Miguel Mari Lasa, el ciclista vasco más regular antes de la llegada de la televisión en directo
El oiartzuarra dio alegrías a la afición vasca en una época en la que sus triunfos no se podían ver en la televisión sin la repercusión que habrían alcanzado después. Ganó seis etapas en la Vuelta, tres del Giro y dos del Tour: «Si corro otros dos años, habría ganado más que en los once anteriores».
Miguel María Lasa (Oiartzun, 1947) alcanzó un gran palmarés con 76 victorias como profesional y once clasificaciones entre los diez primeros en Vuelta y Giro. Sumó cuatro podios en la ronda española, que se convirtió en su obsesión en una época en la que compitió y ganó con rivales como Eddy Merckx, Bernard Hinault, Luis Ocaña, Raymond Poulidor, José Manuel Fuente, Roger de Vlaeminck o Jan Raas.
Pero todos esos logros no tuvieron la repercusión social y económica que habrían alcanzado pocos años después porque le tocó vivir el ciclismo sin televisión. Sus victorias se veían en blanco y negro en el periódico del día siguiente. En 1983, dos después de su retirada, RTVE empezó a dar la Vuelta y el Tour en directo y el ciclismo cambió: «Es ley de vida. Entonces había prensa, se dedicaban muchas páginas al ciclismo y en la radio se hablaba mucho, pero es más agradecido en la televisión. Aparte de la competición, mucha gente ve las etapas por los paisajes, monumentos, y el ciclismo llega a más gente. Entonces, para informarte de ciclismo debías comprar el periódico, y ahora tienes todo en televisión», afirma Miguel Mari Lasa.
Añade que «en nuestra época teníamos una bicicleta para entrenar y competir, la misma, nos cambiaban las ruedas según los recorridos y, si optabas a una buena crono o a la general, te daban otra ligera. En Kas, de veinte la teníamos cuatro. Ahora tiene cinco cada corredor».
Miguel Mari Lasa fue uno de los ciclistas más destacados del histórico equipo Kas, que empezó aquella etapa brillante en 1958 y la acabó en 1979 y ganó cuatro Vueltas con Patxi Gabika en 1966, con José Manuel Fuente en 1972 y 1974 y José Pesarrodona en 1978 y cuatro veces por equipos el Tour, dos el Giro y diez la Vuelta.
«Preparaba la Vuelta a tope para ganarla, era mi obsesión. Tenía que haberla ganado, hice dos segundos puestos y dos terceros»
Le queda la pena de no lograr con el equipo gasteiztarra su gran objetivo: «Preparaba la Vuelta a tope para ganarla, era mi obsesión. No era un escalador, para disputar el Tour debes serlo. La Vuelta tenía que haberla ganado, hice dos segundos puestos y dos terceros, estaba ahí todos los años y aprovechaba la forma en el Giro. Para el Tour ya estábamos fuera de juego. Cuando iba era con el objetivo de una etapa y olvidarme de la general. Disputando el Tour igual no hago entre los diez primeros y vale más una etapa que ser sexto, que había que andar para eso».
El Kas era el referente de la época, el primero y el único que entonces tenía un autobús: «Era de pasajeros, normal, con 20-30 asientos, y se utilizaba para trasladarnos, porque salíamos mucho fuera. No era como los de ahora, que son palacios. Era el equipo más potente, pero no recuerdo haber ido a ninguna carrera en avión. Íbamos a Giro y Tour en autobús y, acababa San Remo, y volvíamos, hacíamos noche en Perpinyà, y directos a la salida de la Setmana Catalana. Teníamos dos mecánicos, dos masajistas y el chófer del autobús era el comodín y preparaba el avituallamiento. No tuve médico en ningún equipo. Ahora tienen de todo».
Tenían muchos seguidores: «Ahora echo en falta ciclistas vascos ganadores, entonces la afición tenía siempre alguno que le daba alegrías. Landa tiene buenos puestos y se valoran porque la gente lo ve, pero entonces teníamos que ganar. El titular del periódico era para el ganador. Hacer sexto no vendía».
En el club de ganadores de etapa en las tres grandes, Lasa es el vasco que más victorias tiene: seis en la Vuelta, tres en el Giro y dos en el Tour, la última en Biarritz en 1978. Cuando 45 años después la carrera vuelve a Euskal Herria, el repaso de su trayectoria permite revivir esa época.
