El 22 de marzo, en un pleno monográfico sobre la materia, PNV y PSE renunciaron a sus propias propuestas de resolución para, junto al PP, presentar como texto único los «principios y compromisos» de la anterior Ponencia de Paz y Convivencia. Los puntos fueron aprobados, el Pleno hizo suyo el documento de la pasada legislatura y, a la vuelta de las vacaciones de Semana Santa, el PP decidió que no iba a participar en la composición de la nueva ponencia.
Desde la propuesta hasta la creación de la ponencia pasaron cuatro meses. En ese tiempo habían quedado claras al menos tres cosas: que la Ponencia trabajará teóricamente sobre la base de lo ya acordado, que EH Bildu tiene discrepancias pero se suma al trabajo, y que la decisión del PP de entrar o no depende de sus propias conveniencias.
En este contexto, el empecinamiento del PSE en volver a llevar a votación el «suelo ético» ya aprobado tenía como única continuidad entendible que quien no compartiera dicho suelo no participara en la Ponencia o que la Ponencia se suspendiera hasta que todos los integrantes suscribieran sus bases. Ninguna de las opciones resultaba políticamente conveniente pero, una vez dado el paso, era la salida coherente. Sin embargo, nada de esto ha pasado y los trabajos van a seguir igual.
Si el PSE quería sacar músculo ante el PP o allanarle el camino, que lea los titulares de la prensa de derechas que presentan lo ocurrido como otra claudicación frente a los independentistas «violentos».