Joseba VIVANCO

El Eibar tenía un plan, el Athletic un gen y más pegada

La pegada del Athletic, en el día en que no estaban ni Aduriz ni Raúl García fue determinante para sobreponerse a un Eibar bien plantado hasta el golazo de Beñat, y al que le faltó convencimiento para ir a por los rojiblancos. Los leones tiraron de su habitual gen competitivo en casa y del reencuentro con el gol de Williams y un gran Muniain.

ATHLETIC 3

EIBAR 1

 

Iker Muniain señaló al cachorro hecho león Asier Villalibre para agradecerle su asistencia de tiralíneas en el tercer y definitivo gol, y fundirse en un simbólico abrazo que San Mamés arropó como a buenos hijos. Como había rugido minutos antes cuando el chaval de Gernika pisaba el césped a falta de diez minutos del final y era Iñaki Williams el que le daba la alternativa en su estreno «con los mayores», como diría Javier Clemente. Vasos sanguíneos que se comunican, se retroalimentan, que contagian y se transmiten, que se nutren y se perpetúan. Que hacen de este Athletic y del Athletic lo que es. Eso tan intangible, etéreo, abstracto, que lleva a este equipo a sacar adelante partidos como estos, e incluso ante rivales que suelen tirar de parecidos argumentos. «Me ha gustado lo de siempre», simplificaba después Ernesto Valverde, «que no le perdemos la cara a los partidos, somos un equipo que siempre empuja y eso nos hace avanzar». El gen competitivo.

El técnico rojiblanco sostenía en la previa del encuentro que el Eibar es un equipo que tiene un plan establecido de juego y lo sigue a rajatabla. El Athletic se presentaba en este derbi con notables bajas, las lógicas dudas del entorno y mucho por reivindicarse a título individual. Las primeras tardaron en despejarse, seguramente hasta que Beñat sacó a pasear su guante de seda y puso el balón allá donde las telarañas tienen los días contados cuando el de Igorre ejecuta libres directos. Era el minuto 40 de juego y su oportuno golazo sirvió no solo para desatascar la igualada, sino para aliviar las dificultades que los rojiblancos encontraban para superar la asfixiante presión guipuzcoana.

Veinte minutos iniciales de respetuoso tanteo, sobresaltados solo por un par de choques sin daños colaterales, la ‘laportada’ de turno con su portero, un testarazo de Sabin y un disparo cruzado de Williams, y una grada expectante que se echaba por palmas ante lo anodino del juego. Recital de pases al enemigo al que Beñat trataba de poner cordura con cuentagotas y que sobresaltó Adrián con un disparo a la madera tras un error inicial del portero ondarrutarra. Al Athletic le costaba, el Eibar, bien plantado, serio, llevaba la iniciativa pero sin concretar nada donde se juega todo. Conformismo que le traicionó en una de las contadas veces que los leones saltaban su presión, una falta próxima al área, escorada, fue el prólogo del gol de Beñat. Acabó mejor el Athletic, a pesar de un Laporte con más riesgo para el corazón que el colesterol.

Acabó mejor y salió mejor el Athletic, dos llegadas sin final feliz, a la tercera la vencida. Muniain, sí, Muniain, que gana el salto, peina o se despeina, no se sabe bien, Williams le gana en la salida de tacos desde la medular a su par Lejeune, progresa en la carrera cual velocista, se planta ante Riesgo y esta vez no perdona, elige bien, define mejor y le descose la sotana al portero. San Mamés se viene abajo. O arriba. Allá junto al palo de córner, rincón de tantos gritos, abrazos, fotos, se festeja. Duelo encarrilado que no lo iba a ser tanto. Y no lo fue porque el Athletic se ha empeñado en no cerrar partidos y porque enfrente estaba un Eibar made in Mendilibar. Un disparo envenenado del inquieto Inui y que sacó Kepa, avisó de que los armeros no arrojaban la totalla.

Valverde maniobró, reforzó las bandas con Eraso y Saborit, pero entre ambos cambios llegó el gol eibartarra, que sorprendió a propios y ajenos. Nervios, minutos por delante, el ambiente crispado por algunas decisiones arbitrales y un feo gesto del cuadro visitante al no devolver un balón, los rojiblancos que no acertaban a rematar a la contra, un penalti de Lejeune que se tomó la venganza sobre Williams, el público cada vez más soliviantado, cuatro minutos de añadido... y Muniain. Beñat conduce un robo de balón, abre al recién entrado Villalibre que dibuja un centro con parábola desde la banda para que Iker culmine el pase a la red. Como diría Myke Tyson, «todo el mundo tiene un plan hasta que le sueltas la primera hostia». El Eibar tenía un plan. Beñat fue la primera hostia. Luego, el gen.