sin embargo, la doble pregunta encadenada, la única capaz de reunir en una misma foto a la CUP y a Unió, sirvió para dar un paso de gigante hace exactamente dos meses. Lo mismo sucede ahora, cuando va tomando forma una extraña fórmula electoral capaz de hacer avanzar de nuevo el proceso. Pero para ello, claro está, hacen falta unas elecciones.