La primera semana de setiembre una encuesta daba por primera vez en dos años un resultado satisfactorio a quienes defienden la independencia de Escocia, a un año de la consulta que se celebrará el 18 de setiembre de 2014.
La profesora de la Universidad de Edimburgo Nicola McEwen lo expreso de modo muy claro durante los cursos de verano de la UPV-EHU sobre secesión: «Se trata de un problema de deseo, es evidente que la sociedad, los votantes, no están convencidos todavía». Parece que la mayoría de los escoceses apoyaría una solución intermedia, un mayor grado de autogobierno sería, seguramente, la opción más apoyada por la sociedad. Pero eso no se preguntará en la consulta del año que viene, en la que un ‘sí’ o un ‘no’ dirimirá el nuevo status-quo del país.
David Cameron busca, quizás, de esa manera apagar el auge soberanista; y seguramente se trate de la mejor opción para su gobierno, que ni siquiera se ha planteado obstaculizar el libre ejercicio del derecho a decidir. Cree McEwen que, además, sería perjudicial para los intereses del Reino: «El derecho de autodeterminación es un sentimiento muy fuerte, por lo que bloquearlo podría provocar un mayor deseo» de independencia.
Lo cierto es que incluso aquellos que negaron su ejercicio llegaron a reconocer el derecho que asistía al pueblo escocés. McEwen recuerda que «incluso la señora Thatcher lo dijo en su tiempo, que era evidente que si los escoceses no querían vivir en el Reino Unido no lo harían». Además, la legislación de Gran Bretaña distribuye de modo amplio la soberanía, y no existe una Carta Magna que imposibilite el ejercicio soberano de las naciones que componen el Estado.
La consulta llega a Escocia tras una época en la que el Scottish National Party ha crecido hasta lograr la mayoría absoluta en la última contienda electoral de 2011. El Gobierno británico espera que si gana el ‘no’ en la consulta el soberanismo pierda fuerza, mientras que el SNP trabaja duro para lograr la victoria en el referéndum. McEwen teme «un gran fracaso» y dice que «si el voto a favor logra un cuarenta y tantos por ciento, estaría bien, sería suficiente para mantener el debate en la mesa».
La realidad es que, bien sea por estrategia política o bien sea por principios democráticos, Escocia decidirá si desea ser un nuevo estado europeo en una consulta acordada con el Estado matriz en pleno siglo XXI y en la vieja Europa.