La asociación Jaiki Hadi, que se encarga de la prevención y asistencia médica a presos vascos, ha difundido la última actualización de su informe sobre cárcel y salud, en la que se constata que a día de hoy 142 se encuentran enfermos, trece de ellos graves. De ellos, 40 padecen enfermedades síquicas contraídas o agravadas por su larga estancia en prisión.
Además de los propios datos, el informe revela algunos casos de negligencia médica, bien por tardanza en el traslado o por una atención deficiente.
Un caso muy conocido ya es el de Gotzone López de Luzuriaga, afectada de cáncer de mama y que debía estar en libertad bajo la normativa penal española. Estando en Jaén, allá por 2007, la Guardia Civil le condujo esposada a una sesión de radioterapia tres meses después de operarla del pecho, «lo que le originó fuertes dolores en el brazo derecho», según recuerda Jaiki Hadi. Mucho más recientemente, en mayo de este mismo año, no se le pudo realizar una mamografía «debido a la insistencia de la custodia policial en estar presente en la misma».
Esta última actualización refleja otros casos como el de Ibon Fernández, preso en la cárcel de Lannemezan, «al que tardaron ocho meses en realizar una resonancia magnética por unos intensos dolores en la parte lateral de su cuerpo». También el de Iñaki Etxeberria, preso en Topas y que sufre miopía magna y desprendimiento de retina. En 2010 fue trasladado a la cárcel de Zuera, «donde desaparecieron su historial médico y su tratamiento».
El documento remarca que, además de estas negligencias, en multitud de ocasiones se ha denegado la visita al centro penitenciario a profesionales sanitarios, sobre todo en el Estado español.
Enfermedades síquicas
En total, a fecha de setiembre de 2012 el número de presos vascos aquejados de enfermedades físicas asciende a 116: 22 mujeres y 94 hombres. Y creciente es la preocupación por los que sufren enfermedades síquicas, que, como explica Jaiki Hadi, viven una situación «aún más grave, debido a la necesidad de un seguimiento estricto y continuado, algo muy difícil de lograr en prisión».
En total, el informe recoge que esas enfermedades síquicas afectan a 40 personas presas. Nueve de ellas «precisan de una asistencia, tratamiento y seguimiento continuado». Los casos de los otros 31 presos no alcanzan ese grado de gravedad, aunque Jaiki Hadi subraya que «según el régimen penitenciario que se les aplique, tienen un riesgo real de derivar en enfermedades sicóticas».
La lista de enfermedades síquicas que afectan a estos presos es amplia y angustiosa: paranoias, depresiones, estrés postraumático, trastorno obsesivo-compulsivo, trastornos de ansiedad, esquizofrenia, trastorno bipolar...
Además, el documento de Jaiki Hadi cita que tres presos se autolesionaron y que otros tantos han necesitado un protocolo especial de acompañamiento para prevenir este tipo de situaciones.
Dar un trato adecuado a estos males resulta muy complicado en una situación de reclusión extrema como la que sufren estos presos vascos. De hecho, dos de ellos rechazaron asistencia médica de manera continuada al no ser conscientes de su enfermedad.
Otros ocho tienen contacto con su sicólogo o siquiatra de confianza, lo que facilita el tratamiento, pero según revela el informe «todos los demás deben ser tratados por relación epistolar con el enfermo o bien por medio de la familia».
El informe también evidencia la crueldad del actual sistema penitenciario español al citar 22 visitas de sicólogos de confianza denegadas -aduciendo «motivos de seguridad»- y al constatar la aplicación de la conocida como «doctrina Parot» a dos de los ocho presos que requieren de medicación para tratar su enfermedad.
En total, tres mujeres y 37 hombres requieren de asistencia síquica, que unidos a los 116 enfermos físicos -y teniendo en cuenta que catorce de ellos reúnen dolencias de ambos tipos- hacen que el número ascienda a 142. Entre ellos se incluyen los trece presos vascos en estado grave cuya excarcelación se demanda insistentemente.