Iñigo Urkullu ha anunciado la búsqueda de acuerdos amplios para gobernar, salir de la crisis, consolidar la paz y la normalización y para tratar de aprobar un nuevo estatus de soberanía. Pero al mismo tiempo ha prometido que nada más ser investido lehendakari encargará una auditoría independiente de cómo ha dejado el Gobierno del PSE las arcas de Lakua, con el añadido amenazante de última hora de campaña de que Patxi López «no se irá de rositas».
La contradicción existente entre mostrar la voluntad de llevarse bien con todo el mundo y una advertencia tan poco amistosa hacia el PSE evidencia tanto las dificultades con las que el PNV se va a encontrar a pesar de su victoria del domingo como alguna de las características de su candidato a lehendakari.
En el haber de Iñigo Urkullu todo el mundo coloca la pacificación de la vida interna del PNV, después de la convulsión que se produjo durante el mandato de Josu Jon Imaz como presidente del EBB. Lo que ahora no tantos recuerdan es que el entonces presidente del BBB fue uno de los instigadores de aquel incendio. Fue el aparato del partido en Bizkaia el que propuso la candidatura de Josu Jon Imaz, para enfrentarse a través de persona interpuesta con Joseba Egibar, a quien Xabier Arzalluz había anunciado abiertamente como su candidato preferido para sucederle.
En 2007, tras la marcha de Josu Jon Imaz, Iñigo Urkullu fue elegido sin oposición como un «candidato de consenso». Pero se trataba de un «consenso» forjado sobre la base de haber llevado primero la situación interna del partido hasta el extremo y demostrar después una fortaleza que hacía inconveniente intentar enfrentarse a él.
Es decir, Iñigo Urkullu es un tejedor de acuerdos. Pero además de su modos amables, su sosiego y su declarada disposición a escuchar, hay también un conocimiento del terreno que pisa y un uso metódico de los resortes de poder para ganarse una correlación de fuerza favorable que le dé ventaja antes de iniciar la negociación.
Primer asalto, los presupuestos
Llamativamente, la negociación que Iñigo Urkullu tiene que afrontar ahora no es la de garantizar su investidura, sino la de aprobar los presupuestos de su Gobierno para 2013. La llegada a Ajuria Enea la tiene asegurada, porque sus 27 escaños le bastan para ser elegido en segunda votación y no cabe ninguna alianza que aúpe a otro candidato o candidata.
Por eso, lo primero que tiene que definir el PNV es cómo llegar al Gobierno. Durante la campaña, los dirigentes jeltzales han apostado claramente por gobernar en solitario, buscando salidas acordadas a cada plan o ley. Ese campo lo tienen abierto, pero no está exento de dificultades en una coyuntura económica tan complicada como la actual. Urkullu tiene a su favor que, en contraste con lo que le ocurre a Yolanda Barcina, hay pocas posibilidades de que toda la oposición se una en su contra. Pero no siempre eso es necesario para poner en problemas a un Gobierno.
Y el que le vendrá de inmediato al de Iñigo Urkullu es la aprobación de los presupuestos. La última reforma del Reglamento del Parlamento dicta que lo que se somete primero a votación es la devolución o no de las cuentas al Ejecutivo, con lo que ya no queda margen a la interpretación creativa de la norma que inició Juan María Atutxa, que consistía en votar una a una las enmiendas a la totalidad de cada partido para que se anularan entre sí. Es decir, el PNV necesita de un acuerdo que le dé la mitad más uno de los votos para aprobar los presupuestos.
¿Cómo incidirá en esa negociación el anuncio de la auditoría independiente y la amenaza de que el Gobierno anterior «no se irá de rositas? La cuestión queda sobre la mesa.
Seriedad y urgencia
Otro de los rasgos que destacan del carácter de Iñigo Urkullu es su seriedad en el trabajo. Asumida su condición de ganador, ayer ya se puso en contacto con el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy; con el del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba; y con Artur Mas, president de la Generalitat. Además, antes del mediodía había conversado también con el resto de partidos vascos.
Después de haber basado la campaña en la urgencia de afrontar el estado de emergencia en en el que se encuentra la economía vasca, cabe esperar que el PNV acelere al máximo los trámites para la investidura y comience a gobernar. Las leyes y reglamentos no urgen plazos, quedando en manos del partido mayoritario el estirarlos o acortarlos.
Iñigo Urkullu, un hombre bregado en la vida interna del PNV, ha hecho de la honestidad su bandera. Su programa electoral desarrolla 171 compromisos con la ciudadanía vasca y 607 iniciativas (algunas se recogen en esta misma página). Y todos los discurso del candidato se han cerrado con el compromiso de cumplirlos. «Hitza ematen dut», ha repetido día tras día Iñigo Urkullu. Ahora le espera la tarea de cumplir su palabra.