El antiguo cinturón rojo de Barcelona busca nuevo color
No hace falta más que ver dónde concentran sus actos la mayoría de partidos, en especial los unionistas, para entender que el 27 de setiembre la balanza caerá para uno u otro lado dependiendo del resultado en el área metropolitana, el antiguo cinturón rojo del PSC.
No es ninguna casualidad, por muy atípico que resulte, que Susana Díaz, Teresa Rodríguez y el resto de líderes andaluces se vuelquen en la campaña catalana. Todos saben que el resultado de las elecciones plebiscitarias del 27S dependerá de la movilización y decisión de los votantes del área metropolitana, muchos de ellos de origen andaluz. Conscientes de ello, los cerebros de todas las candidaturas se esfuerzan en afinar los mensajes destinados a las ciudades del Baix Llobregat y el Barcelonés.
El más torpe fue el líder de Podemos, Pablo Iglesias, al hablar de la supuesta invisibilización de los ciudadanos de origen extremeño o andaluz. Pero el patinazo de Iglesias (ya corregido, veremos si a tiempo) no esconde tampoco la realidad: en el área metropolitana son mayoría aquellos descendientes de la inmigración de los años 60. Por eso los unionistas recurren a sus líderes españoles, pero también por eso Junts pel Sí explota figuras como la de Eduardo Reyes, de Súmate (la plataforma de castellanohablantes a favor de la independencia), e imprime carteles en castellano (también en árabe, urdú y chino, entre otros). Ni es gratuito que Junts pel Sí haya escogido Hospitalet para celebrar su acto central de campaña. Por su parte, el candidato de la CUP, Antonio Baños, expone insistentemente como un valor su origen «xarnego». No hace falta tirar ninguna piedra porque no hay pecado: una cosa es no tener escrúpulos y pedir el voto directamente apelando al origen de las personas, y otra ser un idiota y no adecuar el mensaje al contexto en el que se desarrolla.
Y es que el otrora cinturón rojo de Barcelona es un caramelo de algo más de un millón de votos (sin contar, evidentemente, la propia ciudad de Barcelona) que sigue sin dueño después del viaje hacia la irrelevancia emprendido por el PSC en la última década. Recordemos: de los históricos 1.183.299 votos conseguidos por Maragall en 1999, los socialistas han caído en picado hasta los 523.333 del 2012. Y todo indica que la marchosa campaña de su actual candidato, Miquel Iceta, no será capaz de frenar la caída.
El poder del PSC en la capital y toda su área metropolitana fue durante décadas el contrapeso al poder territorial de CiU. De hecho, así funcionó, con el nombre de «sociovergencia», un sistema de poder que ahora el proceso soberanista ha echado al traste. Las urgencias cotidianas a veces hacen olvidar que, acabe como acabe, el proceso político de los últimos tres años ha cambiado para siempre el panorama político catalán conocido hasta ahora.
¿El fin del voto dual?
El proceso podría acabar también con otro fenómeno político propio de la Catalunya autonómica que tiene como epicentro el área metropolitana. Es el llamado voto dual. Durante cerca de tres décadas, CiU ganaba por amplio margen las elecciones al Parlament, mientras que el PSC lo hacía sin problemas en las generales, aportando un carro de votos vital tanto para Felipe González como para Zapatero. Dos fenómenos lo explicaban: mucha gente votaba CiU en el Parlament y PSC en las generales (recuérdese el concepto: sociovergencia), mientras que mucha otra gente se abstenía en las autonómicas pero votaba en las estatales. De ahí que, históricamente, la participación en Catalunya haya sido bastante más alta en las elecciones al Congreso que en los comicios al Parlament. Este fenómeno dio un vuelco inicial en 2012, cuando, por primera vez, la participación en las elecciones al Parlament fue superior a la participación, un año antes, en las elecciones generales.
Así las cosas, el hueco dejado por un PSC en horas bajas y la creciente participación electoral convierten el área metropolitana en el objeto de deseo de todos. Pero son Podemos y Ciutadans los que aspiran a convertir el descolorido cinturón rojo socialista en un nuevo cinturón morado o naranja. Incluido en una marca electoral, Catalunya Sí que es Pot (CSQP), que nadie acaba de hacer suya, Podemos (e ICV-EUiA, que aunque no lo parezca, ahí está) aspira a reeditar el éxito de las candidaturas alternativas en las municipales de mayo, en las que obtuvieron notables resultados en ciudades como Badalona, Cornellà o la propia Barcelona. Se confundirá, sin embargo, quien equipare la fórmula de Colau en la capital catalana con CSQP. Una prueba basta: a no ser que haya sorpresas de última hora, la alcaldesa de Barcelona ha rechazado participar en los mítines de Podemos e ICV-EUiA.
CSQP y Ciutadans crecerán, previsiblemente, a costa de PSC y PP, mientras que se mantiene en el terreno de la incógnita el resultado que puedan conseguir Junts pel Sí y la CUP. Los primeros confían en revalidar los buenos resultados de ERC en mayo (Junqueras es alcalde de Sant Vicenç dels Horts, en el área metropolitana), mientras que los segundos pueden acabar llevándose buena parte del voto alternativo municipal si CSQP sigue con tics más propios de Ciutadans.