Los años 60
Lasa comenzó a andar en bicicleta para trasladarse del caserío Errotazar de Oiartzun. «Fui a estudiar Oficialía a Errenteria y luego Maestría Industrial a Donostia. Empecé a trabajar en Vascongada de Electricidad unos meses y fui a SEAT a Barcelona unos días. Utilizaba una bici de paseo para ir a trabajar y estudiar. La primera de carreras sería de mi hermano José Manuel, siete años mayor, que era profesional. Un día me fui en bici de Barcelona a Tarragona a correr una prueba juvenil».
Añade que la afición le vino de su hermano. «De juvenil y amateur ganaba muchas carreras. Siempre lo veía con el ramo y el trofeo y me entró el gusanillo. En el barrio, los chavales de lunes a sábado estudiábamos y trabájabamos en el caserío. Solo nos juntábamos el domingo y hacíamos carreras. Ganaba fácil y me animaron a competir en juveniles. En mi primera prueba, el Tourmalet de Amara, pinché. No tenía ni recambio. Me llevó mi cuñado en moto y yo iba con la bici en el hombro detrás. Igualito a como empiezan ahora… Mi padre no me dejaba correr. Bastaba con un hijo deportista. Entonces ser deportista era escaparse de trabajar y quería que yo estudiara una carrera. Cuando la acabé, logré su permiso».
Su gran palmarés amateur le permitió ser olímpico en México 68. «No vivíamos en la Villa Olímpica con el resto de deportistas. No fuimos ni al desfile porque era malo estar de pie para un ciclista. Estuvimos más de un mes en un hotel a mucha altura para aclimatarnos. No tuvimos buenos resultados, pero fue una experiencia bonita».
1969
Lasa debutó como profesional con su hermano José Manuel en el Pepsi Cola. «Corría en el Kas amateur, pero estaba plagado de corredores buenos y a mi hermano no le renovó Kas. Sacó Pepsi Cola un equipo y me dijo ‘no te dejo que vayas donde los lobos’ y nos fuimos los dos. Me querían subir, pero me hacía de rogar. Había gente que pagaba por ir al Kas. Quería ir donde me ofrecían garantías para aprovechar mis facultades».
En su debut ganó en Ordizia y ayudó a su hermano a acabar cuarto la Vuelta, igualado con el tercero. «Me dijo que, como no le renovó, no iba a clasificarse ningún Kas delante suyo y lo cumplió. Le ayudaba lo que podía. Él andaba bien, tenía mucha clase, pero no se preparaba demasiado. Con un equipo modesto logramos mucho».
1970
Los dos pasaron al equipo La Casera y Miguel Mari acabó séptimo la Vuelta que ganó Luis Ocaña y octavo el Giro con una victoria en Loreto en una etapa en la que fue cuarto Eddy Merckx, ganador final. «Merckx era líder. Fue una etapa con repechos y a seis kilómetros de meta me escapé y se vino un compañero suyo. No me relevaba porque detrás tiraba su equipo. Llevábamos 25-40 segundos, llegábamos a un repecho de 450 metros, me puse a tope, se soltó de rueda a 100, crucé la meta y enseguida me pasaron los del pelotón. Era la primera vez que corría fuera y ganar en el Giro fue fantástico».
De aquellos años destaca que «Merckx le tenía comida la moral a Ocaña. Eran grandes corredores, muy cabezones, había etapas que quedaban los dos y Ocaña le ganaba a cualquier otro, pero Merckx tenía una punta de velocidad o una fuerza mayor. En el Tour que se cayó, Ocaña le dio una paliza el día anterior, pero no se rindió. La etapa siguiente con una tromba de agua le atacó y en la primera curva Ocaña se fue al suelo. Merckx era habilidoso, vio su oportunidad y provocó su caída. Era un superdotado. Hacía todo, subía, bajaba, sprintaba, tenía una fortaleza descomunal».
«Teníamos buena relación con Merckx. En vez de llamarnos Lasa o Peru, a los vascos nos decía para saludarnos “Gora Euskadi”»
Describe a Merckx como «insaciable. En un Giro a la salida del pueblo vimos una pancarta de un partido político y sprintó para pasar primero como si se jugara el Giro. Era majo fuera de la competición. Teníamos buena relación con él. Alguno de los nuestros le pidió que dijera “Gora Euskadi” cuando íbamos por ahí y, en vez de llamarnos Lasa o Peru, a los vascos nos decía para saludarnos “Gora Euskadi”. Sabía cómo estaba la cosa y aquí lo decía más bajito, pero en Italia levantaba la voz».
