Marcel Pena
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad
Francisco Cepeda posa junto a su hermano Primi durante la Vuelta Cicilista al País Vasco de 1929.
Francisco Cepeda posa junto a su hermano Primi durante la Vuelta Cicilista al País Vasco de 1929.
CEDIDA POR ÁLVARO REY CEPEDA

La muerte de Francisco Cepeda, el primer vasco del sur que terminó el Tour

El nombre de Francisco Cepeda debería estar escrito en letras de oro en las páginas del ciclismo vasco. Sin embargo, el corredor de Sopuerta parece haber pasado flotando por la historia. Primer vasco de Hegoalde en terminar el Tour, fue también el primer fallecido durante una de sus etapas.

Francisco Cepeda Nistal (Sopuerta, 1906 - Grenoble, 1935) tiene el triste honor de haber sido el primer ciclista que falleció mientras disputaba el Tour. Haber perdido la vida en la reconocida vuelta gala, no obstante, no ha significado ningún reconocimiento por parte de los organizadores, a pesar de que han pasado más de 87 años desde aquel fatídico y todavía a día de hoy «misterioso» accidente en el que murió el corredor vizcaino.

Iniciado en el ciclismo profesional en 1923, con apenas 17 años, Cepeda fue rápidamente reconocido como un excelente escalador, lo que le valió para conseguir numerosas victorias y podios en multitud de carreras. Correcto en el llano pero falto de sprint, eso no le impidió proclamarse dos veces campeón de Bizkaia y ser considerado uno de los grandes ciclistas de finales de los años 20 y principios de los 30. Contemporáneo de los también vizcainos Cesáreo Sarduy, Segundo Barruetabeña o Domingo Gutiérrez, el de Sopuerta rápidamente los alcanzó como uno de los grandes corredores vascos de la época.

De debutar en el equipo Sopuerta Sport, Cepeda pasó a defender los colores del maillot del Athletic Club, con el que consiguió algunos de sus grandes triunfos, así como el del Real Madrid, cedido durante el servicio militar que realizó en la capital española en 1928. También correría para la Sociedad Ciclista Vitoriana y la Sociedad Ciclista Bilbaina. Dos veces tomó parte Cepeda en la Vuelta al País Vasco, con unos nada despreciables 13º y 17º puestos. A pesar de tratarse de una competición de reciente creación, cuya primera edición se disputó en 1924, desde el primer momento contó con corredores franceses, belgas, españoles o italianos de primer nivel.

De Cepeda –o ‘Paquillo’, como era conocido entre los compañeros de deporte– destacan los logros conseguidos en Euskal Herria, y otros territorios del norte de la Península Ibérica. Así, de su palmarés sobresalen victorias en carreras de fin de semana como el Circuito de Getxo (dos veces), la Prueba de Torrelavega, el Circuito de Tafalla, la Gran Prueba Internacional de Irun o la Vuelta a Araba, entre otras. Sobre su participación en la grandes vueltas hay que mencionar que participó en la primera edición de la Vuelta, disputada en 1935, logrando un destacado 17º puesto.

En lo que al Tour se refiere, Cepeda corrió cuatro veces la ronda francesa, aunque solo en la primera de ellas, la de 1930, pudo cruzar la meta en los Campos Elíseos, convirtiéndose de esta manera en el primer corredor de Hego Euskal Herria que completaba la vuelta. La segunda, en 1931, la corrió en solitario como único miembro del equipo español y tuvo que retirarse debido a una forunculosis en la 20ª jornada; mientras en 1933 fue descalificado por llegar fuera de control en la primera etapa. La última, en 1935, tuvo un trágico desenlace.

El fatídico Tour de 1935

El 13 junio de 1935, Cepeda firmaba en Donostia el contrato que lo convertía en integrante del equipo español que iba a disputar el Tour de ese año. De esta forma, el de Sopuerta volvía a su competición favorita después de un año apartado de las carreras, como consecuencia de la decepción cosechada en el Tour de 1933.

