Los ataques aéreos se han centrado en Manbij, uno de los últimos bastiones del Estado Islámico en la frontera turca que desde hace dos semanas controlan las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), una alianza de la que forman parte las YPG.
Además, los aviones turcos han bombardeado las posiciones del Estado Islámico en Jarablus, una localidad situada a tan solo 40 kilómetros de Manbij que el Estado Islámico comenzó a evacuar la semana pasada ante el temor a ser sitiado por las fuerzas rebeldes.
Las autoridades turcas vinculan a los combatientes kurdos con los rebeldes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), a los que combaten desde hace décadas en el sureste de Turquía.
El primer ministro turco, Binali Yildirim, anunció el fin de semana que Ankara asumiría un papel más activo en Siria para impedir que la zona quede dividida por etnias.
Estos pasos se enmarcan en la renovada alianza entre Turquía y Rusia, que sus presidentes, Recep Tayyip Erdogan y Vladimir Putin, respectivamente, sellaron con una reciente reunión. Siria fue uno de los puntos que señalaron para su «trabajo conjunto».