1971
Lasa pasó al Orbea, con el que ganó tres etapas en la Itzulia y fue tercero en la general detrás de Ocaña y Poulidor. «No gané más y tampoco la general, porque el tercer día llegábamos a Iruñea, pinché y perdí tiempo. Estuve a punto de cazar, pero como había ganado dos etapas e iba líder, me dieron caña. Les dije en meta: ‘Mañana os ganaré otra vez’. Y gané en Tolosa. Había que subir Errezil y bajar Bidania. Andaba mucho. Le decía a Ocaña, el favorito: ‘Prepárate mañana’. Subiendo Bidania hacía como que atacaba y él seguía a rueda, pero tenía preparada la estrategia. Tras pasar Bidania, hay un repecho de 500 metros y le dije a Gabino Ereñozaga que en el llano se pusiera a tope y al empezar me diera la mano, y ataqué como en un relevo a la americana. Coroné con 25 metros y, como conocía el descenso, bajé como una bestia. Acababa en Berazubi y, cuando celebraba la victoria, ellos entraban al campo».
Fue cuarto en la Vuelta a 27 segundos de Ocaña, tercero, con cinco de sus 19 segundos puestos en la prueba. Esa progresión y el fiasco del Orbea le llevaron al Kas: «El equipo no era de la empresa, sino de una delegación de Levante. Mi hermano tenía 30 años, le ofrecieron ser director, dejó de correr y fui con él. Iba donde me llevaba. A media temporada nos dijeron que no podían responder a los compromisos, se deshizo y me vino Kas. No tenía asesor y fui solo a una reunión con el dueño del Kas, el señor Knorr, y seis personas más. Me ofrecieron 700.000 pesetas, dos veces más de lo que cobraba, y les dije: ‘Si queréis que vuelva, tenéis que darme más. Por ese dinero no puedo venir’. Knorr me dijo que cuanto quería y respondí que con las garantías que podía dar ficharía por un millón de pesetas (6.000 euros). Miró a los demás y dijo. ‘Si decís que es tan bueno, habrá que dárselo’. El director Eusebio Vélez pagaba cada mes en un sobre la ficha, fui a cobrar y me preguntó cuánto me debía dar. ‘Ya me pagarán con los que he firmado’, le dije. Como no había estado en la reunión, me hacía ver que habían pasado del director».
1972
En su primera Vuelta con Kas fue segundo detrás de su compañero José Manuel Fuente, con dos días de líder y dos victorias en Cabra y Bilbo, además de la crono por equipos. El Kas colocó cinco corredores entre los ocho primeros. Lasa habría ganado si su equipo respeta su liderazgo: «Kas tenía la flor y nata del ciclismo. Salí como líder, era el que estaba mejor, pero se escapó Pepe Grande y salió con él Fuente, que no era lo que luego fue. Atrás nos quedamos parados y empecé a ponerme nervioso. Como era compañero y Fuente le ganaba fácil a Grande, llegaron con cinco minutos de ventaja. No les defraudé, salí a ganar, el director no tenía tanta confianza en mí, era mi primer año, y le fastidiaba que alguien nuevo ganara».
De Fuente, Lasa destaca que «Dalmacio Langarica decía que era un lunático porque tenía días que era imposible seguirlo y luego agarraba pájaras increíbles. Cuando tenía su día, si los demás subíamos con un desarrollo 42-21, él llevaba 42-15. Tenía una fuerza bestial. Su carácter era igual. Tenía altibajos como ciclista y persona. Cuando tenía el día cruzado no podías ni saludarle, había que tener cuidado, pero en los demás era supermajo».
Lasa fue noveno en el Giro ganado por Merckx con su segunda victoria en Forte del Miami. Kas también colocó a Fuente y Galdos en el podio, López Carril cuarto y Lazkano décimo. «Fue un sprint masivo en una recta de tres kilómetros. Merckx era líder y yo iba delante, arrancó Danguillaume, De Vleaminck iba cerca, se abrieron un poco y pasé por un costado a todos en un sprint abierto por colocación y por buscar el hueco en el momento adecuado».
De Vlaeminck ganó 22 etapas en el Giro, cuatro París Roubaix y seis Tirrenos. De él Lasa recuerda que «era supercachondo y andaba mucho. No era un escalador, pero en etapas de media montaña y el llano dominaba. Hacía ciclocross y la París Roubaix era su carrera. Iba con tubulares finos de carretera. Ahora llevan de 28 y él iba con 20-21, era muy habilidoso. Me recuerda a Van der Poel, que hace ciclocross y casi anda más a gusto en el pavés que en asfalto».