Espectadores aprovechan para fotografiarse con Cepeda durante el Tour de 1930, en la etapa entre Cannes y Niza, mientras sustituye el tubular trasero de su bicicleta. (CEDIDA POR ÁLVARO REY CEPEDA)

Además del corredor vizcaino, que disputó la cursa como «individual», los vascos Mariano Cañardo, Emiliano Álvarez y el también encartado Federico Ezquerra componían algunas de las ocho plazas de la selección estatal. Todos ellos tomaron parte en el Grand Départ, que tuvo lugar el 4 de julio en París, concretamente frente a la redacción del periódico deportivo “l’Auto”, organizador de la carrera, ubicada en el distrito de Faubourg-Montmartre de la capital gala.

Esta primera etapa, que recorría los 262 kilómetros que separan París y Lille, era de infausto recuerdo para Cepeda. Etapa extremadamente llana, sin repechos destacados, favorecía que los corredores alcanzaran grandes velocidades, algo que complicaba la vida a los ciclistas acostumbrados a la montaña, como eran los vascos. De hecho, dos años antes, Cepeda ya se vio obligado a abandonar la carrera después de llegar fuera de control en esa primera etapa, junto al labortano Jean-Baptiste Intzegarai.

A pesar de que en 1935 sí que pudo llegar a tiempo, el Tour no comenzó nada bien para el corredor de Sopuerta. Según se conoció después de la etapa, Cepeda había sufrido un «fortísimo cólico» durante todo el recorrido, lo que mermó su capacidad competitiva, cruzando la meta finalmente tras 7 horas y 58 minutos de pedaleo, 34 minutos y 4 segundos más que el vencedor del día –y a la postre de esa edición del Tour–, el belga Romain Maes.

Todavía aquejado por su dolencia de estómago, fue en la tercera etapa, entre Charleville y Metz, cuando Cepeda mostró signos de mejora a pesar de continuar pedaleando en un terreno poco propicio para sus cualidades, como demuestra que llegara incluso por delante de algunos compañeros de equipo, al contrario de la primera etapa, cuando fue el farolillo rojo del grupo. En aquel momento, Cepeda se encontraba en el puesto 80º de la clasificación general con un tiempo de 18 horas, 30 minutos y 22 segundos.

La cuarta etapa, que unía Metz y Belfort a través de 220 kilómetros que atravesaban los Vosgos y escalaba el Balón de Alsacia, primer puerto puntuable en la clasificación de la Montaña, fue un punto de inflexión para el equipo español. Cepeda contaba con experiencia en dicha etapa ya que, aunque disputada en sentido inverso –con salida de Belfort y llegada a Metz–, en 1930 el vizcaino llegó en el grupo de 31 corredores que lideró la etapa, con victoria final para el francés Charles Pélissier. En 1935, en cambio, pasó sin pena ni gloria por la cima del Balón de Alsacia, yendo a la cola del grupo durante gran parte del recorrido y perdiendo 14 minutos en el descenso. Al final de la etapa, Cañardo, Trueba y Ezquerra abandonaron la carrera por encontrarse sin fuerzas para competir, mientras que Álvarez fue atropellado sin mayores consecuencias por el coche del periódico italiano “La Gazzeta di Popolo”.

Con resultados discretos para Cepeda en la etapa doble del 8 de julio, que incluía a la tarde una contrarreloj, y una jornada de descanso el 9, el día 10 comenzaba la conquista de los Alpes. En la etapa entre Evian y Aix-les-Bains, Cepeda confirmó la mejora que había ido mostrando durante las últimas jornadas, cada vez más repuesto de sus problemas estomacales.

