En su opinión tiene demasiado pasado y, además, es un pasado malo. ¡Vaya por dios! Dicen que es viejo –«será el candidato más veterano»– y anticuado –demasiado «histórico», demasiado «política tradicional»–. Incluso critican que «la ‘épica del conflicto’ suena ya viejuna» y se lo dicen a quien acaba de dejar atrás seis años y medio de cárcel por hacer política.
Es ciertamente enternecedor que sus contrincantes políticos y sus denostadores mediáticos estén a estas alturas interesados en que EH Bildu obtenga los mejores resultados posibles en las próximas elecciones autonómicas, y de ahí que le aconsejen sobre como ha de ser, o mejor dicho no ser, su candidato o candidata. Alguno incluso ha tenido la osadía de dar un nombre. Es tan enternecedor como verdaderamente increíble.
En lugar de lanzar avisos tan luminosos, deberían callar a la espera de que las bases de EH Bildu elijan en libertad y si, como adelantan, cometen el error de optar por un candidato tan malo como Arnaldo Otegi, alegrarse de ver más cerca de Ajuria Enea a sus propios cabezas de lista, a los que supongo novedosos, vanguardistas y llenos de la frescura con la que se ducha cada mañana la nueva política.
Andan algunos irritados también con que se presente a Arnaldo Otegi como «el Mandela vasco». En realidad son ellos mismos los que hacen la comparación, para después enfadarse primero y tratar de desmontarla después.
Dicen que Nelson Mandela fue un símbolo de los oprimidos por el apartheid, pero olvidan que su condena de cárcel fue por sabotaje, terrorismo, conspiración para derrocar al Gobierno e invasión de fuerzas extranjeras; por ser creador y comandante en jefe de la organización armada Umkhonto we sizwe (La lanza del pueblo).
Pero como eso es historia (1961-1963), podemos acercarnos a 2010, cuando Arnaldo Otegi estaba ya en prisión y se hizo pública la Declaración de Bruselas, que en su primer punto afirma que «nosotros, los abajo firmantes, damos la bienvenida y elogiamos los pasos propuestos y el nuevo compromiso público de la Izquierda Abertzale». El primero de esos «abajo firmantes» es la Fundación Nelson Mandela, y con un anexo que explica que el texto está completamente de acuerdo con el pensamiento político del primer presidente negro de Sudáfrica.
Tampoco concuerda con la historia el intentar presentar el discurso social de la izquierda abertzale como una reacción defensiva de última hora ante el auge de Podemos, puesto que el binomio «independentzia eta sozialismoa» es intrínseco a este movimiento político, desde el nacimiento de ANV al estallido que supuso la decantación ideológica de ETA en los últimos años 60 y primeros 70. Las reivindicaciones de los trabajadores y de las empresas en lucha, la consecución del cierre de las obras de la central nuclear de Lemoiz, el feminismo, el internacionalismo... están, con sus aciertos y con sus errores, en el ADN de la izquierda abertzale.
Difícilmente puede hablarse, pues, de «maquillaje» social cuando se comentan los dos discursos del martes de Arnaldo Otegi.
El nivel de éxito de su candidatura se medirá en las urnas. Hasta llegar a ellas, primero habrá de ser elegido por las propias bases de EH Bildu y después sortear las trabas judiciales que a buen seguro querrán ponerle a cuenta de una inhabilitación que cada vez más expertos consideran inaplicable.
De momento, los dos primeros discursos de Arnaldo Otegi han conseguido ilusionar a quienes asistieron en directo a los actos de Logroño y Elgoibar, a los que los siguieron por las emisiones de internet o a los miles que se los han descargado con posterioridad.
Hemos aprendido que también la política depende de los estados de ánimo y la excarcelación de Arnaldo Otegi ha supuesto un aumento de la temperatura en las bases de EH Bildu. Habrá que ver si a la efervescencia le acompañan primero el acierto táctico y estratégico, y luego el electoral. De momento, a Arnaldo Otegi se le ve muy fresco.