1973-74
En 1973 Lasa no corrió ninguna grande porque antes de la Vuelta se rompió la clavícula en la clásica de Iruñea. Volvió a su nivel en 1974 con la victoria en la última etapa y la general de la Itzulia. «En la crono de Hondarribia a Donostia me quedé a pocos segundos de Manzaneque. En la última etapa se llegaba al velódromo y debía ganar para llevarme la vuelta por las bonificaciones. A la entrada, los de La Casera provocaron un embotellamiento y una caída para que no ganara. La evité, Txomin Perurena me iba a hacer la llegada, al ver que no estaba paró, llegué con Manzaneque a rueda y le gané la etapa y la Itzulia».
Luego fue tercero en la Vuelta detrás de Fuente y Agostinho y delante de Ocaña, con cinco Kas entre los ocho primeros y quince Top 10, tres segundos puestos. Debutó en el Tour con su mejor clasificación, 17º, 12º en el final del Tourmalet en una edición en la que Merckx ganó por delante de Poulidor.
1975
Fue cuando más cerca vio el triunfo en la Vuelta al lograr dos etapas en Granada y la crono de Benidorm, cuatro segundos puestos y ser líder doce días. Lo perdió porque Kas permitió una fuga con Perurena y Santesteban, que llegaron con cinco minutos a Tremp: «Txomin era compañero y debes aceptar la disciplina, pero no lo entendí. Tamames nos ganó la Vuelta y, si hubiéramos jugado todos mi baza, creo que la habríamos ganado. Dejamos que se fuera Txomin y Tamames ni se inmutó, se quedó conmigo. Txomin no pudo defender el maillot, al final tuve que sacar las castañas del fuego y era tarde. Tamames andaba mucho, confió en que podría desbancar a Txomin. Su enemigo era yo y en la última crono me superó».
El corredor vasco con más victorias, 158, recientemente fallecido, afrontó de líder la crono final de 37 kilómetros de Donostia, en la que Tamames le sacó 1:28 y un minuto a Lasa, que en Benidorm en 8 había aventajado al salmantino en 46 segundos. Perurena quedó segundo en la general a 14 y Lasa, tercero a 34.
«Perurena fue extraordinario, con un carácter indomable y un grandísimo sprint. Será difícil superar sus victorias»
Perurena ganó doce etapas en la Vuelta, dos en el Giro y fue su único podio en una grande. Lasa destaca de su vecino que «hemos tenido siempre una buena relación. Fue un corredor extraordinario, con un carácter indomable y un grandísimo sprint. Será difícil superar sus victorias. Era un ganador nato con gran fortaleza física y, cuando lo pasaba mal, sacaba fuerzas no se sabe de dónde. Conseguía lo que buscaba siempre».
Luego Lasa fue noveno en el Giro, con cinco etapas entre los cuatro primeros, en el que un compañero, el gasteiztarra Paco Galdos, acabó segundo a 41 segundos de Bertoglio. «Paco estuvo cerca de ganar, era un hombre de Giro y Tour, un grandísimo escalador y esa edición acabó en el Stelvio y ganó. Bertoglio no había destacado antes, pero ese Giro andaba mucho y no pudo soltarlo. Ese día Paco tenía las manos con callos de la fuerza de apretar el manillar para atacarlo y no fue suficiente».
1976
Molesto con la táctica de la Vuelta, dejó Kas y fichó por el SCIC italiano: «No tenía buen feeling con Eusebio Vélez. Los corredores nos llevábamos bien, pero nunca salió a jugarse una carrera conmigo. Del Giro me encantaba el ambiente, me hacía mucha ilusión correr en Italia y le dije al director del SCIC que quería probar con él. Estuve encantado por cómo me atendieron todos, incluido Ernesto Colnago, dueño de la empresa de bicicletas. Quizás con otro año habría logrado mejores resultados. Mi forma de prepararme cambió y no la asimilé. Me sentía fatigado de tanto entrenar, hasta que le di la vuelta a mitad de temporada, cuando yo siempre andaba más los primeros meses. En el Tour gané una etapa, pero no fue un año brillante».
De su primera victoria en el Tour recuerda que «fue muy importante en un año que no me sentía bien. Gané en Verbiers en una fuga con Guy Sibille. Ataqué cuando faltaban seis kilómetros y llegamos. Era un segundo sector, a la mañana hicimos una crono por equipos, hubo un día con tres sectores de 86, 123 y 70 y el último, dos. Ese Tour metimos muchas horas».
