Los hermanos Ibrahim y Khalid El Bakraoui y Najin Laachraoui, todos de nacionalidad belga, fueron identificados ayer como tres de los autores de los atentados en el aeropuerto de Zaventem y en el metro de Maelbeek, que dejaron al menos 31 muertos y 300 heridos. La identificación de los kamikazes confirmaría la vinculación entre esos ataques y los ocurridos el 13 de noviembre en París, que dejaron 130 muertos. Ambos han sido reivindicados por el Estado Islámico (ISIS).
Ibrahim El Bakraoui, de 29 años, se inmoló en el aeropuerto de Bruselas. Su hermano Khalid, de 26, hizo lo mismo en la estación de metro Maelbeek, en el corazón del barrio europeo.
Ambos tenían «importantes antecedentes judiciales sin relación con el terrorismo», explicó el fiscal federal belga, Frédéric Van Leeuw, y fueron identificados por sus huellas dactilares.
La Policía conocía a Ibrahim, que en octubre de 2010 fue condenado a prisión por disparar con un kalashnikov en un atraco, según medios locales. Khalid fue sentenciado en febrero de 2011 a cinco años de cárcel por robo de coches con violencia.
Se cree que Khalid proporcionó el apartamento del barrio de Forest, en Bruselas, donde se encontraron las huellas de Abdeslam y de donde huyó tras un tiroteo, y se le relaciona también con otro apartamento alquilado en Charleroi, por donde pasaron vario de los autores de los atentados de 13-N, entre ellos Chakib Akrouh y Abdelhamid Abaaoud.
Najin Laachraoui, de 24 años, sería el tercero de los kamikazes del aeropuerto, según medios belgas. Laachraoui, uno de los cómplices de Salah Abdeslam –detenido en Bélgica el viernes y presunto cerebro del aparato logístico de los atentados del 13-N en París–, es también sospechoso de haber manipulado los explosivos de los ataques en la capital francesa después de que su ADN fuera hallado en varios de los cinturones explosivos y en uno de los pisos francos de Bruselas en los que se encontró material para fabricar bombas.
Ayer los medios belgas habían apuntado por error a que Laachraoui habría sido detenido en un registro en el distrito bruselense de Anderlecht, lo que fue desmentido por la Fiscalía federal belga, que al cierre de esta edición no había confirmado que fuera el segundo kamikaze del aeropuerto. Los servicios secretos lo tenían en su punto de mira al tener constancia de un viaje a Siria en febrero de 2013.
En setiembre fue objeto de un control, en la frontera entre Austria y Hungría, en el que dio una identidad falsa. Iba acompañado de dos presuntos miembros de la red que atentó en París: Abdeslam, detenido el viernes, y Mohamed Belkaïd, abatido por la Policía tres días antes también en Bruselas.
Van Leeuw explicó que el tercer sospechoso del atentado de Zaventem, que aparece en una fotografía con gabardina clara y sombrero oscuro, no había sido identificado y estaba siendo buscado, aunque durante todo el día medios belgas apuntaron que se trataba de Laachraoui. Se cree que abandonó el aeropuerto tras abandonar una maleta con explosivos, la que contenía mayor carga y que estalló debido a su inestabilidad cuando ya habían acudido los artificieros.
El martes por la noche, la Policía registró un piso en el barrio de Schaerbeek donde encontraron 15 kilos de explosivos TATP y material para fabricar bombas. Desde allí Ibrahim y otros dos sospechosos tomaron un taxi al aeropuerto cargados de explosivos. Su conductor le identificó tras ver las imágenes difundidas por la Policía.
En la misma calle, en un ordenador abandonado en un papelera, se encontró lo que el fiscal calificó de «testamento» de Ibrahim. En él, según los fragmentos difundidos, dice «no saber qué hacer» y que le buscan «por todos partes», por lo que no se siente «seguro». También se refiere a Abdeslam, encarcelado en Brujas, y hablando en plural en alusión a su hermano se muestra convencido de que «si tardan demasiado, podrían terminar como él (Abdeslam) en una celda», explicó el fiscal.
Las fuerzas de seguridad buscan, según el diario “La Libre Belgique”, un Audi S4 de color oscuro y un Renault Clio que podrían haber trasladado, según sus sospechas, a un segundo equipo de kamikazes, el encargado de atentar en el metro.
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, informó ayer de que el pasado mes de julio detuvo en Gaziantep y expulsó a Países Bajos –a petición propia– a Ibrahim El Bakraoui. «Informamos a la Embajada belga sobre la deportación el 14 de julio. Bélgica lo dejó libre. Pese a nuestras advertencias de que era un combatiente extranjero, Bélgica no pudo determinar sus vínculos con el terrorismo», aseguró Erdogan.
