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Madrid

Cañete se suelta y exhibe su machismo en los postres de un tedioso debate

Miguel Arias Cañete se soltó el botón del pantalón a los postres del debate y, ya liberado del corsé de mantener las apariencias, lanzó su autojustificación machista en una entrevista tras la discusión con Elena Valenciano.

Cañete y Valenciano se saludan en su cara a cara. (Pedro ARMESTRE / AFP PHOTO)
Cañete y Valenciano se saludan en su cara a cara. (Pedro ARMESTRE / AFP PHOTO)

Doce horas antes, un insulso cara a cara redujo el intercambio de ideas a un monólogo a dos en el que la candidata del PSOE fue incapaz de demostrar la idea-fuerza de que «no es lo mismo» que el PP.

«Con todas las provocaciones de la señora Valenciano, toda la demagogia y apelaciones al populismo, con todas las medias verdades y mentiras, si soy yo mismo, me temo. Entraría a matar y el debate con una mujer es complicado. Si haces un abuso de superioridad intelectual o lo que sea, entonces parece que eres un machista que está acorralando a una mujer indefensa».

Mucho mas relajado que en el debate de doce horas antes, más él mismo, el candidato del PP y exministro español de Agricultura, Miguel Arias Cañete, explicaba así su actuación en el cara a cara con Elena Valenciano ante una atónita Susana Griso, presentadora de Antena 3.

Ya liberado del corsé del debate, como si el protocolo le hubiese encasillado durante el banquete y solo a los postres pudiese soltarse el botón del pantalón, Cañete lanzó su versión patriarcal del «porque me sujetan».

Cierto es que el debate nocturno fue tedioso. Que no aportó nada. Que se limitó a un soporífero toma y daca donde las ausencias fueron más relevantes que los temas tratados. Y también que, en caso de tener que elegir un ganador entre la peste y el cólera, Elena Valenciano podría haberse impuesto por puntos. Una victoria pírrica en medio del bostezo y el desinterés que a Cañete, que se creía más dotado para la discusión, le dolió en el orgullo. Y eso que su asesor, Pedro Arriola, ya le había recomendado que era mejor no comparecer.

Como caballero español aferrado al machismo de naftalina, el exministro lo consultó con la almohada y trató de eximirse de no haber proclamado el «vini, vidi, vinci» en un plató público pero a priori favorable. Quizás pensó que se encontraba en una taberna con uno de esos camareros de antaño, que servían con gran eficacia la «manteca colorada» y los «boquerones en vinagre» y no en una entrevista.

Solo así se entiende que, ante la primera reprimenda de Griso, insistiese en el «sostenella y no enmendalla», añorando a Alfredo Pérez Rubalcaba para poder jugar entre hombres, que es como se hacen las «cosas serias» . Así entiende la vida un Cañete que ya apuntó maneras hace años, cuando dijo que «el regadío hay que utilizarlo como a las mujeres, con mucho cuidado, que le pueden perder a uno».

Homófobo con amigo gay

Que un machista demuestre en público que es un machista no sorprende. Ni su condescendencia ni que, con la pata en el fango, tratase de excusarse reivindicando a Loyola de Palacio o María Dolores de Cospedal. Algo así como el «tengo muchos amigos gais» que soltaría un homófobo acorralado.

Habrá que ver qué impacto tiene la exhibición patriarcal del rebautizado como «Homo Cañetus» en las urnas. Lo que no parece que tengan efecto serán los argumentos, muy pobres, empleados durante un debate rígido, centrado en el habitual «y tú más» con los que las versiones modernas de Cánovas y Sagasta ventilan los choques en el Congreso.

Fue el cara a cara con menos audiencia de la historia. Menos de dos millones de personas que tuvieron que contentarse con manidas referencias a la «herencia recibida» esgrimidas por Cañete y el intento de Valenciano de centrar el diálogo (esto es mucho decir) en los recortes de los últimos dos años y medio de Mariano Rajoy.

Como Jackson y Johnson

Al aspirante del PP no se le vio cómodo. Pegado al guión, con la boca seca y parapetado tras los gráficos, buscaba la confrontación, pero no con Valenciano, sino con José Luis Rodríguez Zapatero. Producto de los nervios, llegó a reconocer la existencia de ese «rescate» que tantas veces negó el Ejecutivo. «Cuando digo que el rescate fue ejemplar... Ejem... La refinanciación de los bancos», lanzó, como lapsus linguae, cuando intentaba defender las «maravillosas condiciones» de la operación que ha marcado la política económica de toda la legislatura.

Valenciano, por su parte, buscó la complicidad de las movilizaciones contra el desmantelamiento de los servicios públicos, interrumpió (saltándose las convenciones pactadas) e intentó introducir el aborto en un guión que dejó fuera Europa.

Su objetivo era romper la idea, cada vez más extendida, de que ambos eran las versiones en carne y hueso de Jackson y Johnson, los dos clones políticos de la serie «Futurama». Quizás por eso ambos eludieron mencionar la modificación del artículo 135 de la Constitución española, la decisión más importante de los últimos años vinculada con Europa y que ambas formaciones adoptaron de la mano.