Antes fue 28º en la general en el Giro, con dos segundos puestos, uno tras Francesco Moser, que sumó la segunda de sus 23 etapas en la prueba italiana, donde le prepararon un recorrido para que ganara la general en 1984, con Fignon segundo y Marino Lejarreta cuarto. Además se llevó tres París Roubaix, un Mundial y una Milán San Remo.
De aquel joven Moser, Lasa recuerda que «era un percherón, tenía una fuerza bestial. No era elegante en la bici, pero sí muy competitivo. Le gustaba ganar y era un ídolo en Italia, lo adoraban. Tenía un pique con Giusseppe Saronni, al que me lo presentó Ernesto Colnago. Me dijo “a este chaval lo hemos fichado porque va a ser muy bueno”. Corrió en el SCIC de 1977 a 1979 en sus primeros tres años como profesional y ganó el Giro en 1979 por delante de Moser y 1983. Fue un buen corredor. Tenían características parecidas, dominaban el llano, la media montaña y la crono. La alta montaña se les atragantaba. Por eso hacían Giros con poca montaña y mucha crono para que ganaran».
1977
Lasa ficha por Teka: «En Italia me costó adaptarme y me di por realizado con la ilusión de correr allí. Santiago Revuelta tenía perspectivas interesantes, formó un equipo majo, me ofreció dos años y ser líder y decidí volver con más garantías».
Fue segundo en la Vuelta, con dos segundos puestos por detrás de Freddy Maertens, que ganó la general y trece etapas: «Con más puertos podíamos hacerle daño pero, si la organización trae una figura así, le pone un terreno adecuado. Fue otro grande en su época. Dije a la salida que iba a hacer segundo. No sé si fue suficiente, pero Maertens era una bestia y tenía un equipo que hacía lo que quería en las etapas, y a las noches, con unas juergas… Con Pollentier y Demeyer, rodaban en cabeza de pelotón y nos sacaban los ojos. Demeyer era un chicarrón y Maertens solo tenía que salir de rueda al final y ganar. No podíamos ni seguirlo».
Además, logró su tercer triunfo en el Giro, aunque fue descalificado, por delante de Francioni y Pollentier, que ganó la general.
1978
En su segundo año en Teka logró su victoria más especial en su último Tour en Biarritz al superar a Jan Raas y Demeyer. De aquella victoria Lasa destaca que «era la etapa que llegaba a casa, llana, y sin un grandísimo equipo para cualquiera era difícil. Yo tenía la ventaja de que la conocía porque habíamos llegado en la Itzulia ahí, a un hipódromo. Era de ceniza, la bici deslizaba mucho y tenía la etapa estudiada. Raas disputaba todas las llegadas y tenía claro que iba a trabajar su equipo para él. Decidí coger su rueda como fuera, se entraba por una puerta de tres metros de ancho y aguantar su rueda fue el mayor éxito. Ibamos todos enfilados y al salir de la curva –la recta de meta tenía 300 metros–, arrancó Raas y, cuando pensaba que era la distancia, sprinté con todo. Le adelanté y, cuando faltaban 100 metros, iba a menos, no podía mover el desarrollo, pero aguanté y logré una victoria fantástica para el equipo y para mí por la cantidad de gente que había».
De aquel histórico Ti Raleigh Lasa destaca que «era un grandísimo equipo. Lo comparo con el Jumbo de ahora, con grandes corredores como Raas, Knetemann, Lubberding, Kuiper... con Peter Post como director. Dominaban las clásicas»..
Fue la penúltima victoria vasca en el Tour en Euskal Herria. El año anterior José Nazabal ganó en Gasteiz y, en 1992, Miguel Indurain lo hizo en la crono inicial de Donostia. La suya también fue la última de un equipo de la Española hasta que Etxabarri convenció a sus corredores para debutar con Reynolds en 1983 cuando nadie quería ir. «No estábamos mentalizados, no preparábamos el Tour. Aquí no tenía la repercusión de ahora, que se ve todo por televisión. No generaba publicidad para las marcas y nos centrábamos en la Vuelta y con la forma íbamos al Giro. Empezó Etxabarri a ir con Arroyo y Delgado, y se le dio importancia».
