Andrés SANCHEZ BRAUN
TOKIO

Japón evoca el drama entre quejas por el fin de su senda pacifista

Japón conmemorará estos días el 70 aniversario de los ataques atómicos de Hiroshima y Nagasaki, al término de la II Guerra Mundial, en un ambiente marcado por el rechazo a la decisión del Gobierno de poner fin a más de seis décadas de pacifismo constitucional. Tokia está siendo escenario de importantes manifestaciones de protesta por ello.

Mientras las dos únicas ciudades atacadas en la Historia con armas nucleares hacen un nuevo llamamiento por la paz y el desarme, Tokio es escenario estas semanas de las persistentes manifestaciones ante el Parlamento de miles de japoneses descontentos con la reforma militar del Ejecutivo.

El Gabinete de Shinzo Abe tiene previsto aprobar antes de octubre una revisión legal que, por primera vez en 68 años, permitirá a las Fuerzas de Auto Defensa (Ejército) participar en operaciones en el extranjero (como, por ejemplo, misiones de Naciones Unidas) y defender a aliados en caso de que sean atacados.

Estas acciones estaban limitadas hasta ahora por el artículo 9 de la Constitución que Japón adoptó en 1947 a instancias de la ocupación estadounidense y que impide al país el uso de la fuerza para resolver conflictos internacionales.

El Gobierno optó el año pasado por una polémica reinterpretación de dicha cláusula para poder reconocer el derecho de Japón a ejercer la llamada «autodefensa colectiva».

La actuación del Ejecutivo ha sido aplaudida por Washington, que tiene en Tokio a su principal socio militar para hacer contrapeso a la pujanza china, además de por buena parte de la comunidad internacional, incluida la Unión Europea.

Algo muy diferente dicen las manifestaciones callejeras y las encuestas en Japón, donde en torno a un 60% de la ciudadanía se muestra en contra de este cambio de rumbo.

El fondo y la forma

Más rechazo todavía despiertan las formas empleadas por el Gobierno para sacar adelante la normativa (casi un 75% de los sondeados se posiciona en contra del mismo).

Y es que ante la imposibilidad de lograr una enmienda constitucional (que requiere el apoyo de dos tercios de las cámaras y una mayoría simple en referéndum) el Ejecutivo optó por la «reinterpretación» unilateral de la Carta Magna, un cuestionable atajo para poder legislar en el Parlamento, donde tiene mayoría con sus socios.

Esto, y el que sea precisamente Abe el que haya liderado tan polémico giro, hacen que el debate sobre el papel geoestratégico que le corresponde o no a una potencia como Japón quede en segundo plano.

Nieto del ex primer ministro Nobusuke Kishi, ministro del Gobierno imperial condenado y rehabilitado después por EEUU, Abe representa el ala más conservadora del gobernante y cuasioficialista Partido Liberal Democrático, que desde 1952 solo ha estado cuatro años apartado del poder.

Para sus críticos dentro y fuera de Japón, resulta fácil atribuir al giro militar un cierto aire revanchista cuando a lo largo de su trayectoria política Abe ha impulsado la omisión de tropelías niponas en Asia antes y durante la Segunda Guerra Mundial en los libros de texto de millones de estudiantes.

Como apuntan muchos académicos, sin un sincero examen de conciencia, el insistente mensaje de la Administración sobre el inquebrantable compromiso de Japón con la paz (el que se escuchará nuevamente estos próximos días en los memoriales de Hiroshima y Nagasaki) seguirá sin resultar creíble a los países vecinos –muy en especial China– que sufrieron la opresión nipona hasta el fin de la guerra.

Un reciente sondeo de la agencia Kyodo mostró que el 41% de los japoneses encuestados ni siquiera supo responder si la cruenta guerra en la que se embarcó su país fue un conflicto de «agresión» nipona o una acción de «autodefensa».

Recuperando relatos todavía

En paralelo se sitúa la realidad de que, a punto de cumplirse estos 70 años, en Japón aún son muchos los relatos de este drama que permanecen inéditos debido al silencio impuesto por la censura o el miedo, y a los que un documental quiere ahora dar voz.

La obra, dirigida por la profesora mexicana Silvia Lidia González, de la Universidad de Estudios Internacionales de Kanda (KUIS), y titulada "Las voces de los pájaros de papel", busca mostrar una perspectiva más amplia sobre lo que hay «debajo del hongo atómico».

El primer episodio del documental da voz a «gente que no tuvo oportunidad de hablar» dentro del colectivo hibakusha. Este es el nombre que reciben los supervivientes de los ataques nucleares en Hiroshima y Nagasaki, que a menudo han sido en Japón marginados y tratados como víctimas de una enfermedad contagiosa.

«Los que dan voz al drama de los hibakusha (cuyo número actual anda entre 180.000 y 190.000) pueden ser apenas 100» por ese miedo a la discriminación que ha mantenido a la mayoría en la sombra, explica González.

En Japón, del silencio inicial impuesto por el Gobierno Imperial, donde solo se mencionaba un «nuevo tipo de bomba» y se obvió el uso del término «atómico», se pasó, tras la rendición, al código de prensa impuesto casi de inmediato por la ocupación estadounidense el 19 de septiembre de 1945. La dimensión de la censura en torno a esta tema durante largas décadas ha sido enorme, subraya la investigadora.