«Llevamos pidiendo información desde abril, esto ha sido una chapuza»
Improvisación y falta de información». Estas son las dos ideas principales que lanzan los profesionales sanitarios ante el primer caso de ébola en Europa. Muchos recuerdan que avisaron ya en abril, cuando los religiosos no habían sido trasladados y el virus se expandía en África. Ahora piden tranquilidad sin saber todavía qué pudo fallar y advierten que, cuando pase la crisis, será el momento de exigir dimisiones.
«Llevamos pidiendo información desde abril, que es cuando se decretó la alarma a nivel mundial, Todo esto ha sido una chapuza». Esther Quiñones es representante de CCOO en el Hospital de La Paz, el centro al que está adscrita Teresa Romero, la auxiliar de enfermería contagiada por ébola tras asistir a Manuel García Viejo y Miguel Pajares, los dos sacerdotes trasladados desde Liberia y Sierra Leona. Según explica, antes de que los dos religiosos enfermasen, antes de que el Gobierno español decidiese apresuradamente repatriarlos a Madrid y de que se ambos se pusiesen en manos de los profesionales del Carlos III, los sanitarios ya reclamaban una formación que llegó a contrarreloj, cuando el primer paciente estaba de camino. Lo corrobora el doctor Daniel Bernabéu, presidente del sindicato AMYTS y trabajador en La Paz, que recuerda que, hace más de seis meses, «reclamábamos más formación para atender a un hipotético caso, para algo remoto». Sin embargo, tuvieron que aprender sobre la marcha. Tiempo atrás, los responsables políticos habían decidido desmantelar el hospital especializado en infecciosas, el Carlos III, por lo que, a la espera de que se determine qué falló en la cadena de protección, la «improvisación» jugaba en contra.
Para buscar el origen del contagio no hay que remontarse al 30 de setiembre, cuando Romero advirtió, sin ser escuchada, que tenía fiebre y que había mantenido contacto con los dos pacientes de riesgo. Ni siquiera a agosto, fecha en la que Pajares fue evacuado. Mucho antes, en abril, La Paz había sido designado como hospital de referencia. Y sus propios trabajadores lanzaron la voz de alarma: no estaban preparados, ni tenían la infraestructura necesaria. Incluso, advertían que los protocolos se habían «modificado a gusto para adaptarse a las carencias del hospital». Así lo señala un escrito, fechado en agosto y redactado por un enfermero de este hospital, miembro de la Asociación Madrileña de Enfermería Independiente. Ante el miedo a represalias, prefiere guardar el anonimato, aunque diversos sanitarios consultados por este periódico suscriben, punto por punto, lo denunciado en aquel escrito, ahora ampliamente difundido a través de Internet. «Lo llevamos advirtiendo desde abril, en julio se presentó ante el juez y hemos recurrido a la inspección de trabajo, entre otras protestas», se queja Alda Recas, vicepresidenta de Ame.
«Presiones políticas»
Con un centro en fuera de juego por «presiones políticas», según denuncia Recas, y un curso «bastante deficiente» en el que se usaban bolsas de basura para simular la profilaxis, llegaron los sacerdotes. «Había que traerlos, eran órdenes políticas», recuerda Bernabéu, que señala que las voces discordantes «fueron acalladas». A los pocos días del traslado, ambos fallecieron. Y daba la sensación que el protocolo había funcionado. «Todo parecía que iba bien pese a la precariedad», relata el doctor. Un optimismo, al menos de cara al exterior, que se quebró hace dos días, con el contagio.
Nadie sabe todavía qué le ocurrió a Teresa Romero para que el virus acertase en su zarpazo. Tampoco, y esto sí que es grave, por qué no fue inmediatamente ingresada el 30 de setiembre. Previamente había hecho vida normal, e incluso había participado, junto a otras 17.000 aspirantes, en las oposiciones celebradas en la Universidad Complutense el 27 de setiembre. Seis días después del primer aviso, el 5 de octubre y con la fiebre disparada, llamó para saber qué hacer. Y le derivaron al hospital de Alcorcón, el lugar donde residía. Allí le metieron en un box, únicamente aislada con un biombo. Nada más. No había medios, como denuncia Ismael Sarrión, presidente del comité de empresa del centro, que no entiende por qué no fue derivada directamente al Carlos III. Claro, que las disfunciones llegaron hasta tal punto que la ambulancia que le trasladó siguió operativa durante dos ó tres horas, hasta que alguien planteó que sería buena idea desinfectarla. Aunque la paciente ya se encuentra en el Carlos III, en Alcorcón se ha quedado el miedo. Como el del equipo de limpieza, que al menos a última hora de ayer rechazaba asomarse a la habitación ocupada por la paciente hasta no tener garantías.
«Tranquilidad» es uno de los principales mensajes que lanzan los profesionales. Ahora, lo que toca es seguir todas las posibles ramificaciones y controlar el brote. ¿Puede haber más contagios? Hay que esperar 21 días. Por ahora no hay ningún positivo, pero hay que esperar. Aunque también toca elaborar la lista de responsables y exigir, en el futuro, que rindan cuentas. Como indica Bernabéu, el ébola «lo han traído, realizando una repatriación que iba contra todos los protocolos». Todos piensan ahora en su compañera, a la que desean una rápida recuperación. También piden dimisiones, desde la cúpula hasta los centros. Y preguntan: «¿Tenemos que esperar a que ocurra algo para responder?»
Plásticos para el aislamiento y protocolos que no se distribuyen
La noche del lunes al martes una de las doctoras que estuvo en contacto con los misioneros fue ingresada en el Hospital de La Paz, unificado con el Carlos III. Para «aislarla», se habían colocado unos biombos y una sábanas pegadas a la ventana con precinto junto a la entrada de urgencias, que es donde se ha habilitado la sala destinada de forma improvisada a los posibles casos de ébola que lleguen antes de ser trasladados al Carlos III. Los trabajadores lo llaman «el chiringuito» y ayer por la mañana seguía en pie. «Es complicado. Eso puede valer, pero para un hospital es cutre. Pasar, no pasa nada. Da pena verlo, pero eso no está marcando diferencias, no va a generar una transmisión», indica el doctor Daniel Bernabéu, que insiste en la falta de «tranquilidad» entre los sanitarios. No se puede olvidar, como señalan muchos de los trabajadore de La Paz, que aquellos que, como la auxiliar contagiada, entraron en contacto con los dos religiosos, luego regresaban a su puesto de trabajo, con lo que los contactos son innumerables. «Los profesionales están de los nervios», remarca.
El doctor deja claro que sus críticas no van contra los profesionarles, sino «contra unos procedimientos». «Con un papelito y dos prácticas parece que se esté preparado», denuncia. Durante meses, los sanitarios reclamaron los protocolos. Pero estos no aparecían. «Nunca estuvieron expuestos, nunca se facilitaron», indicaban ayer fuentes de La Paz.
Ante todo el despropósito, las primeras movilizaciones se desarrollaron ayer exigiendo la dimisión de la ministra española de Sanidad, Ana Mato. Aunque sindicatos como Ame exigen que caiga todo el escalafón. «La supervisora de enfermería de la UVI de La Paz negó los riesgos y así estamos», denuncian. No obstante, las protestas no gustaron a los responsables políticos y en centros como el de Alcorcón, los vigilantes jurado se preocupaban de que médicos o auxiliares no hablasen con la prensa desplazada hasta el municipio. A.P.