El sucesor de Joseph Ratzinger al frente del Vaticano iniciará su pontificado con una clara diferencia de partida: no estará predestinado a llevar su mandato hasta el final de su vida. Parece una cuestión nimia si habláramos de cualquier otro colectivo, pero también puede ser el inicio de todo un cambio de paradigma en una institución que se mueve a ritmo de elefante a lo largo de los siglos. Una institución en la que, por ejemplo, persiste el dogma de que su máximo dirigente es infalible, ¿también a partir de ahora, en que la renuncia se establece como una opción real?
Quizás sea cierto que a Ratzinger simplemente le fallan las fuerzas (ayer se supo que hace poco se le intervino para cambiar las pilas del marcapasos), pero también cabe la opción de que haya querido dar un aldabonazo en una institución anclada a sí misma mientras pasan los años, las décadas y los siglos. Lo cierto es que su histórica dimisión abre la caja de los truenos y destapa una tormenta de ideas, como queda de manifiesto sin esperar al cónclave del 1 de marzo (y como vino a simbolizar el rayo que cayó en la cúpula del Vaticano en la noche del lunes en una imagen que ayer dio la vuelta al mundo). Es momento de toda una revisión general que comienza por la propia figura del Papa.
¿El final del Papacentrismo?
El padre mexicano Alejando Solalinde, referencia progresista en América Latina, entiende que la decisión de Ratzinger es «trascendente» y lo explica así: «El Papa ha sido hasta ahora el centro del sistema, desde la época clementina. Con la renuncia no solo vendrá un Papa más joven, sino un sistema diferente», indicó en declaraciones a TeleSur. Solalinde augura cambios en el modelo «de corte monárquico» que ha imperado hasta ahora en el Vaticano. Según su diagnóstico, la función del Papa seguirá siendo clave en la Iglesia, pero la importancia de su titular será mucho más relativa.
Pero la corriente contraria también se hace oír. Es el caso del arzobispo de Cracovia y secretario de Juan Pablo II (Karol Wojtyla) durante casi 40 años, Stanislaw Dziwisz, que tras la renuncia de su sucesor ha reivindicado que el Papa polaco «guió la Iglesia hasta el final» y llevó su pontificado hasta el último aliento «gracias a su fe y a su convencimiento de que de la Cruz no se desciende». Dziwisz no quiso valorar la era de Benedicto XVI, argumentando que aún es «demasiado pronto».
¿Un Gorbachov en la Iglesia?
Si la importancia del Papa está a debate, ocurre lo mismo con su talante. La renuncia de Ratzinger ha humanizado una figura que antes de llegar a vestir de blanco se destacaba por su dogmatismo y ortodoxia, y que después se ha caracterizado por la mano dura de los muros del Vaticano para dentro. ¿Qué tipo de Papa le hace falta a la Iglesia? ¿Y al mundo? Esta es otra de las preguntas en boca de todos. El teólogo y escritor brasileño Leonardo Boff, cercano a la Teología de la Liberación, considera que Benedicto XVI ha actuado de modo «poderoso y autoritario» imponiendo «una atmósfera de miedo y control», lo que contrasta con su impresión de que cara al exterior sí ha tenido una gran sensibilidad hacia sectores como los pobres de Latinoamérica. Para Boff, la Iglesia reclama una mentalidad «más abierta».
El teólogo disidente suizo Hans Küng no tiene esperanzas en este sentido: «Los conservadores tendrán cuidado de no elegir un Papa que se convierta en una especie de Gorbachov católico», dijo a una emisora local alemana. Añadió que Ratzinger, de quien fue compañero al inicio, «conoce personalmente a todos los cardenales, tiene contactos y todas las posibilidades de influir en la elección. Espero que no lo haga».
¿Hora de un Papa africano?
Wojtyla fue el primer Papa no italiano desde 1522, y Ratzinger ha sido el primero alemán. Ahora la duda es si su sucesor puede salir de la tradición italiana y del continente europeo para ser latinoamericano o africano o filipino, el país con la comunidad de fieles más grande de un continente como Asia, copado por el Islam, el hinduismo y el budismo. Con opciones aparecen los cardenales Peter Turkson (Ghana), Francis Arinze (Nigeria), Luis Antonio Tagle (Filipinas), Marc Ouellet (Quebec), Timothy Dolan (Estados Unidos), Odilo Scherer (Brasil), Leonardo Sandri (Argentina)...
Las posiciones son las que cabe imaginar. Para los más inmovilistas lo prudente es mantener el Papado en el círculo europeo, e italiano a ser posible por su conocimiento de los entresijos de «la casa»; ahí es donde cobra relevancia Tarsicio Bertone como sucesor natural, igual que hace siete años Ratzinger lo fue respecto a Wojtyla. Para el resto, toca ya optar por un Papa latinoamericano, que pueda dar más empuje a la institución desde un punto donde no es tan evidente la crisis del modelo (casi el 45% de los católicos actuales se encuentran en esa zona del planeta). Más morbo y rumorología aún suscita la opción de un Papa africano, que permitiría además a la Iglesia católica poner contrapeso a la extensión del Islam en este continente.
¿Revalorizar la «marca»?
A nivel inmediato, la renuncia y su impacto mediático global abren la opción de buscar una revalorización de la Iglesia como «marca». En el primer momento se apuntó la posibilidad de que se convocara una gran despedida a Benedicto XVI invitando a los principales mandatarios de todo el mundo, pero la idea parece haberse enfriado y ayer se apostaba por lo contrario: dar normalidad a un relevo que no es normal.
