No sabemos cuándo se celebrarán las elecciones en la CAV ni qué aritméticas podemos encontrar, pero merece la pena recorrer los últimos meses de la formación y las posiciones ideológicas de las distintas corrientes para llegar a una conclusión: se ha acabado el tiempo de la fuerte beligerancia contra el Frente Amplio independentista que lideró el anterior secretario general, Roberto Uriarte.
Basta con recordar las palabras que el dimisionario líder de Podemos dedicó a Arnaldo Otegi y sus compañeros del «caso Bateragune» en el sexto aniversario de su encarcelamiento. «No son hombres de paz», afirmó, generando el enfado incluso en sus propias filas. Esta línea, la de intentar ganar políticamente esgrimiendo una supuesta superioridad moral, ha sido continuada por Juan Carlos Monedero, gran inspiración de Uriarte y principal aval de Kaliangora. La derrota de esta lista es también la del fundador de Podemos, que aterrizó esta semana en Euskal Herria para apoyar la candidatura y, de paso, explicarnos amablemente a los independentistas que nuestro problema no es que queramos un Estado propio y se nos niegue hasta la consulta, sino que no hemos entendido la verdadera historia de España.
El cambio de aires no implica que hayan terminado los desencuentros entre el soberanismo de izquierdas y el unionismo «civilizado» y progresista que representa Podemos. Los habrá y exigirán grandes dosis de empatía mutua y audacia. Sin embargo, cabe esperar que su nueva práctica política supere la tentación de aferrarse al cinismo de la lista de agravios y aporte en clave de resolución, democracia y derechos para todas las personas. Los buenos resultados de Zurekin Ahal Dugu refuerzan este impulso. Elevará el nivel y será positivo en clave de país.