Más seguridad
En la que la Unión Europea insistió ayer, como cada vez que ocurre un atentado en el refuerzo de la seguridad y de la cooperación policial. Sus ministros de Interior volverán a reunirse esta tarde en Bruselas, a petición de Bélgica para dar un impulso a las legislaciones en materia de seguridad y lucha «antiterrorista» que están sobre la mesa y que, según dijo el comisario europeo del ramo, Dimitris Avramópulos, requieren una rápida implementación.
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, responsabilizó a los países miembros de que la UE no esté mejor preparada para evitar este tipo de atentados e insistió la coordinación de la seguridad y la investigación como solución. Aseguró que si los gobiernos hubieran aplicado ya las propuestas que ha puesto sobre la mesa el Ejecutivo comunitario en los últimos dos años la situación no sería la actual.
«Hace falta la unión de la seguridad», sostuvo, al tiempo que hizo referencia expresa a medidas para mejorar la protección de las fronteras exteriores, contar con un registro europeo de datos de pasajeros aéreos, además de las referidas a dificultar la compra de armas y mejorar la desactivación de las requisadas, así como para favorecer el funcionamiento del sistema de información del espacio de libre circulación Schengen, las bases de datos de Interpol sobre documentos de viaje robados o perdidos y el intercambio de información forense.
Víctimas de todo el mundo, más de cuarenta nacionalidades
Las graves lesiones sufridas por las víctimas de los atentados de Bruselas –al menos 31 muertos y 300 heridos– están complicando las labores de identificación y apenas se conocen datos oficiales ni de fallecidos ni de heridos, aunque según dijo el ministro de Exteriores belga, Didier Reynders, hay unas «40 nacionalidades».
Por ahora, la única víctima mortal confirmada oficialmente es Adelma Marina Tapia Ruiz, una peruana de 36 años casada con un belga y con seis años de residencia en el país. Falleció en el atentado en el aeropuerto, donde se encontraba junto a su marido y sus dos hijas.
Además, un ciudadano marroquí, cuyo identidad no fue revelada, murió en el metro. Marruecos informó de la desaparición de tres de sus ciudadanos.
El Gobierno de Roma apuntó que es «muy probable» que un italiano muriera también en la explosión en el metro, donde también falleció, según confirmó la Universidad Saint-Louis de Bruselas el estudiante belga de 20 años, Léopold Hetch, así como la de Olivier Delespesse, que trabajaba para la federación de Valonia-Bruselas.
Las redes sociales están siendo usadas por familiares y amigos para tratar de localizar a sus seres queridos desaparecidos.GARA
Lento retorno a la normalidad tras la conmoción
«Tengo un poco de miedo pero no tenemos más remedio». Los habitantes de Bruselas intentaban ayer volver a la normalidad tras los peores atentados de su historia, en una ciudad donde el metro seguía parcialmente cerrado, el aeropuerto continuaba sin actividad y que tomaba poco a poco conciencia de que nada será como antes.
La estación de metro Schumman, de nuevo abierta, justo al lado de la de Maelbeek, es uno de los principales nudos de comunicación de la ciudad y está ahora vigilada por militares que controlan a todos los pasajeros en la entrada.
En este barrio normalmente bullicioso, que concentra la mayor parte de instituciones europeas, reinaba una extraña calma y muchos funcionarios optaban por ir a trabajar en bicicleta.
«Voy a ir en metro, da igual lo que pase. No voy a abandonar mi manera de vivir porque un imbécil haya decidido hacerse estallar», decía entre la resignación y la rabia Vasco, un joven de 27 años, que trabaja en un supermercado.
Muchos bruselenses se movían entre la aprensión y el rechazo a caer en la paranoia. Otros bromeaban en el metro acerca de lo sucedido la víspera.
«¡La vida sigue! ¡Vamos, vamos!», decía un conductor del metro golpeando su cabina antes de arrancar.
El transporte público se reanudó de forma progresiva y solo parcialmente en Bruselas, con gran presencia de policías y militares y fuertes controles de seguridad en los accesos a las principales estaciones tanto del metro como del ferrocarril. Varias líneas de metro y determinados trayectos entre estaciones estaban cerrados y el aeropuerto de Zaventem se mantendrá sin ninguna actividad al menos hasta hoy.
En el centro de la ciudad, la Plaza de la Bolsa –junto la emblemática Grande Place– se ha convertido en un mausoleo improvisado de homenaje a las víctimas, donde la gente ha colocado velas, banderas de muchos países, diversos objetos y mensajes, algunos de ellos en árabe.
«Confío en nuestra Policía y en nuestro Estado y lamento las críticas del extranjero. Estados Unidos no pudo evitar un 11 de septiembre ¿y nosotros, un pequeño país, tendríamos que hacerlo?», lamenta Pascal Huylebroeck, en referencia a un ministro francés que criticó la «ingenuidad» de las autoridades belgas.
«Ahora espero que haya un gran movimiento de solidaridad. Normalmente, aquí, cuando alguien tropieza y cae al suelo, nadie hace nada», explica Pierre, un trabajador municipal de 48 años.GARA