Me dan igual las guerras de cifras. En mi barrio de Gasteiz vi las tiendas cerradas sin que por allí pasara piquete alguno ni se le esperara en todo el día. Y la manifestación de las 12.00 fue multitudinaria, por lo que si no eran todos parados miles debían ser trabajadores en huelga. También había, claro está, tiendas abiertas y trabajadores en las fábricas. Mezclado todo, está claro que ayer fue una jornada singular en Euskal Herria, marcada por la protesta contra los recortes económicos y sociales, y en exigencia de que en este país la crisis se aborde de otra forma.
Sin embargo, no parece que todo el mundo se enterara de ello. O no ha querido enterarse. Por ejemplo, Patxi López, lehendakari y candidato a la reelección (cada vez es más difícil distinguir ambas facetas), decidió saltar a la esfera pública con un texto en su blog de respuesta a lo que Iñigo Urkullu había dicho la víspera en Madrid. Antonio Basagoiti tuvo la misma ocurrencia, utilizar su blog para meterse también con el candidato jeltzale. El PNV, entretanto, daba publicidad a una web en la que diferentes personas hablan (bien, por supuesto) de Iñigo Urkullu.
Mientras miles de personas hacían huelga y llenaban las calles del país, tres de los grandes partidos y sus candidatos a lehendakari se situaban al margen de la cuestión. Buena parte de la sociedad vasca emite en una frecuencia que ellos ni siquiera sintonizan.
De los gobiernos de Lakua y de Iruñea lo único que salieron fueron «tantos por cientos» y miles de policías, en la pretensión de convertir la jornada en una cuestión numérica y de orden público.
En estas condiciones no sorprende que «los políticos» aparezcan en las encuestas como uno de los principales problemas, ni que -como ocurrió en Madrid- haya llamamientos a plantarse no ante el Gobierno sino ante todo el Legislativo, ni sorprende que los discursos de los dirigentes sindicales de ayer fueran tan duros en su contra.
Sin embargo, no es del todo cierto que la marea social que ayer tomó el asfalto y todos los dirigentes políticos e institucionales estén en orillas separadas. Hay puentes.
Txiki Muñoz, secretario general de ELA, afirmaba en su discurso que «lo social representa una oportunidad para que la política se reivindique. Lo tiene que hacer no mirando a cálculos electorales; lo tiene que hacer porque cree en eso y porque es consciente de que hay que abrir una crisis política real contra el neoliberalismo».
Ni a Txiki Muñoz ni a ninguno de los convocantes de la manifestación de Bilbo les pudo sorprender ver a Laura Mintegi en la marcha. Tantas veces han caminado juntos. La única diferencia es que ahora Mintegi es candidata a lehendakari. Y eso supone que atrae la atención de los medios y que su presencia ya no es solo un compromiso personal, sino del conjunto de EH Bildu.
Martin Garitano -y en esta empresa podemos acreditarlo- se ha sumado a cuantas huelgas han convocado quienes lo hicieron ayer. Hasta hace año y medio lo hacía como periodista y ahora, como diputado general de Gipuzkoa. Sus responsabilidades son distintas, pero su compromiso, el mismo.
Sabino Cuadra tiene las suelas gastadas de patear Iruñea en días de huelga. Ayer, además de su condición de sindicalista, tenía la de diputado en el Congreso y un carné que lo acredita, con su bandera de España y todo, que creyó que podía poner al servicio de compañeros de piquete que habían sido golpeados. Antes de conseguir la identificación del policía agresor, se llevó él mismo varios porrazos.
Hay, por tanto, políticos que afrontan su actividad desde la misma orilla que los trabajadores y los movimientos sociales. El 25S los diputados de Amaiur salieron a la calle en Madrid, mientras que Josu Erkoreka defendía el escudo policial que aislaba el Congreso, presumiendo que se basaba en una decisión «fundada y ponderada».
Laura Mintegi fue ayer la única candidata a lehendakari que no pasó de la huelga, sino que, acompañada de otros miembros de EH Bildu, se sumó a ella por considerarla «una herramienta más para avanzar en el camino de la soberanía y la justicia social». El resto de aspirantes calló o miró para otro lado.
Martín Garitano fue el único diputado general que salió a la calle, en sintonía con tantos otros cargos institucionales de Bildu, afirmando que «trabajamos todos los días por un nuevo modelo económico que no se fundamente en la lesión de los derechos de los trabajadores, sino que sea un modelo de progreso basado en una fiscalidad justa y en la justicia social. Por coherencia, teníamos que estar aquí». También criticó que los que definió como «partidos del negocio» sigan «defendiendo un modelo fracasado».
La alusión no gustó al grupo juntero del PNV de Gipuzkoa, que ya a media tarde salió a posicionarse contra la huelga y acusó al diputado general de «hacer dejación de sus responsabilidades» y «devaluar inaceptablemente la institución que representa».
Sobre Garitano pende en la actualidad la amenaza del delegado del Gobierno español en Gasteiz, Carlos Urquijo, de emprender acciones contra él si en el plazo de un mes no anula la decisión de la Diputación de Gipuzkoa de abonar a sus trabajadores la paga extra de Navidad.
Probablemente son actuaciones como esta las que defendían ayer los sindicatos al pedir a los políticos que se planten ante los recortes impuestos. En unos casos será posible y en otros habrá que circunvalar la legalidad para llegar al punto deseado.
Decía Txiki Muñoz que «si no se desobedece, el próximo 21 de octubre se va a elegir al lehendakari que aplique los recortes que Rajoy decida». Una candidata con posibilidades de llegar a Ajuria Enea le escuchó, porque estaba entre los manifestantes. El resto, probablemente, ni llegue a enterarse de sus palabras. ¿Va a ayudarle a que pueda desobedecer o solo va a quejarse si no lo hace?
Siendo cierto que el movimiento sindical y social y la política institucional hay abierta una brecha casi insalvable, también lo es que hay políticos y cargos institucionales que sienten como suyas las reivindicaciones de los trabajadores, porque así lo han hecho a lo largo de toda su trayectoria vital. No estaban ayer en la calle ni por blanquear su actividad institucional ni por pose electoral. Los compañeros y compañeras de manifestación saben que son de los suyos.
Lo cual, por otra parte, conlleva la enorme responsabilidad de no defraudar a las decenas de miles de personas que se sumaron ayer a los paros y concentraciones.