La séptima etapa, con salida de Aix-les-Bains y llegada en Grenoble, era la más dura antes de llegar a los Pirineos, con ascensos al Col du Télégraphe y al Col du Galibier y descensos llenos de curvas, algo que junto a un calor cada vez más sofocante resultaría clave en el terrible desenlace. En este escenario, una serie de desafortunadas circunstancias llevarían a la desgracia a Cepeda. A la altura del pueblo de Rioupéroux, una vez dejado atrás le Bourg-d'Oisans, el vasco sufrió una grave caída que le ocasionó un fuerte traumatismo craneal. Ante la ausencia de vehículos medicalizados, parece ser que fueron unos particulares quienes llevaron a Cepeda hasta el hospital de Grenoble.

Francisco Cepeda, primer corredor fallecido durante una etapa del Tour. (CEDIDA POR ÁLVARO REY CEPEDA)

Cepeda fue trasladado al centro sanitario, donde su estado fue calificado como «muy grave». Sufría una fractura en la base del cráneo. En el mismo hospital le fue practicada una trepanación para reducir la presión intracraneal, pero Cepeda ya no volvió a recobrar el conocimiento. Murió tres días más tarde, el 14 de julio, a los 29 años. Se acababa de convertir en la primera víctima mortal de la exigente vuelta al Hexágono.

¿Reventón o atropello?

El mismo día que tuvo lugar el fatal accidente de Cepeda, un coche había atropellado al belga Gustave Danneels y al francés Antonin Magne justo al inicio de la etapa. Esto provocó que en un primer momento corriera el rumor de que Cepeda había sido atropellado, aunque eso parece ser que no fue lo que sucedió. Y si hablamos en estos términos tan inciertos es porque la investigación oficial se cerró seis meses después del suceso, en enero de 1936, sin gran interés por parte de la organización en aclarar los hechos, sino más bien por esconderlos.

La causa más probable de la caída de Cepeda fueron las nuevas llantas introducidas por la organización de la vuelta gala. Hasta 1935, las bicicletas llevaban llantas de madera, pero aquel año se impusieron las de duraluminio. El periodista y director del portal especializado en ciclismo “Directvelo”, Pierre Carrey, escribió en el diario “Libération” en 2013 un artículo dedicado a los «héroes ocultos» del Tour, aquellos ciclistas que habían fallecido durante la carrera, entre los que, por supuesto, figuraba Cepeda. Según señala Carrey en dicha pieza, las nuevas llantas eran más ligeras y más rígidas que las de madera, pero podía suceder que se calentaran en exceso, sobretodo en los descensos como efecto del constante frenado. Eso provocaba que los tubulares se soltaran de la llanta, o incluso que reventaran.

De hecho, a lo largo de las primeras etapas de ese Tour las caídas fueron numerosas, algo que tanto los ciclistas como los medios especializados atribuían a las nuevas llantas. El cambio no fue del agrado de los corredores, dejándolo claro desde el inicio del Tour. Unas reivindicaciones que no fueron escuchadas por la organización, que acababa de firmar un contrato de patrocinio con la Sociedad del aluminio. «El tímido Cepeda, que corría el Tour por pasión y se ganaba la vida como juez municipal en España, reventó su neumático delantero. El minuto de silencio guardado en su época resuena hasta nuestros días», lamentaba Carrey. Solo tras la muerte de Cepeda cedieron, recuperando las llantas de madera.

Álvaro Rey Cepeda, sobrino nieto del corredor, pudo consultar hace unos años el dossier policial con la investigación del caso, albergado en el archivo de Grenoble. Aunque contradictorios, de los relatos de los testigos se desprende que la causa principal del accidente fue que se le salió el tubular de la llanta, si bien no queda demasiado claro si también hubo algún coche inmiscuido en el suceso. «Mi tío fue víctima de un avance tecnológico, fue un conejillo de indias», lamenta Álvaro más de 87 años después.

