Pista falsa
Me parece evidente qué pistas se deberían priorizar para tratar de esclarecer el atentado que costó la vida de García Goena. No precisamente esa supuesta pista que vendió «El Mundo» como gran exclusiva, la del fotógrafo de Hendaia llamado Patxi. Una pista claramente destinada a desviar la atención de las que sí conducen directamente a los culpables
Cvite ha presentado una denuncia penal contra el exdirector de la Guardia Civil Luis Roldán por «ocultar información sobre asesinatos de los GAL». Entre ellos, el último reivindicado usando dichas siglas, el cometido el 24 de julio de 1987 en Hendaia, con una bomba-lapa, y que costó la vida a Juan Carlos García Goena.
Seguro que Roldán ha ocultado información al respecto, pero otro tanto han hecho otros personajes bien conocidos sin que Covite haya tomado medida alguna contra ellos. Por ejemplo, contra el general Sáenz de Santamaría quien en su día declaró saber quién cometió el atentado y por qué.
Otro que sabe muchísimo es el exsubcomisario José Amedo que en su último libro, «Cal viva», se ha dedicado a potenciar una falsa pista que lanzó en su día el diario «El Mundo» y tras la que probablemente estuviera él mismo. Consiste en involucrar en el atentado a un fotógrafo de Hendaia llamado Patxi que, según Amedo, facilitó a quienes colocaron la bomba-lapa una foto de García Goena que les permitió identificarlo. Una burda mentira, ya que el verdadero objetivo de aquel atentado no era García Goena, sino un vecino suyo llamado Juan Bautista Argote que las Fuerzas de Seguridad españolas ligaban a ETA pm.
Prueba de ello es que, un mes después del atentado, los periodistas Melchor Miralles y Ricardo Arqués localizaron un zulo de los GAL donde hallaron, además de una bomba-lapa de las mismas características que la usada para asesinar a García Goena, el comunicado inicialmente previsto para reivindicar aquel atentado, en el que no se mencionaba a García Goena, al que asesinaron por error, sino a su vecino, el verdadero objetivo.
Los datos para encontrar aquel zulo se los dio a Arqués un informador anónimo, Pedro, que actuaba de portavoz de un grupo desconocido, y que, al ponerse en contacto con él a finales de abril de 1987, le dijo que más adelante le daría los datos necesarios para localizar dicho zulo. También le reveló que iba a producirse un atentado de los GAL en Iparralde, lo que resultó ser sorprendentemente cierto. Un par de informaciones de suma importancia que bien hubiesen podido servir para impedir el atentado si se hubieran gestionado de otra manera.
Sea como fuere, tras el atentado, Pedro les contó a Miralles y Arqués que los autores habían sido Amedo y sus hombres, y les explicó las razones que habían tenido para cometerlo. Eso sí, se abstuvo de aportar las pruebas necesarias para demostrar dichas acusaciones. Unas pruebas de las que a buen seguro debían disponer quienes se escondían tras él. No en vano sabían tantísimas cosas sobre el atentado antes de que este se produjera: que se iba a cometer, quién lo iba a cometer, la ubicación de un zulo vinculado al mismo...
Además, Pedro dio sobradas muestras de lo mucho que sabían sobre los entresijos de la guerra sucia y de Amedo como organizador de esta. Razón de más para que esté persuadido de que se reservaron no poca información sobre el atentado que provocó la muerte de García Goena.
Significativamente, la Justicia española nunca ha querido saber nada al respecto, ni ha mostrado interés alguno por esclarecer quién se escondía tras Pedro y sus motivaciones. Algo sobre lo que se han formulado no pocas hipótesis de las cuales considero la más lógica la de que fuesen las autoridades y Fuerzas de Seguridad francesas, porque eran las que tenían el máximo interés en poner al descubierto las actividades de Amedo.
Les interesaba sobremanera deshacerse de Amedo, y con él del claro chantaje que suponía el que reanudaran los atentados. Por eso, lo más lógico es que pusieran todos los medios a su alcance para neutralizar aquellos planes de los que dio cuenta Pedro a Miralles y Arqués y que estos pudieron corroborar poco después gracias al testimonio de Inmaculada Gómez, la entonces amante de Amedo.
A raíz de la promoción de su libro «Cal viva», Amedo apuntó también en la misma dirección, insistiendo en que sabía perfectamente quién filtró la localización del zulo de los GAL. Según él, fue Jean-Louis, un policía francés que colaboró muy activamente con los GAL y ha salido a colación en múltiples ocasiones. Su identidad es oficialmente desconocida, pero Amedo no oculta en absoluto que lo conoce y sabe el cargo que ocupa en la Policía francesa. Lanza así un claro mensaje a las autoridades francesas: que no vayan a pensar que les saldría gratis filtrar más datos que los filtrados por Pedro en su día.
Ante todo ello, me parece evidente qué pistas se deberían priorizar para tratar de esclarecer el atentado que costó la vida de García Goena. No precisamente esa supuesta pista que vendió «El Mundo» como gran exclusiva, la del fotógrafo de Hendaia llamado Patxi. Una pista claramente destinada a desviar la atención de las que sí conducen directamente a los culpables.
A pesar de ello, Covite se empeña en seguir esa pista, en lugar de solicitar a los jueces de la Audiencia Nacional que llamen a declarar a Amedo para preguntarle sobre la identidad de Jean-Louis y los demás policías franceses que colaboraron con él en la guerra sucia. Y de paso, preguntarle sobre el zulo de los GAL que localizaron Miralles y Arqués, y sobre tantas otras cosas de las que ha hablado a diestro y siniestro mientras promocionaba sus libros.
Covite podría preguntar asimismo a Miralles y Arqués si es cierto que, antes de cometerse el atentado, Pedro les dijo que iba a producirse y prometió darles el emplazamiento del zulo claramente vinculado al mismo. Y tantas otras cosas que al parecer no interesan en absoluto a los jueces de la Audiencia Nacional.
Profundizando por esa vía, sí que sería posible esclarecer ese último atentado reivindicado usando las siglas GAL. Siguiendo la vía que Amedo y «El Mundo» han tenido tanto interés en potenciar, segurísimo que no.