Este es el análisis que corrige el escrito el domingo por la noche y publicado en el periódico del lunes y que, de hecho, durante unos minutos fue muy distinto al que salió a la calle. Porque en un momento el recuento oficial sí estuvo acertado, aunque luego todo se torció. Al parecer la culpa fue del factor humano, no siempre bien avenido con la burocracia electoral, las más básicas reglas de la matemática o ni siquiera con la tecla correcta a la hora de trasmitir los datos.
Lo que se materializó ayer en la Junta Electoral de Bizkaia no es solo el baile de un escaño que alegra el día a quien lo recupera y se lo amarga a quien en realidad nunca debió tenerlo. Aunque eso en sí ya sería mucho, es más importante todavía. El salto de la anotación de la casilla del PNV a la de EH Bildu es la ruptura de los equilibrios sobre los que se habían construido todos los análisis hechos por los medios y, más trascendente, por todos los partidos.
Ahora PNV y PSE ya no tienen mayoría absoluta. Tampoco la suma de los jeltzales con el PP.
Ahora el fantasma agitado por Iñigo Urkullu y Andoni Ortuzar en el tramo final de campaña para rebañar votos de orden ha pasado de la imaginación jeltzale a las actas de la junta electoral. EH Bildu y Elkarrekin Podemos suman más escaños que el PNV. Lo malo de sembrar miedos es que se te conviertan en pesadillas.
Y ahora EH Bildu, Elkarrekin Podemos y PSE sí que tienen una mayoría que supera a PNV y PP. No quiere eso decir que vayan a ponerse de acuerdo para gobernar, pero pueden coincidir cuando les convenga o bloquear, por ejemplo, que los jeltzales tuvieran la tentación de reformar la Ley de Vivienda de la mano de los parlamentarios que comanda Alfonso Alonso.
Este escaño no lo cambia todo (Urkullu será lehendakari), pero altera el precio de los acuerdos. El PNV podrá comprar más barato, pero mercancía de peor calidad. Los jeltzales tienen en mente buscar algún tipo de estabilidad con el PSE. La formación de Idoia Mendia no está como para hacer grandes exigencias ni por los resultados obtenidos en las pasadas elecciones ni por la situación caótica en la que se encuentra el PSOE. Pero antes tenía el valor de mercado de ofrecer la mayoría absoluta a Urkullu, un salvoconducto para gobernar con absoluta tranquilidad durante cuatro años. Con el escaño saltarín la cotización de los nueve parlamentarios del PSE ha bajado mucho. Lo único que puede ofrecer es tranquilidad mientras el resto de grupos no se unan.
En la pura teoría, la alteración del reparto ha depreciado también al PP. En la práctica, no es creíble que haya sido nunca una opción de sostén contemplada en serio por el PNV. Ese pacto solo estaba en la calenturienta mente de algunos «analistas» madrileños. Pero Alfonso Alonso no debe desesperar por lo ocurrido, puede seguir celebrando, como el domingo, los excelentes resultados de Galicia.
Otro de los efectos del cambio es el que afecta a la centralidad del Parlamento. Desde el domingo hasta ayer la Cámara se parecía a una de esas mesas de casino en las que el crupier (PNV) dirige el juego y reparte cartas al hemiciclo que tiene ante sí. Ahora han cambiado las coordenadas. Ya había un eje en torno al derecho a decidir, pero ahora se ha activado otro sobre los derechos sociales. Y el punto de intersección entre ambos es EH Bildu.
En este nuevo escenario, el PNV sigue teniendo mucho poder, pero ya no puede hacer lo que quiera. Entre tanto, a la izquierda soberanista se le ensancha el terreno de juego y, a la vez, la responsabilidad de acertar en sus decisiones.
Lo ocurrido en la Junta Electoral de Bizkaia subraya la función de los apoderados e interventores, y por lo visto los de EH Bildu hicieron muy bien su trabajo el pasado domingo, dejando constancia de las anomalías observadas, que ayer pudieron ser subsanadas donde correspondía
Y aunque resulte tópico, vuelve a quedar claro que cada voto importa. En Bizkaia, según la encuesta publicada ayer por el Gobierno de Lakua, un 24% de quienes no acudieron al colegio electoral lo decidieron ese mismo día. De los votantes, un 8% de los de EH Bildu y un 4% de los del PNV, tomaron su decisión a última hora. Los primeros están de enhorabuena.