«El corralito real ya existe y es la pobreza y la exclusión creciente»
Para Ramon Pascual, coordinador de la cooperativa de servicios financieros éticos y solidarios Coop57, no estamos a las puertas de un corralito a la argentina. Afirma, sin embargo, que el corralito real ya existe, en forma de 10 millones de pobres en todo el Estado.
¿Estamos a las puertas de un corralito o, como dice Rajoy, no hay que ser tan apocalíptico?
No quisiera coincidir con Rajoy, pero desde las antípodas ideológicas, no estamos a las puertas de un corralito, si por corralito nos remitimos al colapso argentino del año 2000. Estamos a la puerta, eso sí, de un paso más en la intervención del sistema bancario y la economía española por parte del BCE. En la estela de los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal, pero en el caso del Estado español a través de una intervención «por goteo», paulatina pero constante. Otro aspecto es que el FROB, el fondo de rescate español, sufra un «corralito», que de hecho lo sufre: no tiene fondos suficientes para rescatar a Bankia o otras entidades calificadas como rescatables.
Declaraciones como la de Krugman ¿son fruto de un análisis aséptico sobre la realidad económica o tienen una intencionalidad escondida?
Son una realidad inapelable, con un análisis de fondo difícilmente rebatible: el binomio más austeridad más recesión es de manual. Pero cabría decir más: la economía española está intervenida de facto, como mínimo, desde el 10 de mayo de 2010. Cuando Rodriguez Zapatero compareció en el Congreso y, en apenas 120 segundos, desgranó las nueve medidas más antisociales desde el final de la dictadura. Fue un silencioso golpe de estado financiero, un golpe de mercado: la vigilia había hablado con Angela Merkel, entre otros. Lo que pueda pasar en las próximas semanas y meses es que la intervención suba un peldaño más y posiblemente se concrete en un programa parcial sobre el sistema bancario español y al margen del Ejecutivo español. Eso es lo que se debate estos días en Bruselas. Por tanto, pasaríamos a estar intervenidos de facto a ser intervenidos de iure. Sin margen y sin soberanía. Sobra decir que la factura de ese rescate, como en todo el relato de esta crisis, se cargará sobre las espaldas de la ciudadanía con mayor deterioro de las condiciones de vida y trabajo y un nuevo plan de ajuste neoliberal.
Si se da el corralito, ¿Cuáles serían las consecuencias?
El corralito, entendido como limitación parcial o total a la retirada de dinero, supondría un bloqueo de la economía real y doméstica, claro está. Pero el colapso argentino, no hay que olvidarlo, remitía a las tensiones entre dos divisas: el peso y el dólar. Una realidad que no se da en la eurozona actualmente, a no ser que algún Estado miembro abandone el euro. Ese es el debate que vive Grecia hoy. Por tanto, a día de hoy, el riesgo de corralito ahonda más sus raíces en la extensión del miedo y el pánico a perder: eso es lo más cercano al corralito que podemos estar viviendo. Que una demanda de retirada masiva de dinero, fruto del temor, colapse la liquidez. Ahora bien, cabe añadir otra cosa: el corralito real, no el imaginario, ya existe. Y es un drama social. En Catalunya, hay 300.000 familias que ya no disponen de ningún ingreso y la pobreza ya afecta a 1,3 millones de personas. Y aunque no sea lo mismo, al tratarse de un producto financiero, el fraude de las participaciones preferentes ahí está: el bloqueo de los ahorros, sobretodo a gente mayor, durante 10 años.
¿De quién depende la decisión última para que se dé un corralito? ¿de las propias entidades financieras, el Gobierno central, Europa?
Si se diera, algo altamente improbable, la decisión correspondería técnicamente al Banco de España, aunque sería una decisión netamente política de un Gobierno central monitorizado por la UE. La decisión establecería limitaciones temporales a la retirada de efectivo sobre una entidad en general –como ya pasó en Reino Unido- o sobre el sistema general. El debate sobre el corralito es recurrente estos días, pero el debate de fondo es otro: la doctrina del shock neoliberal que se pretende imponer en tiempos de un capitalismo ya senil. El auge de las desigualdades sociales, el aumento de un paro desbocado, las crecientes precariedades múltiples: ese es el corralito real. El que bloquea vidas y personas y las aboca a la exclusión social: 10 millones de pobres en el Estado español.
Paciencia y aguantar, o tonto el último y a guardar el dinero bajo el colchón. ¿Qué recomienda?
Paciencia, desobediencia y red comunitaria. Todavía tenemos la capacidad de decidir, como personas y como sociedad, a qué sistema financiero queremos contribuir. El problema, como diría la proclama del movimiento afroamericano por los derechos civiles, no es lo que hace una minoría particularmente poderosa sino lo que hacemos, o dejamos de hacer, la mayoría. Matemática macroeconómica: esto pasa porque permitimos que pase. El miedo -una cárcel muy aburrida, que diría Galeano- debajo del colchón; la esperanza despierta; y, tal vez, la mirada puesta en Islandia. Ante la financiarización de la crisis, un ciclo de tsunami especulativo devastador, esos mercados financieros que votan cada día –como diría Ramón Fernández Duran– y el sobreendeudamiento al que han sometido a las clases populares, cabe vindicar las finanzas éticas y solidarias, promover la economía real y dar pasos firmes hacía un modelo socioeconómico postcapitalista que combine mercado, sector público y cooperativismo. Construir alternativas a un sistema financiero perverso. Y respecto a las opciones personales, una premisa de cajón: quién no juega al póquer no pierde al póquer. Y en eso, todos somos corresponsables. Podemos poner el dinero, aunque resulte paradójico, a trabajar por la economía real y la transformación social. Lo reconocen hasta ellos: recientemente en Madrid un alto ejecutivo esputó «quien quiera seguridad que vaya al sistema de finanzas éticas».