Amets Martínez, una de las personas que han sido sus portavoces en estas semanas, anticipó ayer la despedida de Tantaz Tanta. «Precipitada», admite por circunstancias obvias. En la carta que se reproduce abajo, saluda que «ha cumplido sus objetivos y lo más prudente es dar por terminada la iniciativa». «Nos prohibieron la movilización [en alusión a la ola prevista en Bilbo], nos impidieron seguir hablando con la sociedad», recuerda para apuntar luego que sobre ese veto ha surgido la mayor ola conocida.
En el artículo extrae un buen número de conclusiones que dejan estas semanas de trabajo. Y destaca que la pelea por los derechos sigue y que corresponde a todas las «gotas» surgidas en esta trayectoria decidir cómo.
La prohibición de la gran ola prevista para el sábado en Bilbo fue sustentada por el juez Eloy Velasco en la tesis de que había una continuidad entre Herrira y Tantaz Tanta. Las actividades de Herrira fueron prohibidas tras la redada de setiembre.
Tantaz Tanta, una iniciativa ciudadana espontánea en su origen, ha tenido una trayectoria tan corta como frenética e intensa. Comenzó articulando voluntades en favor de los derechos de los presos a través de la red, donde se han terminado registrando cerca de 5.000 «gotas» o adhesiones personales, dispuestas a adoptar distintos niveles de compromiso de trabajo.
Su actividad ha ido in crescendo a partir del primer acto importante en Gernika, el 9 de noviembre, y en un escenario muy emblemático de su labor: la antigua fábrica de armas y hoy espacio de creación cultural Astra, con lo que reflejaron su voluntad de transformar el conflicto y sus consecuencias en solución y paz a través de la iniciativa ciudadana.
Las gotas, un símbolo
Tantaz Tanta ha funcionado con un criterio totalmente plural y apartado de los partidos, que curiosamente han terminado tomando el protagonismo con la segunda convocatoria que siguió al veto al mar previsto en Bilbo por la Audiencia Nacional española.
Deja en la retina acciones como la desarrollada en Durango el 7 de diciembre, donde se recrearon olas en demanda de avances. Se trataba de un salto más para llegar hasta la movilización masiva e imaginativa prevista el sábado, donde decenas de miles de gotas iban a conformar un enorme mar entre el Ayuntamiento y La Casilla, con dos olas que confluirían en Zabalburu. Las gotas se han convertido ya en todo un símbolo a lo largo y ancho del país.