Uno, que la Justicia no sé si es ciega, pero sí lenta cual tortuga –siete años de recorrido judicial, desde los juzgados españoles hasta la última instancia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos; y, mientras, los afectados, chupando cárcel más allá de las condenas que tienen ya cumplidas-; dos, que no hay que ser un águila para detectar las presiones, maniobras varias –léase redadas como la de Herrira– y movimientos entre bambalinas del Gobierno durante estos largos meses; tres, que hay que ser más terco que una mula para no reconocer, aunque sea en sus oraciones nocturnas, que «igual lo tenía que haber hecho de otra forma» cuando Europa me ha dado semejante cachete en público por atentar contra los derechos humanos; cuatro, que a ver cómo meten las gallinas en el gallinero cuando han estado dándoles para comer pienso de vaca loca en lugar de ponerles música de los Beatles, que relaja mucho...
En fin, la noticia del rechazo del recurso del Gobierno español a la sentencia sobre Inés del Río me ha dejado sumida en una especie de cortocircuito mental, en sintonía con el shock mediático y gubernamental. No en vano, una ya tiene más o menos el culo pelado y todos sabemos que lo de «donde dije digo digo Diego» –un ejemplo, la mal llamada doctrina Parot– y el «por si acaso, te doy una leche, zasca, para que no te muevas» –véase el «todo es ETA»– es práctica habitual por parte de quienes mandan en el Reino de España. Lo de solucionar conflictos hablando, como que no les va mucho, convencidos de que la mano dura es lo mejor para castigar al díscolo... Vale, me dirán que no estoy siendo seria, y lo reconozco, no tengo problema en ello, pero es que estoy contenta: con la venia de la Audiencia Nacional, es posible que el hombre al que quiero vuelva a casa, aunque a ver quién nos/le devuelve los años de libertad perdidos (debieran haberle liberado primero en 2001, con las 3/4 partes de la pena cumplidas; luego, en 2009, con la condena cumplida... luego dijeron que en 2016, de regalo por la capitalidad cultural europea de Donostia)... y también quién le devuelve a su madre, de la que no pudo despedirse.