Quienes durante estas fechas vacacionales se desplace desde Euskal Herria a ciudades europeas como Londres, Edimburgo, Belfast, Copenhague, Oslo, Estocolmo, San Petesburgo, Moscú, Budapest o Estambul podrán comprobar que el euro no es la moneda local, por lo que, si no lo habían hecho antes de iniciar el viaje, deberán pasar por alguna de las oficinas de cambio que, a buen seguro, encontrarán fácilmente en aeropuertos y estaciones o en las calles de mayor tránsito turístico.
Cada vez más acostumbrados a confundir el término «Europa» con el de «Unión Europea», a mucha gente le sorprenderá constatar que Noruega o Islandia ni siquiera forman parte de la Unión. Y si bien es de esperar que a nadie le coja por sorpresa constatar que en Rusia tendrá que usar rublos, serán muy pocos quienes sepan moverse sin caer al menos en un error por el galimatías monetario de las antiguas repúblicas yugoslavas.
La zona del euro
A fecha de hoy son 19 estados de la Unión Europea los que han adoptado la moneda única, que empezó a funcionar oficialmente en los mercados de cambio el 1 de enero de 1999, aunque hubo que esperar al 1 de enero de 2002 para que los nuevos billetes y monedas comenzaran a circular desde las ventanillas de los bancos hasta los bolsillos de la gente.
Los precursores de la Unión Económica y Europea (UEM) de 1999 fueron Alemania, Austria, Bélgica, Estado español, Finlandia, Estado francés, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos y Portugal. A esos once se han ido sumando Grecia (en 2001), Eslovenia (2007), Chipre (2008), Malta (2008), Eslovaquia (2009), Estonia (2011), Letonia (2014) y Lituania (2015).
Llamando a la puerta
Otros seis estados, todos ellos procedentes del antiguo bloque soviético, están pendientes de ingresar en la eurozona en un futuro no muy lejano, aunque no tienen fecha asegurada para hacerlo. Se trata de Bulgaria (donde se utiliza el lev), Croacia (kuna), Hungría (florín), Polonia (esloti), la República Checa (corona) y Rumanía (leu).
Oficialmente, en este grupo también se encuentra Suecia, pero su situación es tan diferente al resto de esos estados, que es preferible incluirlo en el apartado siguiente, aunque en el mapa anexo se haya coloreado junto al resto de aspirantes.
De entrada, mejor fuera
La ciudadanía sueca decidió rechazar la adopción del euro el 14 de setiembre de 2003. Y lo hizo pese a que los principales partidos políticos del país escandinavo hicieron campaña a favor del «Sí». El «No» obtuvo el respaldo del 56% de los votantes.
Paradójicamente, Suecia no ha salido formalmente de la Unión Monetaria, ni ha sido expulsada, porque –como se repite en los últimos días en los análisis sobre la cuestión griega, sobre el Grexit– no existe una vía legal para hacerlo y durante dos años formó parte del Mecanismo Europeo de Cambio (ERM, por sus siglas en inglés), uno de los acuerdos que dio forma al Sistema Monetario Europeo.
También Dinamarca fue uno de los promotores del proceso que culminó en el euro, pero sigue utilizando su corona porque su población decidió en el año 2000 quedarse fuera de la eurozona. No hay pasar por alto otra importante paradoja nórdica: en ese referéndum, las ciudadanas y ciudadanos daneses aceptaron mantenerse como socios de pleno derecho en la Unión Europea a cambio de no entrar en la tercera fase de la UEM, después de que en 1992 hubieran dicho “No” al Tratado de Maastricht, lo que fue recibido como un auténtico mazazo al proyecto de la «unidad de Europa».
Ahora, Dinamarca mantiene un estatus muy similar al de Gran Bretaña en lo relativo a la unión monetaria, ya que ambos disfrutan de cláusulas de exclusión de la zona euro. El peso de la libra esterlina en los mercados financieros no se ha reducido y, en muchas de las grandes ocasiones, las finanzas británicas juegan al margen de las de sus supuestos socios de la UE.
Es más, el Brexit es una opción a tener en cuenta porque en 2017 se celebrará un referéndum en Inglaterra, Escocia, Gales y el norte de Irlanda para decidir si la estrella británica sigue ondeando en la bandera azul o si abandona la Unión Europea.
Con permiso o sin permiso
Este complejo mapa incluye a los miniestados de Andorra, Mónaco, San Marino y El Vaticano, que han suscrito sendos acuerdos con la UE que les permite incluso acuñar monedas de euro propias.
En un limbo muy especial se encuentran Montenegro y Kosovo, que no emiten moneda propia ni tienen permiso para acuñar euros. Antes de proclamar su independencia, ya utilizaron el marco alemán, por lo que sus ciudadanos han pasado a usar el euro con cierta normalidad.