Alberto Catalán Higueras se define como «hombre de partido» y eso equivale a ejercer de «chico para todo». Para todo, salvo para una cosa: liderarlo. Hace cuatro años decidió que ese traje le quedaba grande, pese a que numerosos afiliados de UPN se lo plantearon. Esta vez no pudo evitarlo, y es que el declive de Barcina, de su estilo y de sus decisiones amenazaban, y aún amenazan, al partido que es la razón de su vida.
Nadie ha pasado más horas en las sedes de UPN que este farmacéutico corellano crecido en política a la sombra de Sanz. Nadie ha participado en más reuniones internas ni ha cogido más veces el teléfono para atender a todos: a los propios y a los extraños. En la práctica, durante muchos años ha sido una especie de secretario cualificado y a jornada completa de Miguel Sanz, con quien comparte paisanaje y convicciones estratégicas y tácticas, aunque desde unas formas más abiertas y con un talante mucho más accesible que el de su padrino. Catalán posiblemente le daría vuelta al argumento y diría que simplemente el líder es Sanz y él, un hombre de equipo sin mayor ambición.
Dado su enorme conocimiento tanto de los movimientos de fondo del partido como de las instituciones navarras y sus poderes fácticos ocultos, Catalán pensaba que iba a ganar y así lo había transmitido en privado, aunque sin poner un ápice de emoción a tal perspectiva. A esta convicción se le sumaba su carácter propio de gregario, así que el resultado ha sido una campaña interna light, en la que evitó fajarse a fondo con su rival. Bastó que la presidenta amagara un enfado ante la primera alusión de Catalán a la necesidad de «honestidad» para que el corellano, poco amigo de la pelea cuerpo a cuerpo, bajara el tono.
Tras las lágrimas de ayer al acabar el Congreso se intuye a un Catalán preso de su propia situación. Nunca quiso la pelea a la que se vio abocado y eso le ha llevado a perderla contra la mayoría de los pronósticos. Hubiera sido un presidente por accidente. Ahora volverá a su multifunción, dónde y cómo le manden. Si el sector al que representa quiere seguir buscando algún ariete contra Barcina, deberá buscar otro perfil.