Recuerdo y homenajes

Cepeda fue el primer ciclista en fallecer durante una etapa del Tour, pero eso, 87 años después, todavía no ha sido motivo para que los organizadores de la prestigiosa vuelta le hayan dedicado algún tipo de reconocimiento, a diferencia de Tom Simpson y Fabio Casartelli, fallecidos en 1967 y 1995 respectivamente, y que cuentan con sendos monumentos en el lugar en el que perdieron la vida. El Tour de 2023, con salida desde Bilbo y tres etapas en suelo vasco, parecía el momento idóneo para recordar al ciclista vizcaino, aunque finalmente, a pesar de los esfuerzos de la asociación cultural local Alen elkartea, ‘la Grande Boucle’ no pasará por Sopuerta ni se ha anunciado un reconocimiento a su persona.

Álvaro Rey Cepeda, encargado de recuperar la memoria del ciclista, junto al monumento en memoria de su tío abuelo en Sopuerta. (Oskar MATXIN EDESA | FOKU)

El silencio francés sobre el accidente viene de largo, ya que la propia prensa de la época pasó de puntillas sobre el suceso. Además, como si tratara de quitarle hierro al asunto, el director del Tour y de “l’Auto”, Henri Desgrange, declaró en un primer momento que Cepeda se encontraba «fuera de peligro», aunque la realidad fuera muy diferente.

Además de la labor de Álvaro Rey Cepeda para recuperar la memoria de su tío abuelo, aficionados al ciclismo de diferentes países han dado con la historia de Francisco Cepeda y han querido aportar también su granito de arena para que no caiga en el olvido. Así, hasta Sopuerta han llegado dos curiosas historias. La primera tiene como protagonista a David González, un joven asturiano aficionado al ciclismo y su historia. En uno de sus viajes para ver el Tour y aprovechando que tenía conocimientos en el gravado de piedras, González erigió un pequeño monolito para homenajear a Cepeda en la cima del Galibier. «Han pasado varios años y de vez en cuando todavía me mandan fotos de que sigue ahí», explica agradecido Álvaro.

La segunda historia tiene a su protagonista en Gran Bretaña. Mientras buscaba imágenes en movimiento de su tío, Álvaro dejó un comentario en YouTube solicitando ayuda en esta misión. Si bien no era por este propósito, sí que recibió un mensaje de Mike Thompson, un aficionado al ciclismo que compaginaba su hobby con la escritura sobre temas deportivos. Con la ayuda de Álvaro, Thompson terminó el primer borrador de un libro –en inglés– sobre la vida de Francisco Cepeda, aunque por el momento no se ha animado todavía a publicarlo.

Todos estos guiños a la memoria, junto a algunos de la Diputación de Bizkaia o el Ayuntamiento de la localidad donde ocurrió el accidente –esta última a iniciativa de Thompson– que no han llegado a concretarse, conforman todo el reconocimiento póstumo que ha tenido Cepeda. «La clave está en los franceses, porque la carrera es suya. Todo lo que se haga o no se haga debería estar auspiciado por el Tour. Creo que sería lo propio», valora Rey Cepeda, quien no entiende la posición de la carrera tantos años después. «A estas alturas, casi un siglo después, nadie está por la labor de echar culpas a nadie. Es más, la familia y los aficionados al ciclismo lo único que queremos es que haya un justo reconocimiento por un hombre que dio la vida por una prueba deportiva».

En cambio, Cepeda sí que cuenta con una escultura en su pueblo natal. Erigida por el Ayuntamiento de Sopuerta en el año 2006 con motivo del centenario del nacimiento de su ilustre vecino, este monumento no solo tiene valor por el recuerdo a Cepeda, sino también por el lugar en el que se encuentra. Ahora convertido en plaza, sobre ese mismo solar se alzaba la casa en la que nació y creció Cepeda, derruida unos años más tarde. Un recuerdo que seguro que es el que más ilusión le habría hecho, pero que debería ser solo uno más de los muchos que merece el ciclista vasco que se dejó la vida bajando el Galibier.