La secuencia de acontecimientos tras la sonora bofetada propinada al primer ministro Renzi tiene un inconfundible tufo a déjà vu y evoca la enésima crisis política de la difícilmente comprensible realidad política italiana.
Que el primer ministro evoque la posibilidad de presentarse a unas nuevas elecciones con el aval del 40% de votos con los que su propuesta de reforma fue derrotada es surrealista. Pero que el «populista» Grillo exija ahora acabar con el bicameralismo perfecto que equipara al Senado con la Cámara de Diputados y que era uno de los objetivos del referéndum «fascista» de Renzi supera ya todo lo imaginable.
Pero, atención, porque a la UE, tocada por el Brexit y el repunte de la extrema derecha, no está para sustos y le podría bastar una crisis a la italiana para sufrir una nueva sacudida. Más con la crisis financiera (bancarrota del Banco Monte dei Paschi) en ciernes y con la tercera economía de la Unión (la italiana) en stand by desde hace decenios. Así se entiende que Bruselas esté pilotando un nuevo –y van cuatro desde 2011– Gobierno tecnócrata en Roma.
Y qué quieren que les diga. A mí a largo plazo casi me preocupa más que el candidato de la extrema derecha austriaca haya perdido pero con un 47% contra todos en las presidenciales. Eso sí que es una «derrota pírrica».