Mientras el Vaticano se lo piensa, hoy sí se ha cambiado la sede de la celebración del oficio de Miércoles de Ceniza para dar cauce a la mayor presencia de fieles. Ratzinger presidirá el tradicional rito en la Basílica de San Pedro y no en la Basílica de Santa Sabina, que tiene capacidad mucho más reducida. En cualquier caso, no se prevé ningún discurso del todavía Papa.
¿Adquirir más papel político?
Durante el pontificado ha sido bastante notorio el interés del Papa alemán por aumentar la importancia de la Iglesia católica en la geopolítica mundial. Un buen ejemplo es la visita a Cuba de marzo de 2012, donde intentó dejar sello de interlocutor preferencial para el régimen revolucionario. También su apoyo a las negociaciones Gobierno de Colombia-FARC, que motivaron ayer un mensaje de agradecimiento expreso de la guerrilla. Pero más claro aún que todo eso ha sido su intento de entablar sinergias con otras confesiones religiosas, y especialmente con el islam. Sin embargo, Ratzinger solo ha conseguido empezar a restañar las heridas que él mismo había abierto al inicio de su pontificado con una torpe alusión a la «espada» del islam en el famoso discurso de la Universidad de Ratisbona, que tuvo que rectificar posteriormente. Su sucesor deberá calibrar si persevera en ese intento o si retrocede a sus «cuarteles».
El secretario general de la ONU sí parece satisfecho con la labor de Benedicto XVI en este terreno. Ban Ki Moon considera que el todavía Papa ha actuado con «sabiduría» y ha dejado «un legado sobre el que construir mayor diálogo y tolerancia», sobre todo en el ámbito del diálogo interreligioso.
¿Cómo tratar la pederastia?
La cuestión de los escándalos de pederastia que han salpicado a la Iglesia en diferentes partes del mundo y que probablemente sigan aflorando queda pendiente. Ratzinger ha oscilado desde la indulgencia y la pasividad iniciales a unas peticiones genéricas de excusas que dejan sin resolver la asunción de responsabilidades. Además, la canonización de Juan Pablo II fue entendida por muchos como un intento de echar tierra sobre la vista gorda del Papa polaco ante las primeras denuncias de estas prácticas. Sobra decir que en la jerarquía se exalta su labor. Para el cardenal-arzobispo de Barcelona, Lluis Martínez Sistach, no solo ha luchado contra la pederastia sino que ha sufrido un desgaste definitivo por ello. El cardenal neoyorkino Timothy Dolan añade un agradecimiento por «haber escuchado a las víctimas de abuso sexual por parte de clérigos» durante su visita a Washington en 2008.
Nada que ver con la opinión de las víctimas. SNAP, la red de afectados surgida en Australia, ha celebrado el adiós de Ratzinger, a quien se refiere como «un funcionario de la Iglesia con un inmenso poder que ha hecho muy poco por detener el reino del terror creado por sacerdotes y otros religiosos violadores de niños». Para la organización, «Joseph Ratzinger ha contribuido, personalmente, mucho para aumentar el gran número de víctimas e incrementar de manera exponencial el sufrimiento de aquellos que fueron agredidos». Espera ahora que su sucesor acometa un cambio radical para combatir «estos horribles crímenes y sus encubrimientos». La Iglesia católica ha admitido 620 casos de abusos por parte de sacerdotes en Australia, desde 1930.
¿Y la libertad sexual?
Como cabía esperar a su llegada al cargo hace ocho años, Benedicto XVI no ha efectuado cambios sustanciales en la posición de la Iglesia respecto al aborto, al preservativo o a la homosexualidad. Pero al hilo de la renuncia también han aparecido voces amigas que intentan presentarlo como un renovador en este ámbito. Por ejemplo, ayer el arzobispo de Colonia, el cardenal Joachim Meissner, aseguraba que fue Ratzinger quien autorizó en los hospitales católicos alemanes administrar la «píldora del día después» a mujeres víctimas de violación, a raíz del escándalo en torno a una joven que no fue atendida en dos clínicas tras sufrir abusos sexuales. Meissner aseguró que en aquel caso «hablé también con el secretario del Papa, el arzobispo Gänswein. Él me dijo: ‘El Papa lo sabe. Todo está en orden’».
Como ocurre en otros expedientes de su pontificado, algunas voces apuntan que quiso, pero no pudo por la presión de sectores aún más inmovilistas que él. La realidad palpable y conocida es que la aceptación de los anticonceptivos ha sido algo muy puntual y excepcional en la trayectoria de este Papa.
Obviamente el relevo en la cúpula del Vaticano vuelve a poner sobre la mesa todas estas cuestiones pendientes. Como prueba, ayer un grupo de mujeres de la organización feminista ucraniana Femen, conocidas por sus performances, entraron en top-less en Notre Dame de París para celebrar el adiós del alemán. En sus cuerpos habían pintado lemas como ‘No más Papa’ o ‘No a la homofobia’. Por su parte, la organización de homosexuales católicos de Estados Unidos DignityUSA instó al sucesor a iniciar un «diálogo real» que lleve a la Iglesia a «no solo aceptar, sino defender la dignidad e igualdad de todos los humanos, independientemente de su orientación sexual o identidad de género».