«Hinault tenía mucho carácter. En ese Tour hicimos una huelga y él, que debutaba, lo manejaba todo siendo tan joven»
Recuerda la personalidad de Hinault, que ganó ese año Vuelta y Tour en sus dos primeras grandes. «Era muy duro, atacante, peleón. Dominaba la contrarreloj y subiendo no le podía seguir nadie. Tenía mucho carácter. En ese Tour hicimos una huelga porque nos metieron dos sectores de 96 y 158 kilómetros y en el segundo llegamos todos a pie y él, que debutaba, lo manejaba todo siendo tan joven. En Francia faltaba un ídolo tras Anquetil y Poulidor, y llegó él».
1979
Lasa participa en el nacimiento de su último equipo, Moliner Vereco, que con los patrocinios de Zor, BH y Amaya llegó hasta 1993 con Javier Mínguez. «Ha sido un gran director. Si lo hubiera tenido en mis mejores años, habría logrado bastantes más cosas. Llegaba al corredor, me gustaba la forma en la que daba moral y ánimos. Estuvimos a gusto. Decía las cosas claras. Si uno andaba mucho, los demás debían ayudarle y tenía mucha visión. Rendíamos mucho para su presupuesto».
Fue undécimo en la Vuelta, y dio al equipo sus tres primeras victorias en una etapa en Colmenar Viejo, en la Itzulia en Hondarribia, acabó en el podio, y en Valencia. La de la Vuelta en solitario tuvo un ambiente extraño por el periodista José María García. «La celebré preocupado porque siempre he sido admirado por la gente y ese día me abuchearon al entrar. ¿Qué he hecho?, me preguntaba, y me enteré de que García dijo que me dejaron porque mi equipo no había ganado. Le llamé la atención por el comentario, me indignó. Con mi historial no podía prestarme a que me dejaran ganar. Siempre tenía que ser protagonista, buscaba algo para llamar la atención».
1980
Lasa fue segundo en la Itzulia y noveno en la Vuelta, clave en la victoria de Faustino Rupérez. «Nos realizamos con la victoria de uno mismo, te hace más ilusión, pero ganar la Vuelta fue muy satisfactorio y especial. Mínguez siempre me lo ha agradecido. Con mi experiencia le ayudé el penúltimo día en su mal momento en La Morcuera. Le hice medio puerto y, tras quedarme tranquilo con el trabajo hecho, me dijeron que estaba mal. Tenía reservas, lo pillé, empecé a gritarle, a pegarle en el culo, en el hombro, a decirle que después de llevar toda la Vuelta el amarillo no lo podía perder. Reaccionó y antes de coronar pillamos a Pedro Torres, su rival, y llegamos con los mejores. Siempre dice que gracias a mí ganó. Mínguez me abrazaba más que a él». Luego en el Giro fueron undécimo Rupérez y 18º Lasa.
1981
Lasa se despidió a lo grande, con dos victorias en sus dos últimas grandes. Fue décimo en la Vuelta y ganó en Segovia en el sprint de un grupo reducido, y en Dimaro, en el Giro. «Era una etapa dolomítica. Tras un puerto grande, hubo un parón y aproveché el reagrupamiento y que en la general no era rival para irme. Subiendo el último puerto, me pasó otro corredor con Chozas y, coronando, oía el ruido de bocinas porque venía Contini, el líder. Me pilló a 500 metros de la cima, lo aguanté y me vino Mínguez a preguntarme si a los que estaban delante les ganaba, y le dije que sí. Mandó parar a Chozas, con Contini llegamos y logré un triunfo importante para Gemeaz, sponsor italiano en el Giro».
«Vi que había llegado la hora y decidí que era mejor retirarme con buen sabor. No es un deporte para andar arrastrándote»
Pese a esas victorias, lo dejó con 34 años a final de temporada. «Se ganaba muy poco y a mi edad sabía que no iba a ir a más. No me apetecía ser uno del montón, ni tener un sacrificio diario sin recompensa. Vi que había llegado la hora y decidí que era mejor retirarme con buen sabor de boca. No merecía la pena seguir por cuatro reales. Si hubiera corrido otros dos años, habría ganado más que en los once anteriores porque, si el último yo ganaba 100 y otro 45, a los dos años este ganaba 500 y hacía lo mismo, pero no es un deporte para andar arrastrándote. En la vida se pueden hacer muchas cosas».
Siguió ligado al ciclismo con un negocio de bicicletas y dirigió al Wigarma en una Vuelta. Su hijo Gaizka también fue ciclista profesional y, pese a lamentar no vivir el ciclismo con televisión, se muestra satisfecho con lo que hizo y lo que le ha dado este deporte. «He disfrutado haciendo lo que me gustaba, he tenido buenos resultados, muchos días de felicidad, aunque me da pena no haber nacido diez años más tarde».