Sus palabras no concuerdan con las declaraciones de Angela Merkel y del propio Mario Draghi, aunque Rajoy parece haber aprendido la lección y ha evitado repetir recientes muestras de triunfalismo y prepotencia (fue duramente criticado en Bruselas y Berlín después de que el 10 de junio alardeara de haber presionado para que el Eurogrupo aprobase el rescate de la banca, una «victoria» que esgrimió para justificar su presencia en el partido inaugural de España en la Eurocopa).
Ayer, tanto la canciller federal alemana como el presidente del Banco Central Europeo declararon, tajantes, que la «futura posibilidad» de usar el ESM para una recapitalización directa de los bancos irá acompañada de una «estricta condicionalidad». Además, entrecomillados como el de «futura posibilidad» indican claramente que aún queda por negociar la letra pequeña de lo acordado por los jefes de Estado y de Gobierno. Rajoy y Monti quizás hayan ganado un poco de tiempo, pero lo acordado en Bruselas no significa en absoluto, más bien al contrario, que los ciudadanos no vayan a seguir pagando la factura de esta crisis.
Hay un par de cuestiones obvias que Berlín ha atado: las ayudas solo llegarán cuando un mecanismo de supervisión bancario europeo (estricto y bajo el control del BCE), entre en vigor, y eso no sucederá antes de que todas y cada una de las durísimas medidas de austeridad funcionen a todo gas. No hay plazos concretos, y eso debería preocupar a Madrid y a Roma. Lo único seguro es que el Pacto Fiscal y sus estrictas normas son una condición ineludible, y eso, por sí solo, es ya suficiente condición, y Angela Merkel ha conseguido que François Hollande dé su visto bueno a ese Pacto Fiscal a cambio de un etéreo (y quizás fantasma) plan o pacto de crecimiento que no incluye «dinero nuevo» y que, por lo tanto, en ningún caso costará un céntimo a los contribuyentes alemanes. Las normas de austeridad son drásticas y ya están impuestas; no hay mayor condición que ese pacto Fiscal para quien tenga problemas y los ciudadanos del Estado español lo saben ya perfectamente (ni Merkel se atrevería seguramente a hacer todo lo que el Gobierno del PP ya ha hecho y amenaza con hacer).
Básicamente, Berlín mantiene y consigue imponer su condición básica: solidaridad financiera sí, pero en el ámbito de las políticas estructurales, de su Pacto Fiscal. Y aún tiene en la recámara todo su arsenal intacto para la negociación del nuevo marco presupuestario plurianual de la Unión Europea, que ayer vivió su primera discusión a nivel de Consejo Europeo.
Lo que el Gobierno federal alemán ha demostrado en este Consejo Europeo es que considera que sus condiciones previas para salvar a los peores alumnos ya se han cumplido o están en vías de seguro cumplimiento (dramáticas medidas estructurales y presupuestarias y férreo control europeo sobre todas ellas), con lo que incluso para la propia Alemania es ya urgente ayudar a reducir la presión de los mercados sobre dichos estados miembros y, por lo tanto, sobre el euro y comenzar a activar, en la medida de lo posible, la economía europea. También su propio futuro depende de ello.